De los cuentos cortos que a veces son largos y de los cuentos largos que a veces son cortos, se pueden decir y hablar muchas cosas.
Se puede decir que el amor es inmenso o que es eterno. Se puede hablar de la Noche y de la Luna, mientras que uno camina por la tierra mirando su belleza. Pero cuando se habla de una estrella, cuando el corazón se pierde en el deseo absurdo de amar lo imposible, las cosas pueden llegar a ser muy extrañas.
Una despejada noche, después de una larga travesía, por los mares del reproche y de serenata con poesía, un cantante sin querella, platicaba con la estrella.
— ¡Se que todos te molestan con peticiones vanas y que solo te miran, cuando la luna no es redonda o cuando una pena muy onda, les quita de vivir las ganas!
Así rezaba el hombre que tiernamente, miraba a la gran estrella de occidente. Tenía el deseo extraño y loco, de hacer algo diferente.
— ¡Se que nadie te ha mirado, con cariño desinteresado, todos quieren les regales, eso que no han encontrado!
Mientras más rezaba el sujeto, más brillaba la estrellita, cuando lo miraba tan contento, ella se hacía más bonita.
— ¡Me doy cuenta que me escuchas, porque estás brillando más, alegrías me has dado muchas, pues te miro y me das paz. ¡Tienes muchas hermanitas, que acompañan tu camino, más ninguna tan bonita, me despiertas el cariño!
Nadie sabe la razón, pero algo bueno sucedió, ese hombre en su corazón, algo hermoso conoció. La estrellita contestaba, muy adentro de su ser, del poeta que le hablaba, dándole algo a conocer.
— ¡Has podido despertarme despacito, sin pedir nada, yo te felicito, me doy cuenta que algo esconde, el alma tuya que es muy noble! ¡Anda dime! ¿Qué pretendes? Tú que eres solo un hombre.
El poeta respondió apenado, al saber que su canto era escuchado, bajó presto la mirada, dejando hablar tan solo, a su alma enamorada.
— ¡No quiero ser insolente se lo juro, quiero antes disculparme, pero siento algo muy puro, ¿Quiere usted, a mi escucharme?
La estrellita lo miraba y ella solo sonreía, con ternura contestaba a lo que el hombre le decía.
— ¡Habla y dime lo que sabes, te pondré mucha atención! —El hombre miró unas aves y respondió con precisión—. ¡Oiga pues lo que le digo, cuando escuche mi canción!
Ese hombre cerró los ojos y cantando le explicó, aunque sus ropas son despojos, con guitarra le cantó.
— ¡Conocí una linda dama, una noche de verano, sé que ella no me ama, eso no está en mi mano! ¡Su cabello lacio es, muy brillante y delgadito, deja te explico después, mientras canto despacito! ¡Su blanca tés como nieve, me ha robado la razón, su presencia me conmueve y calienta el corazón!
El romántico poeta proseguía sin parar, cantando lo que su alma, no dejaba de exclamar.
— ¡Cuando puedo yo mirarla, le da luz a mi vivir, cuanto puedo yo adorarla, si no está, puedo morir! —La estrellita educada, sonreía al hablar—. ¡Me parece interesante lo que vienes a cantar, ¡Vamos, sigue adelante, para que puedas terminar!
El romántico poeta proseguía sin parar, cantando lo que su alma no dejaba de exclamar.
— ¡Bella estrella de la noche, ya no quiero molestar, hace falta que me escuche, dos estrofas del cantar!
La estrella que miraba con paciencia al señor, escuchó lo que él hablaba, con canto de ruiseñor.
— ¡Es lejana de mi vida, y me duele el saber, pues su aliento es comida, que nunca he de comer! ¡Ella no sabe que lloro, por su amor cada mañana, no sabe que es mi tesoro, solo ella mi dolor lo sana!
La estrellita de la noche, no dejaba de escuchar, contestó sin un reproche, sonriendo al hablar, ambos seres platicaron, con el corazón para rimar.
— ¡Dime entonces lo que pides, te concedo tu deseo!
— ¡Solo quiero que me mires, es lo único que quiero!
— ¡No comprendo lo que dices, habla claro te lo ruego! ¿Quieres que ella a ti te ame? ¡Trataré de complacerte!
— ¡En eso no habrá suerte, sé que no podrás curarme, porque ella es brillante, es lucero que suspira, ¿Cómo puedo ser amante, de la estrella que me mira?
De los cuentos cortos que a veces son largos y de los cuentos largos que a veces son cortos, se pueden decir y hablar muchas cosas.
La estrella brilló como fuego, contemplando a ese hombre, que, con lágrimas de sangre, había ganado el juego.
La estrellita enamorada, bajo pronto desde el cielo, quedando enredada en el pelo y en los ojos del amante, que una noche le cantara..., ¡Le cantara para siempre!
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cuentos cortos, relatos cortos y personajes ficticios, cuentos breves para imaginar
Editado: 01.05.2021