Lo Que Nunca Fuimos o Seremos

Capítulo 27: Entre dos fuegos

Los días siguientes fueron un vaivén de emociones para Amaya. Carmen había comenzado una lenta pero notable recuperación, Natalia se quedaba más tiempo en casa y todo parecía ir tomando un curso más amable... hasta que una mañana, al llegar al hospital, Amaya encontró a su madre sonriendo con alguien que no esperaba ver.

-Amaya -dijo Carmen con una voz animada-. Mira quién vino a visitarme.

Amaya se detuvo en seco.

-Iván.

Él se levantó con su sonrisa falsa perfectamente colocada.

-Pasé por casualidad. Escuché que Carmen estaba mejor y... quise verla. Después de todo, siempre fue como una madre para mí.

Carmen asintió, tocándole el brazo con cariño.

-Es cierto. Iván fue parte de la familia un tiempo. Me alegra verte bien, hijo.

Amaya sintió un nudo formarse en la garganta. Miró a su madre, y aunque entendía su buena intención, no podía permitir que él volviera a infiltrarse así de fácil.

-¿Podemos hablar un momento? -le dijo a Iván, llevándolo fuera de la habitación.

Cuando estuvieron solos en el pasillo, lo enfrentó.

-¿Qué juego estás jugando?

-Ninguno. Solo me importas, Maya. Y sé que, en el fondo, aún no has cerrado lo nuestro.

-Te fuiste. Me abandonaste sin una explicación. No aparezcas ahora pretendiendo que me importas.

Iván la miró, con esa mezcla de arrogancia y nostalgia que tan bien manejaba.

-¿Estás segura de que lo superaste? Porque si es así... ¿por qué tiemblas?

Amaya se dio la vuelta, sin darle la satisfacción de responder.

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Esa noche, mientras Amaya intentaba actuar con normalidad en casa de Elías, él no pudo ignorar su distracción.

-¿Qué pasó hoy? -preguntó mientras cocinaban juntos.

-Nada importante -dijo ella, evitando su mirada.

Pero él no era ingenuo.

-¿Tiene nombre ese "nada importante"?

Amaya se quedó en silencio unos segundos antes de suspirar.

-Iván. Fue al hospital. Está intentando acercarse a mi mamá... y a mí.

Elías se quedó en silencio. Bajó el fuego de la estufa y se acercó a ella.

-¿Quieres que me mantenga al margen o quieres que esté contigo para enfrentarlo?

Ella lo miró, vulnerable.

-No quiero que esto te afecte. No quiero perder lo que estamos construyendo.

Él le acarició el rostro.

-Entonces no lo perderemos. Estoy contigo, Amaya. Pase lo que pase.

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Pero Iván no iba a detenerse. Había perdido una vez... y no estaba dispuesto a hacerlo otra vez.

Y Carmen, sin saber del todo la historia, empezaba a darle espacio en su recuperación.

Elías lo sabía: los enemigos más peligrosos no siempre llevan una amenaza en los labios, sino una sonrisa en el rostro.

Y la guerra, sin que nadie lo advirtiera, acababa de comenzar.




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