Retrocediendo un poco el tiempo a cuando el niño lavaba sus dientes antes de dormir. Su práctica no ha mostrado resultados desde que decidió sonreír sin manos, pero es de esperarse, puesto que está intentando mover músculos que no acostumbra.
Se mira en el espejo y hace fuerzas con distintas partes del rostro, sin cambios aparentes. A pesar de eso no se rinde; normalmente, las ideas en su pequeña mente podrían desvanecerse y perderse en la memoria de corto plazo. Pero no esta vez; lo que surgió como curiosidad se había convertido en una meta que estaba determinado a cumplir.
En medio de sus esfuerzos infructuosos tuvo una epifanía. Fue un simple momento de inspiración el que le permitió vislumbrar un camino a seguir. Al igual que lo que había dejado de hacer, puso sus manos en las comisuras de su boca y las levantó.
Era la sonrisa falsa que usaba sus manos para conseguirla; ahora bien, lo diferente en esta ocasión es que concentró sus esfuerzos en tratar de captar los cambios en las sensaciones de su rostro.
Fue solo una intuición momentánea, pero tuvo la idea de intentar reconocer los músculos de su rostro que actúan al sonreír. Es posible que tenga alguna especie de talento o solo haya sido coincidencia; sea lo que sea, esta forma de practicar tenía bastante sentido.
El tiempo pasó más rápido que nunca y su entrenamiento del día debía terminar, por lo que salió del baño y dio las buenas noches a sus padres antes de acostarse para dormir, desconociendo que mientras él durmiera plácidamente, ellos también descubrirían algo importante.
Llega la mañana del día siguiente y los padres aún duermen. La tensión acumulada durante la semana de observación de su hijo les había pasado factura y ahora se encuentran en un tranquilo y profundo sueño.
Por su parte, el niño ya llevaba un rato levantado y al ver que sus padres dormían, decidió aprovechar la oportunidad para continuar con el entrenamiento del día anterior.
Miró su rostro en el espejo, tocó los costados de su boca, los levantó y centró su atención en la sensación. Se detuvo unos momentos e intentó hacerlo sin apoyo, luego reanudó el ejercicio y repitió las mismas acciones, una y otra vez.
Como si estuviera en trance, continúa con este proceso con una impecable concentración, parpadeando lo menos posible para no perderse cualquier cambio, por pequeño que sea.
Una labor casi mecánica que llega a un abrupto fin en el momento que logra sentir que algo en su boca se tensa al probar a sonreír sin sus manos. Su cuerpo se congeló, todo este tiempo no había parado de intentarlo, pero ahora que encuentra un avance, no está seguro de qué hacer.
Siente una presencia extraña cerca de su boca, no comprende lo que es, pero intuye que eventualmente podría convertirse en una sonrisa. No se permite a sí mismo relajar los músculos recién descubiertos para no olvidar la sensación.
Pasan veinte segundos y comienza a sentir una extraña incomodidad, pero no detiene la contracción. Tuvieron que transcurrir otros treinta segundos para que se detuviera por la aparición de un ardor que lo sorprendió.
Esperó un par de minutos a que pasara la molesta sensación en las inmediaciones de su boca y pretendía continuar hasta que escuchó ruido proveniente de sus padres que recién se estaban levantando.
No tuvo más opción que detener este inesperado y extenso entrenamiento, pero de todas formas ya había conseguido mucho más de lo esperado y se encontraba satisfecho con sus resultados, por lo que fue a ver a sus padres para dar los buenos días.
Un desayuno más tardío que de costumbre tenía lugar en el comedor de la casa, la familia comía tranquilamente en un ambiente de palpable serenidad. Cada uno de ellos se encontraba sumido en sus pensamientos, meditando sobre lo que habían logrado recientemente y repasando mentalmente lo que harían después.
Los intercambios de palabras fueron escasos y breves, apenas unas cuantas preguntas y respuestas sobre temas mundanos. Una conversación sencilla que culmina con la comprobación de si alguien tiene algo que quisiera hacer el día de hoy. Interrogante cuya negativa fue compartida por todos, por lo que pasarían el día relajándose en casa.
De tal manera que continuaron con la mañana acompañando a su hijo mientras jugaba con sus bloques de juguete. Entonces de pronto surgió un pensamiento recurrente en sus mentes, ¿por qué siempre escoge jugar con esos?
Quizás habían estado muy concentrados en otros asuntos como para prestarle atención a esta duda que se había acrecentado en ellos, pero ahora que sus mentes estaban más despejadas que de costumbre, tuvieron el margen para pensar con detenimiento sobre esto.
Si bien es entendible que tenga preferencias personales y juguetes que priorice por sobre otros, esto parece un caso distinto, después de todo, es el único en el que invierte su tiempo y ha sido de esa forma desde que juega por su cuenta.
Al principio pensaron que es debido a que le gustan mucho esos bloques, pero entre las preguntas que le habían hecho a lo largo de esta semana, tres de ellas tenían estrecha relación con esto.
La primera fue si ese era su favorito, ante lo cual respondió con su característico «no sé». También le preguntaron si le gustaba jugar a construir con los bloques, obteniendo la misma respuesta. Para la última de ellas, quisieron ser más directos y preguntar el motivo por el cual siempre se decide por el mismo juguete. En este caso vieron que pareció pensar por un tiempo más largo que en ocasiones anteriores, aunque finalmente recibieron la acostumbrada respuesta.
Sin embargo, ahora que habían concluido que estaba siendo literal sobre su desconocimiento, comenzaron a considerar con mayor seriedad el significado de las respuestas a dichas preguntas.
Tomando eso en cuenta, intercambian opiniones al respecto, aprovechando los momentos en los que su hijo está ensimismado en su juego y no les presta atención, manteniendo conversaciones breves y en voz baja.