Amara
No recuerdo cómo llegué a la oficina, solo que en un momento mis piernas comenzaron a moverse solas. Solo caminaba, pasillo tras pasillo. Respirando como si el aire no alcanzará a llenar mis pulmones.
Cuando por fin cerré la puerta de mi oficina, el silencio me golpeó con más fuerza que cualquier palabra. Apoyé la espalda contra la madera y me dejé caer al frío suelo. Mi corazón me salía tan fuerte que me dolía.
Sebastián Montenegro estaba de vuelta.
Sebastián Montenegro estaba de vuelta.
Pronunciar su nombre, aunque fuera solo en mi mente, me hizo cerrar los ojos con fuerza. Era como si los últimos seis años se hubieran reducido a nada. Como si todo lo que me esforcé en olvidar hubiera estado esperando pacientemente este momento. Miles de recuerdos de nosotros, nuestros planes, nuestros sueños y el día que todo se destruyó llegaron a mi mente como una avalancha.
Me obligo a caminar hasta el escritorio y sentarme. Miré la pantalla del computador, pero en ese instante no veía nada. Solo recuerdos. Su voz. Su risa. Sus manos.
Su despedida.... No, eso no fue una despedida.
Su huida. Porque eso fue lo que hizo.
Se fue sin escucharme.
Se fue creyendo mentiras.
Se fue dejándome sola.
La rabia llegó a mi en menos de lo que esperaba, mis dedos temblaban cuando tomé el celular. Dudé unos segundos, pero solo había una persona a quien necesitaba llamar en estos momentos.
Camila, era mi mejor amiga y también prima de Sebastián aunque no tenían buena relación ella debería saber que él está aquí, en Sunnyreach.
Presioné su contacto antes de que pudiera arrepentirme.
—¿Amara? —respondió casi de inmediato—. ¿Todo bien? ¿Le pasó algo a Emily?-- preguntó rápidamente.
—No… —mi voz salió quebrada, era apenas un susurro—. Emy está bien. Pero… Cam, volvió, él.. él volvió– dije asustada.
Hubo un silencio corto al otro lado de la línea.
—¿Volvió quién? —preguntó con tono serio, aunque ella sabía perfectamente la respuesta.
—Sebastián– decir su nombre después de tantos años fue como si me apuñalaran directo en el corazón.
El silencio esta vez fue más largo.
—¿Estás hablando en serio? —dijo finalmente—. No tenía idea, la última vez mi madre me comentó que estaba instalándose definitivamente en Nueva York. Pensé que se quedaría por esos lados para siempre.
Solté una risa amarga.
—Yo también.
Me llevé una mano al pecho, como si así pudiera calmar el latido descontrolado de mi corazón.
—De verdad no sabías nada— yo sabía que Cam no tenía idea, pero no pude evitar preguntarle.
—No tonta, como se te ocurre que yo supiera esto y no te hubiera avisado— se escuchaba un poco molesta pero la entendía.— Sabes que no tengo ninguna relación con él y su padre.
—Está aquí —continué—. Es… Es el nuevo dueño del hotel. Camila… va a trabajar conmigo. Es mi jefe.
—Mierda… —murmuró—.
Cerré los ojos, recordando la forma en que me miró. Frío. Distante. Como si no me conociera.
—¿Te habló? —preguntó Camila.
—Sí. —Tragué saliva—. Dijo mi nombre. Como si no significara nada, aunque quizás nunca signifique nada para él….
—¿Y tú?— me interrumpió Cam— ¿tú hablaste con él?
—No pude escaparme, Lo llamé señor Montenegro— dije en voz baja.
Sentí su suspiro al otro lado.
—Eso tuvo que dolerle.
—No creo —respondí—. No parecía sentir mucho hoy.
Mentí.
Claro que lo sabía.
Sebastián siempre sentía. Solo había aprendido a esconderlo.
—Amara… —dijo Camila con cuidado—. ¿Qué vas a hacer?
Miré mis manos. Las mismas que alguna vez él sostuvo entre las suyas.
—Nada —respondí rápido—. Tengo una hija Cam, un trabajo. Una vida que proteger. No puedo permitir que vuelva a destruir todo.
—¿Y si se entera?— podía oír el pánico en su voz— sabes que no acabará bien si se entera Mimi–
—No lo hará —dije, más para convencerme a mí misma que a ella—. Para él, yo soy parte del pasado y una simple empleada.
Camila guardó silencio unos segundos.
—¿Y para ti? —preguntó— ¿Estás segura que no te importa?
No respondí de inmediato.
Porque la verdad era demasiado peligrosa.
—Tengo que colgar —dije al final—. Estoy en el trabajo.
—Llámame cuando salgas —pidió—. Y Amara… Ten cuidado.
Colgué antes de que pudiera decir algo más.
Apoyé los codos sobre el escritorio y escondí el rostro entre mis manos. Sentí el peso de los años, de las decisiones, de los secretos.
Mi celular vibró de nuevo.
Anne.
“Emy salió bien del colegio. Su nivel de azúcar es estable. Llegaremos a casa a las seis.”
Exhalé con alivio. Emily siempre lograba devolverme al presente.
Ella era mi verdad.
Mi fuerza.
Mi límite.
Me puse de pie y alise mi blazer frente al reflejo del vidrio. Ya no era la adolescente que se rompió cuando él se fue. Era una mujer que había aprendido a sobrevivir y tenía una hija por la cual no podía derrumbarme, no ahora.
Pero incluso así…
Sebastián Montenegro había regresado.
Y con él, todo aquello que juré dejar enterrado.
El pasado no estaba muerto.
Solo había estado esperando.
Editado: 26.12.2025