04 de Septiembre, 2015
¿Crees en el destino?
Si tu respuesta es si... bien, te felicito, por algo existe el libre albedrío.
En mi caso debo confesar que no soy partícipe de dicha creencia popular.
La mayoría de las personas creen que las cosas suceden gracias al famoso destino, que todo tiene un motivo, una razón de ser; que todo lo que nos acontece (sea bueno o malo) es porque así estaba escrito en el libro de nuestra vida, el cual sinceramente, no creo que nadie escriba pero la cuestión aquí no es esa, sino el dichoso y estúpido destino.
En mi caso, no estoy segura si fue el destino o una simple causalidad; quiero convencerme de que fue lo segundo.
Fue en el mes de Septiembre cuando lo conocí a él, a pocos días de mi cumpleaños número veintitrés, por pura coincidencia; yo ni siquiera sabia de su existencia.
Hacía dos días que habia regresado de un viaje fuera del país y me pareció una idea genial ir a la playa; así que decidí invitar a una prima de mi mamá y su hijo. El día fue fantástico, me sentí relajada y feliz, el sol brilló radiante todo el rato y el agua estuvo fresquita; nade hasta que me cansé. Las horas en buena compañía siempre corren rápido y para cuando nos dimos cuenta ya era tarde. Habíamos llegado en taxi, ni mi prima ni yo teníamos carro, así que cuando no pudimos encontrar ningún taxi disponible, me tomó de sorpresa que mi ella dijera que llamaría a su hermano para que nos recogiera.
---¿Tienes un hermano? --cuestione sorprendida, jamás se me había ocurrido que eso fuera posible; siempre que venía de visita con mamá, solo veía a mi tía, mi prima y su hijo, y quizás por descuido mío, jamás les escuche mencionar la existencia de mi supuesto primo.
---Si claro, dejame llamarlo a ver si está por aquí cerca.
Asenti todavía algo sorprendida pero a la vez emocionada por conocer a otro miembro de la familia. Realmente ellos eran primos hermanos de mi mamá, por lo tanto yo pasaba a ser prima segunda de ellos.
---Listo, ya viene. Anda con los niños y justo iba a dejarlos esta noche en casa de mamá --comentó relajada mientras guardaba el celular en su bolso---. Esta cerca, así que no vamos a esperar mucho. ¡Vamos Mauricio que viene tu tío!
Gritó a su hijo quién se había alejado un poco para jugar con unas gaviotas que revoloteaban en el boulevard frente a la playa.
Solo fueron quince minutos de espera, cuando vimos orillarse una camioneta negra. Mi prima me aviso que se trataba de su hermano y al verlo bajar para saludarnos, me tomó desprevenida el hecho de que él y su hermana no se parecían en nada.
---Que bueno que pudiste venir, mira ella es Aitana --nos presentó mi prima, yo no dudé en acercarme y con una sonrisa amable me tendió una mano la cuál estreche con entusiasmo. Y no hubo chispas al tocarnos, ni cosquilleo o electricidad fluyendo entre ambos. Para nada, en ese momento mi corazón tenía dueño y el de él igual---. Ella es la hija de la prima Gabriela, acaba de llegar de Ecuador --siguió explicando ella---. Aitana, el es Cristóbal mi hermano mayor.
Él me sonrío más ampliamente y yo le correspondi.
---Mucho gusto, prima --hablo y luego miro a su hermana antes de decir---. No sabía que teníamos una prima tan bonita.
Mi prima rodó los ojos y lo empujó hacia la camioneta.
---No seas baboso Cristóbal --le riño---. Para que veas que en esta familia hay de todo un poco pero mejor nos vamos porque ya esta haciendo frío.
Él negó divertido y saludando a su sobrino, lo ayudo a subir.
---Si claro que también se me hace tarde para llegar a mi guardia en el trabajo --dijo haciéndose a un lado dejándome entrar en la parte de atrás junto con los niños.
El viaje fue corto, pero nos dio tiempo para conocernos un poco. Él estaba felizmente casado, con dos niños y era bombero (bueno, aún lo es). Mi primo lucia como de unos treinta y tantos años, aunque era difícil de saber con exactitud. De trato fácil, no fue forzado al hablar aunque a veces se mostraba algo altivo y con ínfulas de superioridad, pero ese hecho lo pase por alto. Como ya había mencionado era todo lo opuesto a Cristina, quién era blanca y de facciones algo extravagantes, cara redonda, ojos grandes y labios pronunciados.
Cristóbal era un hombre de piel morena, ojos pequeños, cara alargada y una boca de labios finos y bien delineados. Lo único que compartían los hermanos era la nariz y los cabellos crespos. Mi primo no era muy alto y su contextura para ese entonces era gorda, no algo exagerado pero si tenia unos cuantos kilos demás, pero eso no le restaba atractivo.
Al llegar a casa de mi tía, él bajo a los niños y dio instrucciones a su madre sobre ellos. Me pregunté por un momento dónde estaba su esposa, pero al instante mi duda quedo disipada cuando escuché a Cristóbal comentar que ella también estaba de guardia esa noche.
La despedida fue breve y nada trascendental.
Siendo sincera, el hecho de conocer a Cristóbal no me perturbo ni me dejó con ganas de volver a verlo. Y así sucedió, no volví a saber de él hasta unos años después y para rematar, ni siquiera lo recordaba.
Así que me inclinó más a creer que fue la causalidad y no el destino, quien nos junto.
En aquel momento no me pareció atractivo, tampoco me desagrado, pero haberlo conocido no me marco en absoluto; auizás por la sencilla razón de que en ese momento mi corazón ya estaba tomado, desde hacia varios años por mi primer e idílico amor (lo cuál termino siendo un eufemismo). Estuve perdidamente enamorada de quién fuera mi esposo en ese tiempo, porque ya no lo era. Y tampoco me interesó tanto, porque desde siempre mi prototipo de hombre era todo lo opuesto a Cristóbal. Me gustaban los tipos altos, de piel blanca y delgados; y con esto no quiero decir que no me gusten las personas morenas, simplemente no me atraían de forma sentimental. Y de paso sea dicho, mi primo ya tenia un hogar formado y parecía muy satisfecho con su matrimonio.