lo que queda

**Capítulo 2 — Parte 1 Lo que no debía moverse**

El pueblo entero hablaba de la tormenta, pero Luan solo podía pensar en el amuleto.
Lo había escondido debajo de su cama, dentro de una caja metálica donde guardaba todas las cosas “importantes”: una brújula rota, dos conchas que brillaban al sol y una piedra con forma de corazón que Mara le había regalado cuando eran más chicos.

Pero el amuleto… el amuleto no pertenecía a ese mundo de tesoros inventados.

Apenas amaneció, Luan metió la mano bajo la cama para revisarlo. La caja seguía ahí, fría como siempre. Sin embargo, cuando la abrió, sintió que algo no estaba bien.

El amuleto no estaba en la posición en la que lo había dejado.

Antes, la espiral miraba hacia arriba. Ahora, miraba hacia un costado, como si hubiese rodado… o girado.

—No —susurró—. Vos no te moviste solo. No podés.

Pero en el fondo sabía que sí.
Lo había sentido bajo sus dedos, como un latido extraño.

Un golpeteo en la ventana lo hizo sobresaltarse. Abrió las cortinas y encontró a Mara, esta vez más despierta, aunque con el ceño fruncido.

—Tenés que ver esto —dijo ella sin esperar permiso para entrar.

Cuando se sentó en su cama, abrió su cuaderno. Luan reconoció la página: un dibujo que había hecho la tarde anterior, antes de la tormenta. Una constelación rara, llena de curvas y estrellas que no existían.

—Ayer no estaba así —explicó Mara, pasándole el dedo por una de las líneas—. Se movió.

Luan sintió un escalofrío.
Primero el amuleto, ahora el dibujo… todo parecía querer decirles algo.

—Tengo que mostrarte algo —dijo él, levantando la caja metálica.

Cuando abrió la tapa, el amuleto volvió a brillar con esa luz débil, casi tímida. Mara se quedó en silencio, con los ojos muy abiertos.

—¿Eso… estaba enterrado? —preguntó.

Luan asintió.

Mara no dijo nada durante unos segundos. Luego, tragó saliva y habló con una seriedad que él rara vez le veía.

—Luan… creo que esto te eligió.

Antes de que él pudiera contestar, un ruido profundo retumbó desde afuera, como un trueno que no pertenecía al cielo. Las ventanas vibraron.
Los dos se miraron.

—Eso no vino de la tormenta —dijo Mara.

Luan sintió el peso del amuleto calentarse en sus manos.

afuera, algo acababa de despertar.

Y lo peor era que parecía venir buscando exactamente lo que él tenía



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En el texto hay: aventura

Editado: 21.11.2025

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