Lo que quiero para navidad, eres tú

4. Santa Claus llegó a la ciudad

JAXON FORD

Jaxon despertó gracias a los ronquidos de alguien, al principio creyó que eran suyos pero al entrar conciencia, descubrió que le pertenecían a Liv.

Abrió los ojos y encontró a la castaña acurrucada contra él, usando su pecho como almohada y su brazo como cobija. Respiraba despacio pero roncaba fuerte, se preguntó como podía emerger semejante sonido de alguien tan pequeña.

Miró hacia la ventana, la tormenta había terminado, el cielo estaba claro y el día brillante. Eran las diez de la mañana, si deseaban abordar antes de que otra tormenta aleatoria empezara, debían moverse ahora.

Movió suavemente el hombro de la joven y ella frunció el seño, hundió la cara en la tela de su suéter y se subió su brazo como si de una frazada se tratase. Luego abrió los ojos al darse cuenta de donde estaba, se sonrojó y se apartó tallándose los ojos.

-Perdón tenía frío -se disculpó con voz ronca-. Por favor dime que no ronqué.

-Tranquila, no lo hiciste -mintió con todos los dientes-. Dejó de nevar, es hora de partir.

La chica miró hacia la ventana.

-Es hora de partir -repitió con melancolía.

. . .

Pasaron primero a la casa de Liv para recoger sus maletas, luego a la de Jax.

Tomaron un taxi hacia el aeropuerto y lograron reservar el primer vuelo a sus destinos. Esperaron el momento de abordaje sentados al lado del otro, consientes de que habían compartido más que sólo una navidad juntos.

Jaxson se sentía diferente, sabía que no era el mismo de hace un día y algo le decía que Liv sentía lo mismo.

-¿Llevarás tus hadas a casa?

-Por supuesto -agitó su maleta-. Le presumiré mis muñecas a mi hermana. Morirá de envidia. Llevarás tu dinosaurio a casa.

-No, lo dejé en la oficina para que cuide el edificio.

-Buena idea.

Sus manos estaban reposando una al lado de la otra, poco a poco se acercaron hasta entrelazarse de manera natural, como si estuvieran hechas la una para la otra, embonando perfectamente entre los dedos del otro.

-Tu hermano te perdonará -dijo Liv-. Del mismo modo que tu familia lo perdonó.

Jax apretó su mano suavemente.

-Tu madre te ama -dijo de regreso-. Memorias o no, su amor sigue ahí, Liv. Es imposible conocerte y no terminar sintiéndolo todo por ti.

La chica descansó su mejilla en su hombro y él descansó su mejilla en su cabeza. Nunca soltando su mano.

Cuando anunciaron su vuelos caminaron al centro del lugar.

-Gracias por esta navidad improvisada -dijo Jax-. Fue repentina, pero puedo decir que ha sido de las mejores que he tenido.

-Igual yo. Algo me dice que no pasó por causalidad, creo que ambos necesitábamos esto.

-Quizás fue nuestro milagro navideño -el hombre propuso.

-Quizás sí.

Sus manos se soltaron y tomaron sus maletas.

-Feliz navidad, Olivia.

-Feliz navidad, Jaxon.

Se dieron la vuelta y caminaron a sus filas.

Jaxon quería hacer más que solo despedirse, la prudencia y el raciocinio se lo impedían, pero ¿No habían sido esas dos características suyas las que lo habían sumido en la monotonía y la repetición? ¿No quería un poco de espontaneidad en su vida?

Si partía a hora sin hacerle saber a la chica de sus sentimientos, tal vez no tendría otra oportunidad.  

Se detuvo.

No, no iba a seguir a su cerebro, no en esta ocasión, su vida estaba llena de oportunidades perdidas, esta no iba a ser una de ellas. Escuchando a su corazón y cargándose de decisión, se dio la vuelta, dispuesto a exponer sus verdaderos sentimientos a la chica que era dueña de ellos.

Al darse la vuelta encontró a Liv de tras suyo, jadeando después de haber corrido hacia él.

Los dos soltaron sus maletas y se acercaron un paso.

No fue un beso de película, ni fue un beso que sea digno de ser enmarcado y vendido en porta retratos.

Fue un beso breve.

Un beso cargado de promesas.

Un beso lleno de buenos deseos.

El mejor beso de su vida.

La chica se retrocedió sonriendo.

El hombre sonrió y asintió.

No había más que decir los dos lo sabían. Pero Jax preguntó igual para cerciorarse.

-¿Sientes lo mismo que yo?

-Desde hace meses.

Jax se sintió como el bobo más grande por jamás darse cuenta.

-¿Sientes lo mismo? -preguntó la chica con timidez.

-Desde hace meses -rió-. Pero soy tan tonto que apenas lo entendí hasta anoche. Soy un hombre algo lento, ¿Valió la pena la espera?

La chica rió.

-Siempre si se trata de ti.

Él tomó sus manos.

-Olivia, a partir de ahora, estarás en cada una de mis cartas de navidad, estarás en mis mejores deseos y estarás en mi mente cada que me pare bajo un muérdago -besó su frente-. Desde ahora, lo único que quiero para navidad, para año nuevo y para todos los días...

El hombre le dio otro besó.

-Eres tú.

-.-.-.-.-.-

¡Gracias por leer! 

Si disfrutaron esta historia, l@s invito a que lean mi novela “Seduciendo al amigo de papá”

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