La historia de amor seguía sin escribirse.
No por falta de ideas, sino por falta de sentido. La consigna de la maestra se sentía casi cruel, como si hubiese puesto a Samara frente a un espejo donde solo podía ver lo que no fue. Ella ya no quería escribir sobre finales felices. No podía. No cuando, sentada al lado de Damián, apenas lograba sostenerle la mirada.
El silencio entre ellos se había vuelto una costumbre incómoda, como una mochila vieja que ya no sirve pero que nadie se atreve a tirar. Él hacía comentarios vagos, hablaba con otros, garabateaba en el cuaderno... y Samara se limitaba a asentir, sonreír un poco, fingir que estaba bien.
Pero no lo estaba. No del todo.
Había una tristeza rara en darse cuenta de que algo que una vez te emocionaba, ahora solo te deja vacía. Que alguien que te hacía soñar con lo imposible, ahora ni siquiera puede hacerte sentir segura al compartir una palabra.
Así que Samara decidió rendirse.
No con dramatismo, no con lágrimas ni reclamos. Solo... dejar de esperar.
Y cuando lo hizo, empezó a notar otras cosas. A otras personas.
Notó, por ejemplo, que Talía —su mejor amiga desde hacía un año— se reía mucho con un chico del otro grupo: Mateo. Lo había visto antes, claro. En el patio, en la entrada, a veces en las asambleas escolares. Era de esos que pasaban desapercibidos hasta que lo escuchabas hablar. Mateo tenía esa energía cálida, como si no supiera que el mundo podía ser cruel.
Un día en la cafetería, Samara los observó desde lejos. Mateo se inclinaba hacia Talía, contándole algo con entusiasmo. Talía reía con la cabeza agachada, dándole un empujón suave. La escena parecía salida de una película romántica, de esas donde la gente no sabe que se está enamorando hasta que alguien se los dice.
—¿Y ustedes para cuándo? —bromeó Samara cuando llegó a su mesa, dejando caer su bandeja con un golpe suave.
Talía puso los ojos en blanco.
—¿Qué dices? Ni al caso.
Mateo la saludó con una sonrisa abierta.
—Conmigo no quiere, dice que soy un payaso.
—Porque lo eres —respondió Talía, pero con una sonrisa que no negaba del todo lo contrario.
Samara se rió, pero no dijo más. No necesitaba confirmar nada. Solo observaba, con ese ojo curioso que había desarrollado a fuerza de tantas historias inconclusas. Al principio solo era divertido molestarlos. Pero con el paso de los días, y sin saber bien cómo, ella comenzó a pasar más tiempo con Mateo que Talía.
En los recreos, en las clases donde Talía se sentaba lejos, en las caminatas lentas después de educación física, incluso cuando compartían respuestas en tareas que ninguno había hecho bien.
Y así, entre risas tontas y comentarios casuales, Mateo empezó a quedarse en su cabeza más de lo normal.
No fue de golpe. Fue suave. Como cuando empieza a llover y no te das cuenta hasta que ya estás empapada.
Una tarde, mientras caminaban por el patio vacío, Mateo le preguntó si quería una papita de su bolsa. Ella tomó una sin pensar, pero sus dedos se rozaron. Fue apenas un segundo, un contacto tan leve que cualquiera lo habría ignorado. Pero ella no. Samara sintió un pequeño nudo en el estómago, el mismo que le había dolido otras veces, pero esta vez... era distinto. No dolía. Era otra cosa.
Después de eso, comenzó a notarlo más. Cómo se acomodaba el cabello, cómo se mordía el labio cuando pensaba, cómo le brillaban los ojos cuando hablaba de algo que le emocionaba. Y eso la asustó.
Una noche, acostada en su cama, pensó en Damián. Hacía semanas que no hablaban más que lo estrictamente necesario. Y no dolía. Ya no.
En cambio, ahora pensaba en Mateo. En su risa, en lo fácil que era hablar con él, en lo distinto que se sentía estar cerca de alguien que no le debía nada del pasado. Pero también pensaba en lo difícil que había sido ilusionarse antes, en lo cansado que era empezar algo para después tener que terminarlo.
“¿Y si todo vuelve a ser igual?”, pensó, apretando los labios. “¿Y si sólo estoy repitiendo lo mismo con alguien más?”
Pero había una diferencia, y lo sabía. Con Damián, ella esperaba señales. Con Mateo, solo se dejaba llevar.
Y aunque no sabía si eso terminaría bien, por primera vez en mucho tiempo, no le importaba tanto.
#8276 en Novela romántica
#1382 en Joven Adulto
amor desamor, amor decisiones dolorosas, amor desamor ilusiones
Editado: 19.07.2025