Cuando tenía cinco años tenía una conexión única con una niña más grande que yo por dos años, a decir verdad, no sé en qué momento ella y yo nos hicimos amigas, solo recuerdo que aparte de Noah en la escuela tenía una amiga que pasaba los recesos comiendo conmigo porque yo no tenía muchos amigos.
Recuerdo que ella siempre me invitaba a su casa y como es mexicana su familia hablaba mucho en español yo me fui acostumbrando y aprendiendo del idioma. Ella siempre me decía que a veces hablar dos idiomas era de lo más difícil.
Juagábamos con unos utensilios de juguete, con unas muñecas, parecía que a ella le gustaba más mi compañía que la de otras niñas de su edad.
Emine ha sido a la única a la que le he confiado lo que siento por Zephyr, ella sabe todo de mí. En secundaria cuando ella entro al colegio, le conté de un chico que me estaba conociendo. Ella lo conocía pues había estudiado un año con él, lo conocía mucho mejor que yo y podía decirme si confiar o no. Siempre me ayudo a aclarar mis sentimientos con su frase << Si un buen chico llega a tu vida tú vas a sentirlo en seguida>> yo tomaba mis decisiones gracias a ella.
Y siempre estuvimos la una para la otra, aun cuando se iba a México con su familia la distancia no importaba cuando ella y yo hablábamos por horas, contándome sus días ahí.
Un día por asares del destino Alice empezó a hablar con nosotras, cuando teníamos siete y nueve años, Alice tenía ocho, recuerdo que las tres íbamos con Noah para molestarlo y jugar un rato. Fue ahí donde me di cuenta de que tenía a mi pequeña familia, que tenía a tres personas que no importaba cuanto estarían ahí apoyándome, que me darían un abrazo cuando lo necesitara y celebrarían conmigo todas mis victorias.
Hasta que un día Emine se fue a México, parecía que volverían a vivir ahí, me costó mucho aceptar que ella se había ido porque parecía que solo era algo temporal que se convirtieron en tres años. Tres años donde pensé que jamás volvería. Tres años donde imagine que ella se había olvidado de mí, cuando ella volvió era alguien tan distinta de físico, su cabello era largo llegándole a la cintura y un poco rizado, sus ojos marrones se veían brillantes, había crecido mucho. Ya no quedaba nada de la pequeña Emine que se había ido.
Su sueño era estudiar en Harvard, un sueño que tenía desde que había vuelto y aunque algo en mi se puso triste, sus ojos, su forma de relatar su vida me hacían pensar en que yo era egoísta por solo pensar en mí. Emine cumplió veinte años hace un par de días y a pesar de haberse tomado un año sabático para pensar mejor las cosas, ahora su sueño de estudiar en Harvard era realidad y pronto se llegaría el día de la despedida. Hará su vida y solo estaremos en contacto por un móvil, no sentiré sus abrazos como hace tres años, que ella no estará consoladme porque me he sentido insuficiente o porque no sirvo para el amor.
Emine se ira y con ello los hermosos recuerdos que construimos en estos años, se va a ir y aunque me dejara llorando porque no quiero verla irse de nuevo. Sé que es su felicidad, que ella está cumpliendo sus sueños, soy consciente de que ella encontrara su lugar en este mundo y que cuando nos volvamos a ver estaré tan orgullosa de todo lo que haya logrado.
Mi móvil empieza a sonar y me doy cuenta de que he manifestado a Emine con el pensamiento.
— Hola— digo dando un suspiro, ayer cuando volví de la cita con Zep me enteré de que había logrado entrar a Harvard por los mensajes que Noah me había mandado una media hora antes, no podía asimilar aun que tendríamos esa conversación de despedida.
— Hola, Enid. ¿Cómo estás? — pregunta y algo en mi se rompe.
— Bien — trago saliva para no soltar en llanto — ¿y tú?
— Me alegra — aclara su garganta y sé lo que vendrá después— yo también estoy bien— escuchó como suspira — tengo algo que contarte — su voz suena emocionada y con tristeza al final, y es justo esa voz me dice que lo que he pensado está a punto de suceder.
—¿Quieres que nos veamos en algún lugar? — pregunto limpiando una lagrima que ha salido.
— Te vere en el parque que está cerca donde antes estudiábamos — cuelga la llamada un minuto después de ponernos de acuerdo.
Empiezo a llorar, a sentir que mi corazón late tan fuerte, una tristeza invade mi mente y corazón. Me cambio y voy con Emine. Espero de verdad espero que esto no sea una despedida porque las odio.
Al llegar al parque todo sigue igual, la fachada de la escuela, las bancas y árboles, nada ha cambiado, solo que ahora el día se siente triste.
Ella está de espaldas, viendo la fachada de la escuela, mientras me acerco unas cuantas lagrimas salen y siento que no podre aguantar mucho tiempo.
— Estoy aquí — digo en voz baja, pero ella me escucha.
— Enid — dice sonriéndome con los ojos cristalizados —¿Recuerdas cuando tu ibas en el primer grado y yo en tercero? ¿Cuándo te venía a buscar para comer juntas? ¿Cuándo nos hicimos nuestro “lugar” porque no nos gustaba pasar tanto tiempo con otros niños? ¿Recuerdas todas esas veces que me hacías reír? – una lagrima se le escapa —¿Recuerdas cuando te conté de mi sueño? – asiento — en tres días mi sueño se hará realidad — dice sonriendo y llorando.
— Estoy tan feliz por ti — digo con la voz temblándome y corro a abrazarla.
Estoy tan pequeña a su lado que me hace sentir débil y frágil, ella acaricia mi espalda dándome un poco de calma.