En una noche lo suficientemente fría y oscura como para poder ser considerada bastante siniestra por cualquiera, y aún más, por una joven dama que se hallaba caminando sola, entre el espesor que procuraba brindarle la noche. Con el leve susurrar del viento a sus espaldas, que no hacía más que erizarle la piel con cada segundo que pasaba.
Los pasos lentos y vacilantes que daba, eran muestra del ínfimo miedo que la penumbra de la noche suscitaba su ser.
Más aun así, no desistía. De manera temeraria seguía avanzando.
Tal vez eso fuera la muestra más clara de la sangre temeraria que fluía dentro de sí, o una muestra de que era lo suficientemente tonta. Tan tonta como para aventurarse a algo prohibido.
El tiempo parecía ralentizarse a cada paso que ella daba, el viento frío descubrió aquella gruesa y pesada capa que antes cubría su cabello y su rostro, quitándole por completo el único escudo que parecía haber formado entre ella y el lugar en el que se adentraba, dejando a la vista una melena dorada que parecía resplandecer en aquella incipiente oscuridad que la rodeaba.
Mientras más se acercaba a su destino, más neblina parecía envolverla, había algo que le pedía entre gritos y súplicas que se marchará.
Que regresará a su cómoda vida.
Que se olvidara de lo que tenía que hacer en aquel lugar.
Pero en contra parte, había algo que la orillaba a hacer lo contrario.
A probarse a ella misma que podía ser de ayuda, que podía lograr su objetivo por... por una vez.
Solo por una vez podía serle útil.
Solo por una vez...
...
— ¿Que hacía en el Támesis? — preguntó sin ninguna pizca de cortesía o comprensión, se encontraba considerablemente irritado. No había sido una de las mejores semanas que había tenido, y al parecer no tenía la intención de mejorar. Su mal humor recaía principalmente en el hecho de haber sido sacado de su cálida cama a las tres de la mañana, por este caso, justo cuando todo parecía hallarse en paz. Debía de haberlo sabido, la calma siempre precede a la tormenta.
— No... No puedo decirlo — contestó aún consternada por su hallazgo. Aunque consternada no sería la palabra idónea, se sentía como si no fuese ella misma. Se sentía como si aún no hubiese asimilado lo que pasaba, como si solo se tratase de un sueño, un febril e infausto sueño del cual era víctima.
— ¿Esta consiente de la situación? — preguntó con impaciencia, llevaban hablando de aquello desde hace ya diez minutos y la joven que tenía frente a él no daba signos de querer decir más. Presión, se dijo a sí mismo. Necesitaba presionarla de alguna forma si quería recaudar la información necesaria.
— Lo sé — contestó débilmente. Mas ni ella misma estaba fielmente segura de que su respuesta fuera una que hubiera asimilado, solo se encontraba hablado por defecto, de manera automática, sin tener plena conciencia de sus palabras.
— Vamos... — pronunció de manera débil, luchando por recordarse así mismo que frente a él estaba una joven y que debía de ser paciente. Todo lo paciente que podría ser el en esa situación, cuando se estaba prácticamente congelando — señorita sé que es difícil, pero necesito saber todo lo que pueda.
— Yo solo la halle ahí.— dijo señalando hacia su lado izquierdo, más se arrepintió de inmediato, no le gustaba rememorar la escena, cosa que había sido inevitable al señalar la dirección y aun encontrar un charco de sangre. Su rostro perdió el color y se contrajo en una expresión que el no supo interpretar por completo, era una especie de miedo, y desasosiego.
— ¿Que hacía en plena madrugada en el Támesis? — se obligó a preguntar nuevamente con paciencia. Aunque él ya se estaba empezando a hacer una idea al respecto.
— Estaba... Estaba dando un paseo. — contesto con esperanzas de que el hombre que tenía frente a ella creyera aquello. Esperanza, se dijo a sí misma, una esperanza infundada. No sería un detective si creyera eso. Nadie creería aquel disparate.
— Porque habría de creer eso señorita... — dijo dejando al aire aquella tacita pregunta. El nombre, no lo sabía, un detalle. Los otros no lo habían mencionado y a él no le había importado demasiado en un inicio.
— Clarisse, Clarisse Helliwell — completo ella ya asimilando la situación, eso era, debía mantenerse serena. Si bien nunca la habían preparado para mantenerse estoica ante semejante situación, aunque según las normas, nunca debería haberse visto envuelta en aquello ni por asomo. Lo único que le quedaba era mantenerse tranquila para así salir indemne, para tratar de reparar sus errores. Para no volver a dañar a alguien.
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Editado: 05.02.2020