Camino despreocupadamente con los niños de ocho años delante de mí, llevo un uniforme, este consta de un pantalón tipo cargo color caqui, con una playera con el logo del campamento, una chamarra gruesa e impermeable del mismo color del pantalón y unas botas tipo militar, pero de color negro.
Llevo una gorra que me ha prestado Zep, ayer por la noche que estuvo en mi cabaña.
Han pasado ya cuatro días, en donde hacemos la misma rutina, escabullirnos a la cafetería, el preparar el chocolate y ver una película cualquiera, ayer antes de ir allá, nos quedamos sentados en las escalares de la cabaña, viendo la lluvia caer, se quitó la gorra y me la puso, con la excusa de que durante estos días la necesitaría más.
No me negué al volver a la cabaña la guardé y hoy en la mañana, después de peinarme decidí utilizarla.
Zep me ha ayudado con los niños, cuando deja a su grupo con otro chico que es tipo “suplente” y durante estos días él ha estado en todo momento conmigo, los niños que al le tocaron tienen doce años y siempre los tiene entretenidos.
Ahora me encuentro caminando, volvemos del bosque en donde fuimos a hacer una pequeña excursión, yo les explique un poco sobre las plantas, anoche me quede unas horas estudiando un libro que habla de este bosque, memorice algunas partes.
Los niños siempre están jugando, pero trato de enseñarles que no hagan eso mientras vamos de regreso al campamento, son solo nueve niños a mi cargo, a Emine le ha tocado los chicos de once años y está encantada divirtiéndose con ellos.
Los chicos se van a sus cabañas y yo los observo irse, ahora otro chico le tocara hacer alguna actividad con ellos, no siempre hacemos lo mismo, el chico que se turna conmigo se llama Alexander, es alto y rubio, de ojos azules, simpático, pero interactuamos poco.
—Hola Enid — Alex pasa a mi lado con una sonrisa — Bonita gorra.
—Gracias — le doy una pequeña sonrisa y me despido agitando la mano de un lado a otro a modo de despedida.
Camino un poco más y me encuentro con Zep jugando con sus niños, al parecer están en una rueda y cada uno tiene que correr en diferente extremo, las risas de los chicos se hacen presentes cuando ven a Zep perder.
Me siento en uno de los troncos a esperar a que termine, durante ese lapso de tiempo veo como Zep hace de todo para que los chicos se sientan bien, los incluye y apoya.
Una niña de cabello azabache y ojos café obscuro se gira a mí, me saluda y se acerca a Zep que de inmediato se gira a donde yo, me sonríe y vuelve a hablar con los chicos, pasan diez minutos y él se acerca a mí.
Hoy quedamos de ir a dar una vuelta por el bosque cuando termináramos de hacer nuestra actividad con nuestros niños.
Cuando besa mi mejilla con normalidad aun siento mariposas y vuelven los nervios cuando sus ojos avellana me analizan.
Caminamos por donde había venido con los chicos y comienza hablándome sobre unos cuantos animales que tiene en casa, me cuenta de su perro llamado “Puki” el cual es Alaska, su animal favorito, por lo visto, me cuanta cuando se lo han regalado y sobre cuanto come.
Lo escucho, me encanta escucharlo hablar de las cosas que lo hacen feliz, subimos la montaña por un camino que tiene piedra, algunas escaleras que hay, así que nos vamos, me pregunta acerca de si tengo animales a lo que respondo que no.
No soy muy fan de los animales, a veces siento que no logro conectar con ellos.
—Bueno, cuando conozcas a Puk, te va a encantar — sube un escalón y me tiende la mano.
Veo su mano y luego sus ojos, la tomo y se siente cálida y suave.
—Me encantaría conocerlo — respondo tras unos cuantos pasos que hemos dado.
—También te encantara conocer a Kath — sus ojos avellana ven los árboles.
—¿Kath? — cuestiono con duda y curiosidad.
—Si, es mi hermana la más pequeña.
Me habla sobre ella; tiene ocho años, sus ojos son verdes como los de su madre y su cabello es rubio como su padre, que tiene el carácter fuerte y tiene mucha energía, que habla hasta por los codos.
Me rio de todo lo que me cuanta, de cuando era más pequeño y de su hermano Jessie, dos años menor que el, cuando habla de él no entra mucho a detalle solo lo describe como un chico serio, enamorado del rock, de ojos avellana como su padre, cabello castaño como él y su madre, que solo comparten eso.
No pregunto, creo que el tema no le gusta mucho y prefiero mantenerme al margen hasta que él quiera abrirse conmigo.
Al llegar a la cima, nos hemos tardado una hora y media, las nubes grises siguen adornando el paisaje, llegamos jadeando de lo cansado que ha sido, todo a nuestro al rededor son nubes, el aire frio hace que me abrace a mi misma, me siento en una piedra enorme puesta en una orilla de la montaña, Zep se sienta a mi lado y me atrae a su cuerpo.
Es la primera vez en que lo hace, su cuerpo es cálido y me hace sentir muy bien, dejo de sentir frio por un momento, podría quedarme así toda la vida, sin necesidad de hablar con él, tan solo sintiendo su cuerpo dándole calor al mío.
—¿Por qué no trajiste una chamarra más gruesa? — protesta bajando y subiendo sus manos en mi brazo, a modo de darme más calor.