Cuatro años atrás
Mi vida estaba perfecta, había conocido tantos amigos durante mi primer año de colegio que creía que todo podría funcionar. Era la chica popular, tenía bastantes amigas y algunos chicos intentaban salir conmigo.
Mi vida no podría ir mejor. Hasta que conocí a él, el chico de ojos miel que se parecían a los de mi mejor amigo, estaba sentado a lado de Kyle, un chico con el que siempre me había llevado relativamente bien.
El chico no me hablaba, siempre estaba pendiente del celular o ayudando a otras personas, cuando estaba cerca de Kyle el se iba rápidamente, pensé que nunca entablaría una conversación con él en toda mi vida. Hasta que Kyle nos presentó “Chase” su nombre resonaba en mi cabeza, sus ojos miel se quedaron clavados en los míos por varios segundos, su mano suave envolvió la mía en modo de saludo y sonrió débilmente cuando noto que me sentía nerviosa con su presencia.
—Enid — la voz de Kyle parecía lejana — Te estoy hablando — cuando salí de mi estupor el chico de ojos miel estaba con una sonrisa de oreja a oreja y yo comencé a ponerme roja. — Ha sido un milagro que alguien le saque una sonrisa a Chase.
Inmediatamente él borra la sonrisa y se sienta en una mesa cualquiera, ignorando a todos. Frunzo el ceño y giro a ver a Kyle quien está reprimiendo una sonrisa.
—No importa, el es así — se encoje de hombros y continúa hablando de un proyecto que estábamos haciendo juntos.
Durante toda la tarde mis ojos se desviaban a Chase y por momentos me encontraba con su mirada. Esa tarde fue la primera que dio impulso a todo lo demás. Chase aparecía mas seguido, continuábamos hablando cuando Kyle se iba y me dio su numero para textearnos, me quedaba despierta toda la noche por hablar con él.
Salimos a caminar, al parque, íbamos al cine, comíamos helado juntos, escuchábamos música juntos, íbamos a cafeterías y había momentos en que tomaba mi mano distraídamente. Me dedicaba canciones, me hablaba de sus películas favoritas, hablábamos de todo y cada día sentía que me estaba gustando un poco más.
Chase me hacia sonreír, un mensaje suyo, una carta escrita, una canción dedicada, cada pequeña cosa que hacía, me hacía sentir de tantas maneras posibles; cuando eres adolescente la vida se te hace fácil, querer a alguien aún más, porque te hace sentir de todas las maneras posibles.
Y quisieras vivir ahí para siempre, quedarte toda la vida con esa persona, porque tus emociones son fuertes, estas experimentando lo que todos llaman “amor adolescente” un amor que es inocente, tierno y lleno de esperanzas.
—Boo — Chase toma mi mano saliendo de la función de la película que acabamos de ver —¿Quieres ir a comer algo?
Asiento y vamos a una de las tiendas de comida china del centro comercial, su cabello negro esta revuelto, lleva una sudadera grande color negro, sus ojos no dejan de brillar cada vez que me ven y siento la felicidad desbordar por cada uno de mis poros.
—¿Esta todo bien pequeña Boo? — ese apodo me hace sonreír aún más.
—Si, esta todo muy bien — nos entregan nuestra comida, pasa su mano por encima de la mía y su calor me llega hasta el pecho.
Se que somos éramos dos adolescentes que estaban aprendiendo a vivir, experimentando la vida de una manera diferente, Chase hacia que mi mundo girara en su dirección, que me encantara pasar horas de mi vida a su lado, hablar y hablar, me dejaba ser tal cual era, una chica parlanchina que le encantaba verlo sonreír.
La vida parecía perfecta a mis catorce años, era un sueño, como una película de Netflix sobre el amor, porque si, estaba saliendo con un chico guapo, atlético, inteligente, detallista y no le tenia miedo a mostrar sus sentimientos.
Como todos los adolescentes, amar es dramático, crees que tu mundo se termina cuando el chico que te gusta te dice “Lo siento Enid, ya no te creo nada” porque ni si quiera sabes como explicarle que el chico con el que te vio y te robo un beso, no fue mas que un error y que el no significa nada para ti.
Sus ojos miel ese día se apagaron por completo, cuando me acerque a el para decirle como habían sucedido las cosas, el nuevamente me dijo “lo siento Enid, ya no te creo nada” dándome la espalda y dejándome con todo mi amor en las manos.
Ese miércoles por la tarde quise dar vuelta a la página, quise continuar con mi vida y olvidarme completamente de los siete meses que conviví con él, quise olvidarme completamente de él, de todas esas citas, cartas, canciones y todo sobre el chico de ojos miel que me hizo sentir de todas las maneras posibles, él se había convertido en mi mundo, en mi lugar seguro.
Las calificaciones bajas, la mala actitud, las noches sin poder dormir, las ojeras, el cansancio y el llanto, orillaron a mis papás a buscarme ayuda profesional, fue ahí que conocí a psicóloga Elizabeth, una mujer de treinta y cuatro años, cabello castaño, ojos verdes y mirada cálida, con quien hable acerca de los sentimientos intensos que estaba sintiendo en ese momento, le hable de el chico, de todo lo que significó para mí.
Tal vez encontremos personas que sean por un momento eso que tanto queremos en nuestra vida, les daremos demasiada importancia, pero si cometiste errores, mentiste, fallaste, traicionaste…, eso hará que se cree una gran desconfianza como persona.