Lo Que se Dice de los Cuentos

El Hubiera.

De los cuentos cortos que a veces son largos y de los cuentos largos que a veces son cortos, se pueden decir y hablar muchas cosas.

 

Se puede hablar del destino que es incierto o de lo que creemos está escrito para nuestro futuro. También se puede decir algo de la esperanza de saber que, cada cosa se gana y es producto de nuestras decisiones.

 

 

El pasado es irrepetible y no es recuperable, pero podemos darles un vistazo a algunos detalles de nuestro propio pasado a través de nuestra mente y calcular las posibilidades resultantes que deparan, las decisiones cotidianas que tomamos en nuestra acelerada vida.

Ese pasado es un almanaque, un compendio de experiencias vividas. Es la única forma en la que aprendemos, al mirar dentro de nuestras cabezas y hurgar en nuestro pasado los recuerdos, para decidir lo que debemos hacer en el presente.

 

El Doctor Esteban Monroy, es un prestigiado físico, con ideas revolucionarias con respecto a los viajes en el tiempo.

Monroy, usa unos grandes lentes para mirar, debido a que su vista cansada, ya no le ayuda a ver, debido al desgaste causado por la lectura de tantos libros y el uso prolongado de las computadoras. Realmente, el físico, necesita esos lentes redondos con marco de plástico negro para ver.

El prestigiado doctor, aunque luce una cabellera casi blanca y grandes arrugas en su larga cara, siempre que platica con cualquiera de sus muchos colaboradores, cuenta historias de libros viejos que él, alguna vez pudo leer, a la vez que sonríe, mostrando su dentadura blanca. Ocasionalmente se toma su lampiña barbilla para concluir sus relatos.

El maravilloso físico es relativamente alto de estatura, no muy delgado, pero con pocos músculos, ama las probabilidades que se pueden medir, por lo que su última investigación, lo ha llevado a tratar de descifrar, ¿Cómo se puede calcular una buena decisión? Considerando las decisiones y acontecimientos anteriores de una persona, provocando una especie de viaje en el tiempo, dentro de la mente humana.

El laboratorio de Monroy es de última generación y tiene al alcance de su mano todo lo que cualquier investigador físico, biólogo o matemático puede desear, para usarlo en beneficio de cualquier nueva idea.

 

Años atrás, el Singular doctor tuvo la idea de su última investigación, al darse cuenta que cometió un error de decisión al comprar un automóvil usado, que no fue lo que él esperaba y pensó que con un poco de paciencia, podría inventar un programa de computadora, que al conectarse al cerebro de cualquier persona por medio de electrodos, podría buscar los recuerdos de decisiones pasadas similares entre sí y los recuerdos de los resultados de dichas decisiones en la mente, y así, calcular la decisión más adecuada a un nuevo problema, al hacer que el cerebro viajara, en apariencia, al futuro.

Después de casi diez años de investigación y experimentos fallidos, Monroy está cerca de hacer funcionar el programa y el aparato para viajar en el tiempo en la mente, pero tiene un pequeño problema.

El monitor del aparato para viajar en el tiempo no logra presentar imágenes correctamente y el físico no sabe por qué.

Al conectar el cerebro de cualquier persona a su increíble invento, el físico solicita al sujeto de prueba que piense en una pregunta, y en efecto, el monitor presenta la imagen de lo que dicho sujeto, tiene en la mente, pero en el momento de iniciar el programa para buscar los recuerdos en la mente del sujeto, el monitor solo presenta oscuridad, en cambio, al conectar a un chimpancé o a un perro e iniciar el programa de búsqueda, el monitor presenta imágenes que son recuerdos del animal en su jaula, comiendo o paseando, pero con las personas no funciona el programa de búsqueda. Monroy sabe que está cerca de hacer funcionar su máquina, pero no da con el problema.

 

Un viernes del mes de mayo, tras una agotadora semana y una larga sesión con una joven estudiante que se prestó esos días como sujeto de prueba, el doctor Monroy, se dirigía a la muchacha, con amabilidad y con la sonrisa que lo caracterizaba.

—Bien Leticia, hagamos el último intento del día. Piensa en otro problema que te gustaría resolver.

La joven Leticia de apenas veinte años de edad, ya sudaba tras las casi diez horas de trabajo, aunque ella solo estaba sentada en un sillón muy cómodo y giratorio de piel. El calor de tantos aparatos bloqueaba el aire acondicionado del laboratorio.

Leticia miró al monitor con sus ojos claros y diciendo con su voz dulce de niña y colocó su dedo índice en la punta de su respingada nariz. 

— ¡Me gustaría saber! ¿Qué vestido debo usar hoy para ir al cine con Ricardo?

La fascinada joven, se admiraba al ver en la mitad del monitor su vestido rojo favorito y en la otra mitad, un vestido azul precioso que acababa de comprar para su cita. En ese momento, Monroy

—¡Perfecto, ahora iniciaré el programa de búsqueda con los nuevos comandos y…!

El monitor volvió a ponerse negro. Monroy comenzó a desconectar los electrodos de la cabeza de Leticia, diciendo un poco cansado y decepcionado.




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