Lo Que Nunca Fuimos o Seremos

Capítulo 25: Despertar entre verdades

La habitación 304 estaba en penumbra, pero el monitor de los latidos seguía sonando con regularidad. Natalia dormía recostada en el sillón junto a la ventana, mientras Amaya, sentada en la silla junto a la cama de su madre, jugaba nerviosa con el anillo de su dedo índice.

Entonces, sin previo aviso, escuchó un susurro débil:

-¿Amaya?

Ella se incorporó de golpe.

-¡Mamá! -se levantó, acercándose a la cama-. Estás despierta...

Carmen abrió los ojos lentamente. Estaba pálida, débil, pero sus labios dibujaron una sonrisa.

-¿Estoy viva? -preguntó, con ese humor ácido que nunca perdía del todo.

Amaya soltó una carcajada entre lágrimas.

-Sí. Y por muy poco.

Natalia despertó por el ruido y al ver a su madre con los ojos abiertos, se quedó congelada. Carmen la miró con una mezcla de sorpresa y ternura.

-Natalia... No esperaba verte aquí.

Natalia caminó con lentitud hacia ella.

-Yo tampoco pensé que volvería tan pronto... Pero me asusté.

Carmen intentó incorporarse un poco.

-He sido dura con ustedes... Lo sé. Quise protegerlas tanto, que olvidé que también tenían que aprender a caer por su cuenta.

Amaya bajó la mirada. Natalia tomó la palabra.

-Yo también me equivoqué, mamá. Me alejé creyendo que eso me haría libre... pero solo me hizo estar más sola.

Por primera vez en mucho tiempo, no hubo reclamos, ni gritos. Solo palabras sinceras, heridas expuestas con suavidad... y el deseo de sanar.

Amaya tomó las manos de ambas.

-No quiero seguir viviendo con lo que nunca dijimos.

Carmen cerró los ojos, y una lágrima silenciosa se deslizó por su mejilla.

-Yo tampoco.

Esa misma tarde, Elías fue a buscar a Amaya. La vio salir del hospital con ojeras profundas, pero con un brillo nuevo en la mirada.

-¿Cómo estás? -le preguntó, sujetándole la mano.

-Hoy... estoy mejor -respondió ella, con una sonrisa suave.

Subieron al auto, y en el camino, Amaya se giró hacia él.

-Lo que hiciste por mí estos días... no tiene nombre.

-Lo hice porque te quiero -dijo Elías sin rodeos.

Amaya lo miró. Sabía que esas palabras eran verdaderas. Y eso le asustaba. Porque ella también empezaba a sentir lo mismo.

-Tengo miedo, Elías. Porque esto... tú y yo... se siente diferente a todo lo que viví antes.

-Porque lo es -respondió él con una dulzura que la desarmó-. Pero no estás sola. No más.

Ella se apoyó en su hombro mientras seguían conduciendo. Y en ese momento, entendió que a veces, el amor no llega como un fuego ardiente, sino como una llama suave que se mantiene encendida incluso en la oscuridad.

Pero lo que no sabían... era que una figura del pasado de Amaya estaba por aparecer.

Alguien que no había cerrado su historia con ella.

Y que no estaba listo para verla seguir adelante.




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