Lo que nunca sabrás

3. La segunda impresión es la que cuenta

09 de julio, 2015

En la vida existen ciertas circunstancias que son capaces de cambiar drásticamente el panorama de las cosas... o en este caso de dos personas que se reencuentran luego de algunos años.

Son muchas las cosas que pueden ocurrir en poco tiempo, dos años para ser precisa.

¿Has oído hablar de la primera impresión?

Esa que dicen que es la más importante, algo así como nuestra tarjeta de presentación. Esa que puede definir el futuro de una buena amistad naciendo, o tal vez un romance idílico y lleno de pasión... O, en caso contrario, si tienes una suerte patética, le caes mal a esa persona y continúan su existencia como si se hubieran conocido y yendo más a lo extremo, quizás, solo quizás, convertirse en enemigos.

He aquí un gran dilema.

¿Ves lo importante que termina siendo una buena primera impresión?

Sin embargo, en mi caso la primera impresión no contaba como algo trascendental para recordar, sino, la segunda...

Debo aclarar que justo el día que volví a ver a Cristóbal yo estaba hecha un asco. Y no te hablo solo de mi aspecto desaliñado por un viaje tan largo; mi ánimo también se percibía de la mierda. Me sentía por demás irritada, con sueño y unas ganas absurdas de llorar.

Una pésima primera impresión si me lo preguntas; o en nuestro caso la segunda. Sin embargo, a mi primo pareció no importarle lo fatal que lucia y lo cortante que sonaban mis palabras al hablarle.

¿Nunca se han topado con el tipo de personas que son tolerantes a cualquier cosa y emanan cosas positivas por cada poro del cuerpo?... pues mi primo Cristóbal era ese tipo de persona.

Y es que algo había cambiado en él, obviamente también en mí, pero en él era más notorio.

---¿Estás segura de querer ir al entierro de tú tío?

Lo miré de reojo mientras él conducía camino al cementerio. Cristóbal lucia más delgado, o al menos más de lo poco que recordaba, eso lo hacia ver más jovial y atractivo. Su rostro alargado contrastaba perfectamente con su boca fina y delineada, a pesar de ser moreno sus labios eran sonrosados. Su nariz perfilada y algo grande en la punta encajaba perfecto con sus ojos marrones y pequeños, enmarcados por dos cejas bastante pobladas y algo onduladas. Su cabeza estaba cubierta por una gorra con la marca de adidas y la verdad lo hacia ver aún más joven. Sin contar que en su nuevo aspecto llevaba una camiseta negra, unos jeans azules y botas de seguridad.

---Mi mamá me necesita --respondí volviendo mi vista hacia la ventanilla de copiloto---. Además no tengo otra opción --complete sonando bastante inconforme.

---No estás obligada a ir... Todo en está vida tiene solución menos la muerte.

Volví a mirarlo y está vez su mirada conecto con la mía cuando un semáforo se puso en rojo. Y justo ahí, me sonrió y pude sentir como algo dentro de mi hizo "clic" provocando que mis ojos lo percibieran de nuevas formas.

---Suena tentador pero, huir no es una de mis opciones esta vez --acepté resignada.

Porqué, a pesar de lo frustada que me sentía con la situació, en el fondo sabía que estar con mi familia en este momento, era lo correcto.

---Si esa es tu elección, bien --hablo retomando el camino---. Pero al menos cambia esa expresión de enfado, brujita --mi ceño se fruncio extrañado al escuchar como me había llamado---. Y dejame hacerte sonreir después de que pase todo este drama, ¿qué opinas si salimos por ahí?

A lo lejos vi el tumulto de carros estacionados a las afueras del cementerio; ya habían llegado.

---¿Por qué debería aceptar salir contigo? --cuestione, lo vi maniobrar su camioneta para estacionarla en un espacio reducido.

---Porqué me gusta hacer felices a las personas, lástima que no tengo una varita mágica para todo el mundo --se lamentó. Ambos desabrochamos nuestros cinturones de seguridad y bajamos del auto.

Traté en vano de arreglar mi pelo y verme un poco más presentable antes de entrar al cementerio, pero era caso perdido.

---Pero si a mi ni siquiera me conoces bien --respondí alejándome del espejo retrovisor para entrar al cementerio.

Él camino a mi lado y para mi sorpresa paso uno de sus brazos por encima de mis hombros.

---Pues que suerte para ti que somos familia, así que me puedo arriesgar contigo, primita.

Le di otra mirada, aún más confundida por sus palabras y no sé porque razón, simplemente acepte su ofrecimiento.

---Esta bien, primo. Acepto salir contigo.

Y déjenme decirles que aceptar, fue uno de los tantos errores que cometí.

Porque sin sospecharlo, Cristóbal había entrado a mi vida para quedarse.

 

 



#7075 en Joven Adulto

En el texto hay: confesiones, romance, amor

Editado: 20.02.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.