Lo que quiero para navidad, eres tú

2. Las campanas de belén

JAXON FORD

—Muy bien, ¿Estás lista? 

La chica miró el camino y asintió con determinación.

—Lista, jefe.

Jax estiró bien la gabardina que cumpliría la función de ser el escudo que los protegería de la nieve encima de los dos. Miró la intimidante tormenta separándolos del supermercado y respiró hondo.

—Muy bien, ¡Ahora!

Los dos abrigados por completo, corrieron con todas su fuerzas a través de la nieve, en medio de toda la tormenta, podía escuchar a la chica reír. Jax sonrió, sólo ella podía encontrar diversión en una tormenta.

Llegaron al centro comercial al borde de la hipotermia pero vivos. Jax agitó la gabardina cubierta de nieve antes de entrar. El exterior estaba un poco húmedo pero seguía seco por dentro, permaneciendo utilizable. 

Se puso la prenda y atrapó a la chica riendo.

—Tu cara —dijo apuntándolo con el dedo.

Jax miró su reflejo en el cristal de las puertas corredizas, sus barba, cejas y cabello estaban cubiertas en escarcha de nieve, parecía un Santa Claus de supermercado. Sonrió y rió quitándosela de encima. La chica colgó su bolsa reciclable en su brazo y caminaron al interior del lugar.

—Este lugar también está casi vacío —comentó la joven.

—Con una tormenta como esta, nadie en su sano juicio saldría a hacer compras.

—Sí, ¿Quién estaría tan loco para hacer compras en esta situación?

Ambos se sonrieron y se adentraron al centro comercial. Música de jazz navideña sonaba como un himno por cada pasillo, las luces naranja acompañadas de guirnaldas de colores por todas partes iluminaban cada esquina del lugar, La navidad prácticamente se respiraba en el ambiente, no había puesto que no tuviera al menos un árbol de navidad. El techo del centro comercial y la calefacción los protegía del frío.

La chica dejó de caminar y Jax se detuvo dos pasos después. 

—Espere un poco —Liv miró la hora en su muñeca y sus ojos brillaron—. ¡Oh! ¡Ya es la hora!

—¿La hor…?

La chica tomó su muñeca y tiró de él hacia el árbol de Navidad en el centro de la plaza. El arbol era una réplica que consitía en un cono invertido compuesto de pequeñas ojas de plástico verdes y un delgado tubo negro sirvinedo como soporte en el centro. Jax calculaba que aquél árbol medía, al menos, diez metros de altura. Estaba adornado con múltiples luces navideñas y una estrella hasta la cima

—Venga —la chica dijo levantando la cuerda que marcaba el límite alrededor del árbol.

Jax miró a su alrededor con precaución, en busca de alguien que pudiera llamarles la atención por pisar territorio prohibido.

La chica rodó los ojos.

—Descuide, no hay nadie cerca que nos vea —sonrió y agitó su mano—. ¿Dónde está su sentido de aventura?

El hombre, a merced del contagioso brío de la joven, se dejó ser llevado por ella. Ambos se agacharon y entraron al árbol.

—¿Qué es exactamente lo que estamos haciendo aq…?

—Shhh, mire —dijo señalando hacia arriba.

Jax alzó la mirada y esperó, estuvo por desistir un instante y cuando quiso repetir su pregunta, la respuesta llegó sola.

Las luces a su alrededor comenzaron a encenderse una a una, desde la base hasta la punta, todas brillaron en diversos colores. 

—Dios… Jax susurró al ver el increíble espectáculo.

Como si estuvieran rodeados por luciérnagas, las luces titilaban en patrones discordantes, cubriendolos en diferentes colores.

Hermosas y espontáneas, eran iguales a Liv. 

Ambos se dieron la espalda y contemplaron las luces sobre sus cabezas. Caminaron rodeando la periferia, tratando de encontrar un patrón en el cambio de los destellos y fracasando por completo. La imagen era casi hipnótica, Jax jamás había presenciado algo igual. 

Finalmente se encontraron en un punto y Jax bajó la mirada. Contempló a la chica mirando hacia arriba, sus ojos y el resto de ella cambiando con las luces. Brillando como un milagro navideño. No estaba pasando nada espectacular, pero ese instante se sentía especial, memorable. Jax sintió que él mismo había sido hecho para existir en este preciso momento, bajo las luces de un árbol de mentiras sintiendo emociones muy reales.

Liv bajó la mirada y su sonrisa creció al encontrar la suya.

Jax dio un paso adelante, Liv dio otro.

—¡Hey! ¡Ustedes dos! —escucharon una voz tosca llamar.

Ambos voltearon y encontraron al guardia de seguridad asomándose bajo la base del árbol.

—No pueden estar aquí.

Jax se sonrojó como si acabara de ser atrapado cometiendo la peor travesura.

La chica solo río.

—Lo siento —dijo Liv—. Estábamos buscando el baño.

El guardia no cayó ni un segundo en su mentira, pero se contagió de la sonrisa de la chica sonriendo a igualdad. —Bueno, definitivamente no está aquí.

Los dos salieron del árbol.




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