Lo que nunca sabras

Paladar delicado

Apenas podía recordar las últimas horas, cuando se había comportado como una loca maniática y destructiva.

El médico del servicio de urgencias suturó la herida de la frente de Eun-seong, una herida del ancho de un pulgar sobre la ceja derecha. Ella dobló instintivamente las rodillas contra el cuerpo cuando la aguja pinchó la piel, pero no dejó escapar un solo grito. No podía retroceder en el tiempo. Cuando preguntó si le iba a quedar una cicatriz, el médico se encogió de hombros. Eun-seong tuvo la impresión de que sí le quedaría una marca. Cada vez que se había balanceado en la brumosa encrucijada entre la suerte y la desgracia, un ángel la había observado con una sonrisa maligna. Pero allí, tendida en la camilla de la sala de urgencias, con la intravenosa en el brazo, fue consciente de que su convicción de estar condenada era errónea. Hye-seong se preocupaba por ella. Su hermano estaba allí por ella, ¿o no? Estaba sentado en una silla junto a su camilla mirando la tele en su móvil. Eun-seong contempló su nuca huesuda. Un regalo inesperado llamado Hye-seong existía en su vida.

—Oye, Quisqui —lo llamó.

Eun-seong ni se imaginaba cuánto detestaba su hermano el sobrenombre que le habían puesto de pequeño, a los tres años.

Hye-seong se quitó los auriculares y se volvió a mirarla.

—Es injusto. Tan injusto que no puedo respirar...

—Pues no respires.

A Eun-seong se le escapó la risa por primera vez desde la noche anterior. Hye-seong volvió a ponerse los auriculares. Ese gesto tan habitual serenó a su hermana. Una sola cosa les agradecía a sus padres: que siendo como eran, dos personas que nada tenían que ver entre sí, realmente dos polos opuestos, hubieran decidido tener un segundo hijo.

Fue su tía abuela quien le contó cómo había sido.

—¿Sabes que tu mami es muy dulce y nada complicada, pero sí impulsiva? Repetía siempre que debía tener un hermanito para ti, para que en el futuro no estuvieras sola.

La tía abuela se lo había contado cuando Eun-seong acababa de entrar en el instituto, cuando todavía vivían relativamente felices en Hwagok-dong, antes de que falleciera la abuela y a la tía abuela le diera el patatús. Un hermano para que ella no estuviera sola. Afortunadamente, Hye-seong no estaba allí para oírlo. La mera

posibilidad de que una vida fuera creada únicamente en beneficio de otra la horrorizó. Por ella una criatura había sido traída a este mundo, ¡con la misión de acompañarla! Y esa criatura era Hye-seong, su hermano.

Nadie elige nacer. Ella sabía los detalles de su propio nacimiento, pero el de su hermano parecía envuelto en un secreto. En realidad, más acertado sería decir que Eun-seong sabía cómo llegó a conservar su vida. No había forma de que no lo supiera. Por la época en que fue capaz de entender las palabras de su idioma natal, su madre repetía: «Nunca lo hubiera hecho de no haber sido por ti, nunca», y «No habría seguido adelante con el embarazo de no haber sido por ti, jamás». Su voz, ronca y dolida, en la que se mezclaban el arrepentimiento, la aflicción y el deseo inconfesable, penetraba en el joven corazón de Eun-seong. No era eso, por supuesto, lo único que su madre le decía. También decía que la quería, que lo lamentaba, que estaba agradecida de tenerla. A veces decía esas cosas mientras les restregaba la espalda a Eun-seong y a su hermano en la bañera, o les cocinaba unas suculentas hamburguesas bien grandes, o les frotaba las pantorrillas con el ungüento contra las picaduras de los mosquitos, cuando intentaba salir de su inercia. También les dijo esas mismas palabras cuando los llevó a casa de su abuela y luego se fue a vivir con otro hombre. Gracias a ella, Eun-seong aprendió a una edad muy temprana a decir «te quiero», «lo siento» y «gracias», que supuestamente significaban lo mismo, y aprendió también que una niña indefensa no tenía el derecho de rechazar esos sentimientos.

Siempre creyó que era injusto. ¿Por qué tenía que soportar que su madre dijera a quien la quisiera oír que Eun-seong había cambiado el rumbo de su vida? Después de todo, era culpa de ellos, un hombre incapaz de refrenar su lujuria y una mujer que no había prestado atención a su propio ciclo. Kim Sang-ho y Kang Mi-suk, sus padres, se casaron en el verano de 1984. Eun-seong nació tres meses después. Una historia banal, tanto en la década de 1980 como en la del 2000. Sang-ho había vuelto a la facultad después de un período en el ejército; tenía veinticuatro años, la misma edad que Eun-seong ahora, y Mi-suk tenía veintiuno y empezaba sus estudios universitarios. Tuvieron que renunciar a sus sueños por preservar ese feto, del tamaño de una semilla de caqui, concebido en un arrebato de pasión: diplomas universitarios, salarios de

posgraduados, un hogar de recién casados alegre y acogedor... avenidas hacia las muchas e inciertas posibilidades de la vida, en adelante imposibles de alcanzar.

Una de las primeras cosas que figuraban en la lista de deseos de Mi-suk era un hermoso traje de bodas. En el juzgado de paz, aparentemente siempre había un vestido de alquiler de talla grande a disposición de las novias como ella. Habría respirado hondo y mantenido una expresión de felicidad y una gran sonrisa durante toda la ceremonia. Por lucir un velo blanco se habría convencido a sí misma de que, en ese momento, en su barriga no había nada. Y habría deseado con toda el alma que los asistentes a la boda también se lo creyeran. Cuando Eun-seong se pensó a sí misma como un feto temblando detrás del ridículo adorno de encaje rosa que cubría la parte central de su traje, temerosa de que la descubrieran, se entristeció mucho y creyó que se le podrían haber quebrado los huesos de la clavícula.

—No se abrochó bien el primer botón —insinuó en una ocasión la abuela mientras comían, en alusión a su madre. No pareció percatarse de que la del primer botón mal abrochado estaba sentada a su lado.

—Fue por su condenado sentido de la responsabilidad, ¿no? —murmuró la tía abuela.



#1102 en Thriller
#531 en Misterio
#609 en Detective
#422 en Novela negra

En el texto hay: misterio, violecia

Editado: 08.07.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.