Lo Que Nunca Fuimos o Seremos

Capítulo 23: Lo que regresa sin ser llamado

Elías y Amaya llegaron al hospital con el corazón acelerado. La madre de Amaya, Carmen, estaba en urgencias. Un infarto. Afortunadamente, la habían estabilizado... pero aún estaba en observación, y los médicos no aseguraban nada.

Amaya se sentó en la sala de espera con las manos entrelazadas, temblorosas. Elías no se separó de ella ni un segundo.

-Estoy aquí -le decía, sin necesidad de más palabras.

Ella solo asentía, con la mirada fija en el piso, como si temiera parpadear y que todo desapareciera.

---

Horas más tarde, el médico salió para dar noticias. Carmen estaba fuera de peligro, pero debía quedarse en cuidados intensivos unos días. Amaya respiró, por fin. Elías la abrazó, y ella se aferró a él con fuerza.

Pero justo en ese instante, una voz los interrumpió desde el pasillo:

-Amaya...

Ambos se giraron al mismo tiempo. Ella se quedó helada.

Era Natalia, su hermana mayor. Aquella que se había distanciado de la familia desde hacía casi cuatro años. La misma que había cortado toda comunicación tras una fuerte discusión con su madre, y que se había ido sin mirar atrás.

-¿Qué haces aquí? -preguntó Amaya, sorprendida, dolida.

Natalia avanzó con paso firme, aunque se notaba incómoda.

-Me llamó una amiga de mamá. Me enteré por ella... Vine en cuanto pude.

Amaya la miró con una mezcla de incredulidad y nostalgia.

-¿Después de cuatro años? ¿Después de no llamar en cumpleaños, ni en navidad, ni siquiera cuando papá murió?

Natalia bajó la mirada. Elías observaba desde un costado, sintiendo que ese momento no le pertenecía, pero sin querer alejarse demasiado.

-Sé que fallé. Y sé que no tengo derecho a pedir perdón ahora... pero vine por mamá. Y... también por ti.

Amaya sintió un nudo en el pecho. Parte de ella quería abrazarla y llorar. Otra parte solo quería gritarle todo lo que le había guardado en silencio.

-No es el momento -dijo al fin, con la voz quebrada-. Pero tampoco te vayas.

Natalia asintió, y por primera vez en mucho tiempo, hubo un silencio que no dolía. Solo pesaba.

---

Más tarde, cuando Elías la llevó a casa a descansar unas horas, ella se sentó en el borde de la cama y rompió a llorar. No solo por su madre, ni por su hermana... sino por todo lo que había contenido durante tanto tiempo.

Elías se sentó a su lado, la abrazó por la espalda y apoyó su barbilla en su hombro.

-No tienes que cargar con todo sola, Amaya. No más.

Ella se giró, lo miró a los ojos... y por fin se permitió sentir.

Lo besó.

No fue un beso perfecto, ni planeado, ni suave. Fue un beso lleno de angustia, deseo, amor, miedo, necesidad. Un beso real. De esos que duelen y sanan al mismo tiempo.

Cuando se separaron, Amaya susurró:

-Tengo miedo, Elías. Pero ya no quiero huir.

Él le acarició la mejilla y le respondió con voz firme:

-Entonces quedémonos. Aquí, juntos. Pase lo que pase.

Y por primera vez... lo que nunca fueron, empezaba a transformarse en lo que podrían ser.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.