lo que queda

**Capítulo 5 — Parte 1 La primera puerta**

El destello del amuleto tardó en desvanecerse, como si la luz se resistiera a abandonar la grieta. Cuando por fin cedió, los ojos de Luan seguían viendo manchas blancas. Parpadeó varias veces, tratando de recuperar la vista, mientras el aire a su alrededor se volvía extraño.

No frío.
No caliente.
Simplemente… distinto.

Como si la plaza hubiera sido desplazada unos centímetros fuera de la realidad.

—Luan… —dijo Mara con un hilo de voz.

Él siguió la dirección de su mirada. El marco de piedra enterrado ya no estaba cubierto por tierra. Ahora sobresalía completamente, como si alguien lo hubiera empujado desde abajo. Las espirales grabadas brillaban suavemente, y la ranura circular del centro parecía más profunda, más nítida, más viva.

El amuleto en la mano de Luan latió.
Una vez.
Otra.
Otra.

Cada latido encajaba con los símbolos de la piedra, haciendo que vibraran de manera imperceptible.

—Creo… creo que quiere que lo coloques —dijo Mara, aunque su tono mezclaba miedo con fascinación.

Luan tragó saliva.
—Y si lo hago, ¿qué pasa?

Mara negó con la cabeza.
—No lo sé. Pero creo que ya empezó, Luan. No hacer nada… también es una decisión.

Otro temblor sacudió el suelo, pero esta vez no fue violento. Fue como un tirón hacia abajo, como si la tierra quisiera llevárselos. El amuleto volvió a calentarse, y Luan, sin darse cuenta, estiró la mano hacia el hueco del marco.

Solo cuando sus dedos rozaron la piedra comprendió que no estaba eligiendo.
Estaba respondiendo.

El amuleto encajó a la perfección. Un clic suave, casi delicado, resonó en el aire… y luego el silencio fue devorado.

La grieta se llenó de luz.

Primero blanca.
Después dorada.
Y finalmente de un azul profundo que parecía venir de un mar subterráneo.

El suelo bajo sus pies tembló de nuevo, pero no como antes. Era un movimiento ascendente, como si algo enorme estuviera elevándose desde lo más hondo—algo que había esperado demasiado tiempo.

—Luan… —susurró Mara, retrocediendo—. Mirá.

Dentro del marco, en el espacio donde antes solo había oscuridad, ahora se abría un pasillo. No era una cueva natural. Era una estructura construida, con paredes lisas de piedra que se iluminaban solas a medida que se extendían hacia abajo.

Un camino.

Una entrada.

Una puerta.

La primera puerta.

El amuleto volvió a su temperatura normal, pero ya no brillaba. Había cumplido su función.

Luan sintió cómo el aire cambiaba, cómo algo antiguo y desconocido lo llamaba desde lo profundo.
El susurro que antes había oído se repitió, claro como una voz a centímetros de su oído:

“Adelante.”

Mara lo tomó del brazo.

—Si bajamos… no vamos a poder volver como si nada.

Luan asintió.
Y aun así dio el primer paso hacia la entrada.

Porque en el fondo, algo en él sabía que este viaje no era una elección.
Era un destino.



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En el texto hay: aventura

Editado: 21.11.2025

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