Lo Que Nunca Fuimos o Seremos

Capítulo 21: Lo que el destino no olvida

La amistad que Amaya y Elías decidieron retomar era extraña… y a la vez reconfortante. Era una mezcla de nostalgia y nuevas versiones de ellos mismos. Ya no eran los mismos de antes. Habían cambiado. Habían aprendido a perder, y también a callar. Pero algo más importante había sucedido: habían aprendido a mirar distinto.

Salían a caminar sin planearlo, a veces se mandaban canciones por mensaje sin decir nada más. Se reían de tonterías y hablaban con más calma, con más verdad. Pero por debajo de todo eso, los sentimientos dormidos empezaban a despertar de nuevo, lentamente… como quien no quiere hacer ruido, pero no puede evitar sentir.

---

Una tarde, Amaya recibió una invitación para asistir a una charla en una universidad sobre proyectos de diseño emocional —uno de los temas que más le apasionaban—. No lo pensó demasiado y aceptó. Lo que no esperaba era encontrar entre los asistentes a alguien que no veía desde hacía años: Julián, su ex.

Él también pareció sorprendido al verla. Se acercó con una sonrisa medida, esa sonrisa que antes le conocía demasiado bien.

—Amaya… —dijo—. Qué coincidencia.

—Sí… años sin verte —respondió ella, cortés, sin frialdad, pero sin cercanía.

Hablaron unos minutos. Él le comentó que estaba trabajando en una nueva empresa, que se había mudado cerca de donde ella vivía y que había escuchado que ella estaba haciendo grandes cosas. Había cierto tono nostálgico en sus palabras… pero también un dejo de curiosidad que a Amaya no le pasó desapercibido.

—¿Estás con alguien? —preguntó Julián, con disimulo mal disimulado.

Ella dudó por un segundo. No sabía qué responder. ¿Estaba con Elías? No… ¿Pero sentía algo por él? Absolutamente.

—Estoy en paz… —respondió con una sonrisa suave—. Y eso me basta.

Más tarde, cuando salió del evento, encontró un mensaje en su celular.

> Elías:
¿Te parece bien si paso por ti esta noche y caminamos un rato? Me gustaría verte.

Y sin pensarlo demasiado, ella respondió que sí.

---

Esa noche caminaron por las calles tranquilas del barrio antiguo. Elías traía consigo una cámara pequeña, y de vez en cuando se detenía a capturar algo que le llamaba la atención: una farola encendida, una pareja de ancianos de la mano, el reflejo de la luna en un charco.

—Vi a Julián hoy —dijo Amaya de repente.

Elías bajó la cámara y la miró.

—¿Tu ex?

Ella asintió.

—Sí. Fue raro… No sentí nada. Solo me di cuenta de cuánto he cambiado.

Elías no dijo nada de inmediato. Solo caminó un poco más en silencio, como si procesara sus pensamientos con cada paso.

—¿Y te gustó volver a verlo? —preguntó finalmente.

—No. Me gustó saber que ya no me duele.

Elías sonrió. Esa respuesta le bastaba.

—¿Y tú? —preguntó ella—. ¿Hay alguien del pasado que aún te pese?

Él pensó un momento y luego negó con la cabeza.

—Ya no. Lo único que me pesaba eras tú… pero ahora estás aquí.

Se miraron sin necesidad de más palabras. En ese momento, no hubo confusión ni duda. Solo dos personas que, después de perderse, se estaban volviendo a encontrar.

Esa noche no se besaron. Pero se tomaron de la mano, por primera vez en mucho tiempo, y caminaron en silencio. No como dos desconocidos que se buscan… sino como dos almas que, por fin, habían dejado de huir.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.