Lo que nunca sabras

El principio del principio

Yu-ji tenía dos profesoras de violín. La clase de esa tarde, a cargo de una estudiante de maestría, estaba destinada a preparar a la niña para un curso semanal con un profesor de música en una prestigiosa universidad privada. El año anterior, Yu-ji había empezado a estudiar seriamente con la finalidad de ser admitida en un conservatorio medio.

Hye-seong asintió con la cabeza de buen grado, pues sabía que Ok-yeong debía ir a Daejeon, a casa de sus padres, y estaría ausente todo el día. El día anterior la había escuchado hablar con la empleada, que venía a trabajar media jornada, y preguntarle si podía venir a jornada completa por unos días, ella estaría de regreso el jueves.

—Gracias —dijo Ok-yeong—. Si tienes que salir, le puedes pagar antes de la clase.

—Claro.

—Y a partir de mañana, la empleada os dejará la cena preparada antes de marcharse. Si deseas algo en especial, se lo dices de antemano.

—Vale. Ah, ¿irás en tu coche? Han dicho que puede nevar.

—Sí, lo vi en el telediario. No parece que vaya a nevar mucho. Pero no tiene importancia; en esta época del año echan sal en las carreteras.

Según una regla tácita establecida entre ellos desde hacía muchos años, no preguntó —tampoco ella se lo dijo— adónde iba ni cuánto tiempo estaría fuera de casa.

Sang-ho siguió comiendo sin hablar, como si no oyera la conversación. Hye-seong miró a su padre. Sang-ho iba a jugar al golf todos los fines de semana, incluso en pleno invierno, siempre y cuando las carreteras estuvieran despejadas. Si se encontraba en casa a esa hora, era porque su partida empezaba después de comer.

—Y tú —dijo Ok-yeong, adelantando una mano y poniéndola sobre el hombro de Yu-ji— no olvides practicar. Y toma tu medicina.

Yu-ji, con los ojos clavados en su bol de arroz, asintió con un movimiento tan leve de la cabeza que no quedó muy claro si había escuchado a su madre. Con la cuchara aplastaba el arroz dentro del cuenco, que seguía medio lleno. Hye-seong miró el mentón de su terca hermanastra y se acordó de cuando la había visto por primera vez.

Yu-ji nació en pleno verano, un día tan caluroso que sudabas aunque permanecieras sentado inmóvil. A los once años, Hye-seong era más bajo de estatura que ella en ese momento; tenía la



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En el texto hay: misterio, violecia

Editado: 08.07.2024

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