lo que queda

**Capítulo 1 — Parte 1 El silencio después de la tormenta**

La tormenta había terminado apenas unas horas antes, pero el pueblo seguía oliendo a mar revuelto y tierra mojada. Las calles estaban cubiertas de hojas arrancadas y restos de ramas que crujían bajo los pasos de quienes se animaban a salir. Luan, sin embargo, no caminaba: corría.

Sabía exactamente adónde ir.

El acantilado siempre había sido su lugar favorito, un borde de mundo donde el viento parecía hablar un idioma propio. Pero esa mañana algo era distinto. Desde que abrió los ojos, una sensación extraña lo había perseguido, como si alguien hubiera tocado su hombro en sueños para pedirle que se apurara.

Subió la colina con los cordones desatados y la respiración agitada. A cada paso, la luz del amanecer revelaba más del desastre que la tormenta había dejado atrás: piedras desprendidas, charcos oscuros y un silencio que no era normal. Los pájaros no cantaban. El viento tampoco jugaba con la hierba.
Todo estaba quieto. Demasiado quieto.

Cuando llegó a la parte más alta, el corazón le dio un brinco.

Allí, entre las rocas húmedas, había un destello. Algo brillaba, débil pero imposible de ignorar, como una luciérnaga atrapada bajo el suelo. Luan se agachó, apartó las piedras con cuidado y encontró un objeto pequeño, redondo, pesado.

Un amuleto.

Tenía grabada una espiral que parecía moverse cuando la miraba fijamente. Como si respirara. Como si despertara.

—¿Qué sos? —murmuró, aunque no esperaba respuesta.

Pero el viento sopló justo entonces. No un viento frío ni cálido, sino uno que parecía traer un susurro, una palabra que no alcanzó a entender… y que, aun así, le heló la piel.

Luan tragó saliva y guardó el amuleto en su bolsillo. No sabía por qué lo hacía, pero sintió que si lo dejaba atrás, algo importante se perdería para siempre.

Detrás suyo, una voz lo sobresaltó.

—¿Luan? ¿Qué hacés acá tan temprano?

Era Mara, con el pelo enredado y los ojos entrecerrados por el sueño. Llevaba su cuaderno de siempre, ese donde anotaba cosas que nadie más veía.

Luan pensó un segundo antes de responder.
Algo le decía que nada sería igual después de ese momento.

—Encontré algo.

Y cuando Mara levantó una ceja, intrigada, el viento volvió a soplar. Esta vez, más fuerte. Esta vez, como si celebrara que la aventura acababa de empezar.



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En el texto hay: aventura

Editado: 20.11.2025

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