"Lo que pudo haber sido"

Capítulo 1 — "Una oportunidad, tal vez"

El aire fresco de la mañana parecía cargar consigo una promesa que Samara no sabía si quería aceptar del todo. Era el primer día de tercer año de secundaria, y a pesar de la sonrisa que adornaba su rostro, una mezcla compleja de nervios y esperanza revoloteaba en su pecho. Había algo en ese momento que la hacía sentir ligera, como si el tiempo mismo estuviera dispuesto a darle una nueva oportunidad, a corregir aquello que no había salido bien.

Caminó por los pasillos de la escuela con la mochila colgando de un hombro y la mirada curiosa, saludando a algunos compañeros, tratando de memorizar rostros y nombres. El murmullo de voces, los pasos apresurados, el aroma a libros nuevos, todo componía una sinfonía familiar que contrastaba con el torbellino que Samara sentía dentro. Porque aunque el día comenzaba con rutina, para ella tenía un significado más profundo: el recuerdo de un pasado cercano que aún dolía, pero que también alimentaba una pequeña chispa de esperanza.

Cuando llegó a la lista de su clase de inglés, sus ojos se posaron en una coincidencia que la hizo detenerse. Su nombre estaba junto al de Damián. Una mezcla de sorpresa y algo parecido a la alegría le invadió el pecho. No era un amor imposible ni un recuerdo amargo que quisiese evitar; al contrario, habían terminado sin rencores, como dos caminos que se separaban sin cerrar la puerta del todo.

"Quizá esta sea la oportunidad que esperábamos", pensó en silencio, con el corazón latiendo más fuerte de lo que había imaginado.

Pero la realidad fue otra.

Cuando vio a Damián entrar al salón, la emoción inicial se fue desvaneciendo con cada paso que él daba. No era él quien había cambiado, sino ella. La voz que antes le salía con facilidad ahora parecía un susurro atrapado en su garganta. El miedo al rechazo, la vergüenza y la incertidumbre la paralizaban, y pronto comprendió que acercarse a él no sería tan sencillo.

Damián la miró con una sonrisa amable, pero distante, como si guardara secretos que aún no estaba lista para compartir. Samara se sentó, tratando de recomponer la confianza que alguna vez tuvo, pero las palabras no fluían. Todo parecía haberse convertido en una barrera invisible que los mantenía a ambos separados.

Fue entonces cuando la maestra anunció la tarea que cambiaría la dinámica del grupo: escribir una historia de amor, en equipos. Y, como si el destino jugara con sus emociones, los asignó juntos.

Durante las primeras horas, Samara intentó encontrar una conexión en las palabras, una forma de acercarse a Damián a través de la historia que debían crear. Pero pronto se dio cuenta de que la distancia que había entre ellos era más profunda que cualquier silencio incómodo o mirada esquiva. Él parecía ausente, y ella se encontraba luchando contra sus propias inseguridades, intentando no dejarse vencer por el miedo a fracasar de nuevo.

Mientras escribían, la realidad se imponía con una claridad dolorosa: no estaban listos para abrir esas puertas que una vez se cerraron con un suspiro. No era el momento para revivir lo que había quedado pendiente ni para buscar respuestas que quizás no existían.

Samara miró por la ventana, dejando que el sol acariciara su rostro, y sintió ese dolor suave, ese que no duele en el momento, pero que se instala en el alma, esperando a ser sentido cuando el mundo se queda en silencio.

A pesar de la tristeza, algo en ella sabía que ese no era el final. Que había un camino que debía recorrer, un proceso para sanar y quizás, algún día, volver a abrir el corazón sin miedo.

Por ahora, esa historia de amor solo sería eso: una historia escrita en un papel, un reflejo de lo que pudo ser y aún no era.




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