Me pregunto si puedes recordar el día posterior; para mí, seguirá sonando cursi si lo exteriorizo tal cual lo bauticé en mi mente.
La resaca que tuve al despertar fue magistral, en un sentido grande y doloroso. Me removí en una cama que no era la mía, y cuando logré abrir los ojos apenas, los suaves rayos del sol entraban deliberadamente por un ventanal sin cortina y vidrios sin polarizar que, evidentemente, no eran míos; como la habitación en sí.
Al rato fue que recordé, cuando me quité las colchas de la cabeza y te vi durmiendo a mi lado; y también tengo que confesar que me tranquilicé cuando me percaté de que vestía un buzo gris tuyo, ese de marca adidas, con el que me familiaricé tanto que casi me adueñé de él.
La noche anterior, después de lo sucedido a la orilla de la playa, volvimos con el grupo; dónde supe que Walter, Lila y John estaban enterados de lo que pensabas proponerme. Steffi estuvo feliz cuando, brevemente, le conté. Saory se fue, molesta, después de que yo me dejara llevar por ti a quién sabe dónde; así como ella misma lo expresó.
Esa mañana, me removí tanto sobre la cama sintiéndome mal que acabaste por despertar. Tenías un buzo azul puesto; lo recuerdo porque cuando abriste tus ojos y me buscaste con la mirada, éstos se veían de ese mismo color, haciendo un muy hermoso contraste.
Ni siquiera en la actualidad logro recordar cómo fue que llegamos a dormir a tu casa, ni cuándo me abrigué con tu ropa y me cubrí con tus colchas gruesas, a pesar de que recuerdo con absoluta claridad cómo, en ese entonces, te giraste sobre la cama y me rodeaste los hombros con un brazo, somnoliento.
Intentamos volver a dormir, pero el dolor de cabeza no me lo permitió. Ése día te portaste tan lindo conmigo; aunque comúnmente lo fuiste, con algunas excepciones claro está, pero en ese momento no estaba acostumbrada a ese trato.
Me diste analgésicos para mi dolor de cabeza y me hiciste ingerir una cantidad considerable de líquidos, me cubriste con tus colchas y te acurrucaste a mi lado; me acariciaste el cabello y las sienes.
Recuerdo que me preguntaste si recordaba lo que había sucedido esa noche, y aletargada, sin saber a qué te referías específicamente, te respondí que no del todo. Tu frunciste el ceño y ladeaste la cabeza; te recuerdo observarme como si buscaras hurgar entre mis recuerdos, y entonces fue allí que comprendí a que exactamente te referías. Me reí con la garganta rasposa y como respuesta te abracé por el torso hundiendo mi cara en tu hombro.
En mi mente aún no me lo creía.
Ésa fue la primera vez que preparaste el almuerzo para ambos, porque cuando decidimos levantarnos ya era pasado del mediodía, ¿lo recuerdas? Tu madre dormía porque la noche anterior había trabajado turno nocturno en el hospital donde era enfermera, y Lucy estaba con su padre como todos los fines de semana.
Y sí, cocinabas delicioso; aunque nunca te lo confesé directamente pero de igual forma tú siempre supiste que amaba tu comida.
Esa tarde me dejaste en la puerta de mi casa porque tenías que ir al súper antes de que Lauren despertara y viera la despensa semi vacía. Te despediste con un besito súper tierno que mi hermano interrumpió y del que sacó conclusiones erradas, ¿recuerdas? Tú mismo le dijiste que ya éramos novios, pero él hizo muy evidente que no deseaba hablar contigo.
Cuando te fuiste, tuvimos una discusión de la que nunca te di detalles gracias a lo avergonzada que estuve debido al comportamiento de Andy. Era un tanto lógico que él estuviera receloso con respecto a ti, pero de mí no debió haber dudado jamás.
Y aunque ocurrió hace ya algunos años, aún me produce una punzada de arrepentimiento su cara de ofensa y desconcierto cuando le advertí que si le decía algo mal de ti a mamá, yo iría de chismosa a contarle la situación por la que él en ese entonces estaba pasando y que era verdaderamente preocupante y mil veces más importante que lo mío.
Andrew siempre ha sido un cabeza dura, pero agradezco que luego haya podido comprender que recién estaba iniciando algo contigo, y que lo que menos quería era que nadie se metiera u opinara al respecto. Nadie podía sentirse con el derecho de decir si estaba bien o no, cuándo solamente conocían una pequeña parte de los sucesos y no la profundidad de las cosas.
Pero antes de que mi hermano lograra comprenderme, ya le había llenado la cabeza a mi padre de cosas nefastas referente a ti.