Lo que pudimos ser y no fuimos

Capítulo 34

Sus ojos miel recorren mi rostro con preocupación y yo me siento aún más pequeña, siento que todo en mi se ha detenido de manera abrupta. Él ha venido hasta aquí desde Londres; sin esperarlo me envuelve en sus brazos y murmura:

—Lo siento, lo siento, ya estoy aquí— envolviéndome aún más fuerte contra su pecho. El olor a lavanda, a salvia y a romero entran por mis fosas nasales dejando que sienta ese aroma familiar de él y haciendo que respire por un momento y me sienta segura.

—¿Cuándo llegaste? — murmuro aun abrazados haciendo que me sienta lejana al lugar en donde me encuentro.

—Hace un momento, le he preguntado a Emine donde estabas y ella me comento que había visto que estabas en el pasillo en donde se encuentra la habitación de Alice — se separa un poco lo suficiente para dejar un beso en mi frente que hace que mi corazón de un vuelco.

—Chase no sé qué voy a hacer, estoy aterrada de lo que pueda suceder — pongo mi cabeza en su pecho y las lágrimas salen, dejando que saque todo lo que he estado cargando durante horas. Da pequeñas caricias en mi espalda, permitiendo que me desahogue, me brinda calma, paz y tranquilidad que jamás había sentido en mi vida.

—No tengas miedo, solo tienes que confiar en los planes de Dios y dejar que él se encargue de todo — acaricia mi cabello y reparte algunos besos por mi cabeza; es su voz, es su compañía y su forma de ser lo que me hace confiar en él, en que el estará conmigo pase lo que pase.

El abrazo continúa mucho más, no deseo separarme, no ahora que puedo sentir esta calma en mi cuerpo y en mi mente, me gusta sentir esta protección, esa seguridad que me brinda me hace sentir mucho mejor. Hablamos un poco más, me pregunta sobre lo que he sentido y no me presiona para que le cuente más. Tomo su mano y nos dirigimos a la sala de espera en donde los padres de Alice se ponen de pie y van en dirección de la habitación de su hija.

Emine está con la cabeza recargada en la pared, cuando me ve llegar me sonríe débilmente. Nos sentamos a su lado y ambos platican un poco, le pregunta cómo le va en Harvard, sobre cómo es su vida de universitaria y cuando ella responde no lo hace con emoción y lo entiendo porque en este momento nada me hace feliz, no podría hablar de algo que me motivaba cuando una de mis mejores amigas está sufriendo en el hospital.

Mis padres llegan cuando los tres nos quedamos en silencio, saludan a Chase quien suelta mi mano momentáneamente; mi padre y él se alejan un poco para hablar, mi madre va en busca de la señora Hampton. Emine y yo nos quedamos solas un momento y su voz baja me saca de mis pensamientos.

—Pensé que el que te gustaba era Zep y no Chase — me muerdo mi labio inferior con nerviosismo.

—Ahora no sé qué es lo que siento por el — confieso y eso en lugar de hacerme sentir mal, me libera.

—Lo entiendo, ahora mismo yo también me siento extraña. — tomo su mano y le doy un ligero apretón.

La señora Hampton llegue con mi madre sosteniéndola y la sienta en una de las sillas. Ella esta pálida y tiembla cuando solloza. Las observó, mi madre está apoyándola, dándole esa mano que necesita en este momento, le da palabras de aliento y le da su hombro para que se desahogue todo lo que quiera.

La vida nos da lecciones que debemos aprender a superar, nos enseña que todo es tan efímero que nunca sabemos hasta qué punto podremos disfrutar de esa corta felicidad. Así como hay días soleados, alegres y hermosos; también hay días llenos de nostalgia, grises y con tormentas que no esperamos que sucedan.

Alice siempre había sido fuerte, nos demostró una y otra vez que, aunque pasaran un millón de cosas, la felicidad se consigue con las cosas mas pequeñas y extrañas que puedas imaginarte.

Cierro mis ojos e imagino, los recuerdos me llegan como rápidos flashbacks y las lagrimas comienzan a salir. Nunca pensamos en que las personas se convierten en recuerdos que atesoramos en nuestra alma, en momentos que se convierten en felicidad y que pasas recordándolos una y otra vez, porque te sacan una sonrisa y te vuelven la vida un poco de colores intensos y bonitos.

Los ojos azules de Alice aparecen, dejando que el nudo en mi garganta se pierda y llegue una sonrisa, de felicidad, porque la recuerdo a ella haciendo un millón de locuras, de aventuras y de momentos inolvidables que sé que jamás podre quitar de mí, que los llevare hasta no quede nada de mí.

—No sé qué sienta mi corazón en este momento — murmuro en el hombro de Emine — pero sé que en algún momento descubriré que es este sentimiento que siento por ambos chicos, porque uno es intenso, diferente y el otro es bonito, mágico y lleno de encanto. Independientemente de eso, ahora mismo se que mi felicidad no es alguien, sino son mi familia, mis amigos y esos pequeños momentos que construyó con ellos.

—La vida no siempre se trata de crear momentos felices, ni de forzar la felicidad — la voz suave pero ronca de Noah me hace abrir los ojos — se trata de encontrar un punto de equilibro para saber como avanzar con calma por ella y aprender.

Besa sutilmente mi mejilla y acaricia suavemente mi cabello. La vida con ellos siempre se siente mejor, juntos somos como un escudo para el otro, somos un pequeño grupo de amigos que se quieren profundamente y que saben que, aunque la sangre no los une, el lazo que se creo durante los años, los hace indestructibles.



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En el texto hay: amor, crecer, amistad cariño

Editado: 16.08.2025

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