Lo Que Nunca Fuimos o Seremos

Capítulo 28: Mentiras con voz suave

Carmen reía. Hacía tiempo que Amaya no la escuchaba reír así.

-Iván me trajo unas galletas caseras. Dice que tú solías amarlas -comentó su madre mientras sostenía una pequeña caja con moño azul.

Amaya observó la escena con inquietud. Iván sabía lo que hacía. Tocaba fibras que alguna vez fueron suyas.

-No deberías aceptar cosas de alguien que no conoces del todo -le dijo a su madre con tono suave.

-Claro que lo conozco. Estuvo contigo años, Maya.

Iván, sentado junto a la cama, levantó la mirada con una expresión medida.

-Solo quiero enmendar errores. No vengo a interrumpar tu vida... ni a robar lo que has construido -dijo mirando a Amaya como si fuera un mártir.

Ella apretó los dientes.

---

Esa tarde, Elías pasó por el hospital sin avisar. Llevaba unas flores para Carmen y un libro que le había prometido a Amaya.

Cuando entró a la habitación, la encontró vacía. Pero al caminar por el pasillo, escuchó risas suaves en el jardín interno.

Ahí estaba Iván, conversando con Carmen mientras la ayudaba a caminar. Elías se acercó.

-Carmen, buenas tardes.

-¡Elías! Justo le contaba a Iván lo bien que te has portado con Amaya.

Iván giró lentamente, su sonrisa casi diplomática.

-Encantado de verte -dijo, extendiendo la mano.

Elías se la estrechó, pero con firmeza.

-¿Vienes seguido por aquí?

-Lo suficiente para saludar a quien aún considero familia.

-¿Y para remover heridas también? -respondió Elías con un tono sereno pero punzante.

Iván sonrió, bajando un poco la voz.

-No te preocupes, Elías. No vengo a pelear contigo. Pero tampoco te ilusiones. Amaya y yo tenemos historia.

-Y yo tengo presente. Y algo más: tengo claro que si vienes a jugar, no soy de los que observan en silencio.

La tensión entre ambos quedó flotando como un duelo sin declarar.

---

Amaya, al llegar, vio a los dos hombres separados pero tensos. Y dentro de ella, algo estalló.

Esa noche, sola en su habitación, abrió la caja de recuerdos que había enterrado por años. Fotos. Cartas. Una pulsera que Iván le había regalado cuando cumplieron dos años.

Las lágrimas le bajaron sin permiso.

Había amado a Iván. De verdad.

Y aunque ahora tenía a Elías, ese pasado mal cerrado la sacudía. No por amor aún, sino por dolor no resuelto.

---

Al día siguiente, cuando Elías la abrazó, Amaya no dijo nada. Pero él lo sintió: algo en ella empezaba a alejarse.

No por voluntad, sino por confusión.

Y eso... era más peligroso que cualquier enemigo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.