Amaya se despertó con la luz del sol entrando por el ventanal del departamento de Elías. Estaba envuelta en una de sus camisas, y en ese instante, la vida parecía simple.
Elías apareció con una taza de café y una sonrisa dormida.
-Buenos días, valiente.
Ella sonrió. Ese apodo le gustaba más de lo que admitiría.
-¿Siempre eres así de perfecto por las mañanas?
-Solo cuando tengo a alguien como tú en mi cama.
Ella se sonrojó, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió segura... querida.
Pero la paz dura poco cuando el pasado no ha sido enterrado del todo.
Más tarde, Amaya decidió pasar por su antiguo departamento para recoger unos documentos. El edificio le resultaba ajeno después de los últimos días en casa de Elías o en el hospital. Subió las escaleras y, al llegar al pasillo, sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
La puerta de su departamento estaba entreabierta.
Entró con cautela.
-¿Hola?
Un leve crujido la alertó. Y entonces lo vio.
Sentado en su sofá, como si no hubieran pasado años, estaba Iván.
El mismo Iván que había sido su mayor amor en la universidad... y también su mayor herida.
-Hola, Maya -dijo, con esa voz suave y peligrosa que aún sabía usar-. Supe por tu hermana que estabas aquí. No pensé que volvería a verte.
Amaya se quedó paralizada.
-¿Qué estás haciendo aquí?
-Quería verte. Arreglar las cosas... o al menos, entender por qué todo terminó como terminó.
Ella apretó los puños.
-Porque tú elegiste a tu orgullo antes que a mí. Porque desapareciste sin una sola explicación.
Iván se levantó. Seguía siendo atractivo, pero su mirada ya no le provocaba lo mismo.
-Fui un cobarde, lo sé. Pero he cambiado. Y cuando te vi en las redes, cuando supe lo de tu madre... no pude evitar buscarte.
Amaya sintió el pasado golpeándole el pecho. El dolor. El abandono. Las promesas rotas.
-Llegas tarde, Iván -susurró-. Muy tarde.
-¿Y ese tal Elías? -preguntó de repente, con una sonrisa torcida-. ¿Es tu nueva forma de tapar lo que no has sanado?
Amaya lo miró con rabia.
-Elías me ha dado más en semanas que tú en todos los años que compartimos. No vuelvas a hablar de él.
Iván levantó las manos.
-Tranquila. Solo... quería verte. Pero parece que tú sí seguiste adelante.
Ella no respondió. Pero en su interior, supo que esta visita no era casual. Algo más traía Iván.
Y esa no sería la última vez que lo vería.
Horas después, Elías notó algo en su mirada.
-¿Todo bien?
Ella dudó. Luego asintió.
-Solo fue un día largo... pero estoy bien ahora.
Elías la abrazó, confiado. Ella se apoyó en él, deseando con todas sus fuerzas que lo estuviera.
Pero el pasado... siempre encuentra forma de volver.