Lo que nunca te dije, crush (+16)

25

El cumpleaños número seis de Lucy es una de las cosas más bonitas aunque agridulces de recordar. Para ese entonces Alex –ese compañero de clases con quien te llevabas tan bien– te había pedido de favor que cuidaras su departamento tipo estudio situado muy cerca al campus universitario; recuerdo que su madre estaba muy enferma en una provincia lejana y él quería estar con ella. Tú habías aceptado más por el hecho de ser solidario que por algún otro interés; al principio solamente visitabas el inmueble durante el día, después pasábamos al regresar de clases y pedíamos comida a domicilio para almorzar, hasta aquél día que nos tocó cuidar de Lucy toda la tarde porque tu madre necesitaba comprar unas cosas para su fiestecilla y estuvimos allí: llenamos la alacena y vimos Bambi con la niña –aunque tú siempre te dormías a la mitad de esa película–, Walter y Saory nos visitaron esa tarde y dormimos esa primera noche allí hasta que después se hizo un poco costumbre. Tanta, que Lucy escribió con creyón rojo su nombre en la pared porque estaba aprendiendo a escribir y quería rayar por todas partes. Fue un poco difícil limpiarlo pero logramos borrarlo sin dejar evidencias.

También fue difícil que dejaras de aventar por ahí tus zapatos, siempre quedaban atravesados en medio del pasillo.

Unos días antes del cumpleaños de la pequeña había ido a buscarte a casa un tal Derek; tu mamá fue quién te dio la noticia porque en ese momento estabas en mi casa. Tú casi te cierras por completo como solías hacerlo antes; no querías ver al niño que causó que tu padre se fuera con otra familia.

–¡Se fue porque él venía al mundo, –habías dicho, negando con la cabeza con total amargura–, yo solo tenía cuatros años, Leigh, y acabábamos de pasar por algo… horrible… necesitaba a mi papá, mamá lo necesitaba, y el solo se fue!

Mi corazoncito se había encogido por ti; hacía un año y un poco más que tu padre había fallecido, y tú le otorgaste el perdón frente a su lápida, pero entonces ahí, cuando tu medio hermano quería establecer vínculos afectivos contigo, vi que aún existían rastros del dolor y la rabia que cargaste durante tantos años, y me di cuenta de que no lo habías perdonado del todo.

–Liam, él no tiene la culpa de nada, ni siquiera había nacido, no puedes culpar a un inocente. –Habías negado con la cabeza con fuerza, refutando lo que yo decía, entonces tomé tu cara y te obligué a que me miraras–. Solo tiene catorce años y desea saber lo que es tener a un hermano mayor; perdió a su padre hace poco, y sabemos el historial que tiene su madre…

Ojalá no fuera intentado nada.

–Carleigh, esto es muy difícil para mí, no me pidas eso.

Ojalá lo fuera dejado así.

–Está solo, Liam, prácticamente solo. Tú no eres rencoroso ni mucho menos una mala persona, y él es tu sangre. Puedes darle el beneficio de la duda, ¿sí? Conócelo, no te pido mucho.

Ojalá no te fuera convencido.

Derek pudo pasar fácilmente como un chico dulce aunque con algunas carencias afectivas. Recuerdo a Lauren susurrarme las gracias cuando accediste a invitarlo al cumpleaños de Lucy; ella, al igual que yo, también creía que estabas dando un gran y significativo avance.

–No te estoy mintiendo cuando te digo que esto es difícil para mí. –Me habías dicho cuando todo estaba listo en la fiestecita de Lucy y solo esperábamos a los invitados.

Estabas serio y con el ceño fruncido. Yo, en cambio, estaba contenta y satisfecha; creía que estaba haciendo un bien y que más adelante me lo agradecerías.

Quién diría que más adelante yo misma lo maldeciría.

–Lo sé, pero no olvides que sí puedes. –Me recuerdo pasar mis brazos alrededor de tu cuello y tirar de ti para que me besaras.

Fue muy bonito cuando Lucy llegó corriendo y nos separó; era toda una tinkerbell, pero le faltaba algo y había ido hasta ti a buscarlo.

–Liam, tinker tiene los ojos azules pero yo no, los tuyos son verdes pero a veces cambian de color, dámelos. –Tú la habías tomado en brazos, y cuándo ella terminó de hablar extendió su palma hacia ti con toda la naturalidad del mundo, como si de verdad esperara por tus ojos.

–¿Qué? –tu frunciste el ceño con horror–, estás loca, no voy a darte mis ojos.

–Liam, no llames así a la niña. –Lauren estaba a unos metros, capturando a toda la decoración en una fotografía antes de que llegaran los invitados–. Tráela aquí para tomarle una foto.

–Mamá, quiere sacarme los ojos. –Recordar tu tono horrorizado me hace reír todavía, eras un dramático total, por eso tu madre había rodado los ojos como respuesta.




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