Lo Que se Dice de los Cuentos

Ángeles y Demonios.

De los cuentos cortos que a veces son largos y de los cuentos largos que a veces son cortos, se pueden decir y hablar muchas cosas.

Se puede hablar de lo bueno de la vida y también de lo malo, de los amores perdidos y de los enemigos que tal vez en alguna pelea, cayeron rendidos ante el yugo de nuestra razón.

Pero cuando se habla de los Ángeles o los Demonios que nos persiguen en nuestro camino, las cosas son distintas.

 

 

 Viernes 7:00 am.

 

Carolina es una madre de familia muy amorosa y una esposa estupenda. Su cabello rojizo ensortijado brilla con cualquier luz, sus ojos castaños, redondos y pequeños, resplandecen cuando mira a su hijo, trabajar con su padre.

Esa mañana, la delgada mujer de tés blanca, explicaba a Carlos, su amado esposo, la hora y el lugar donde tenía que presentarse para presenciar la exhibición artística de su hijo Miguel, en un auditorio lejano de su hogar.

—Llegas a la calle Álamos y das vuelta a la izquierda. El edificio está pasando al jardín “Cristal”, ¿Si me entiendes verdad? —El marido respondió con cariño— ¡Por supuesto, es en ese parque donde llevamos a tu mamá para que probara los helados de tequila que no conocía! Ya sé dónde es.

Carolina quería estar segura de que su esposo no faltara al evento, así que agregó a la plática un comentario más.

—Así es, ¡Quiero que llegues temprano para acomodarnos en el frente del auditorio, haz lo que puedas para llegar temprano por favor! —Carlos sólo miró hacia otro lado y se dirigió a su trabajo.

 

Viernes 3:45 pm.

Carlos trataba de terminar sus tareas a la vez que hablaba con Gustavo, uno de sus compañeros de trabajo pidiéndole en forma cortés.

— ¡Tengo que salir de la oficina a las cinco de la tarde, ¿Me puedes cubrir? Tengo que ir a la exhibición de mi hijo y está algo retirado de aquí. 

Gustavo es compañero de trabajo de Carlos desde hace seis años, es un muchacho deportista, con un cuerpo atlético. Sus ojos son verdes y su piel es morena, además, es un poco más alto que Carlos y generalmente, usa chamarras deportivas en la oficina. Gustavo respondió a la solicitud de Carlos.

— ¡No amigo, tengo que llevar a Alicia al cine y me estás complicando las cosas, ¿Por qué no le dices a Agustín que te cubra? —Carlos respondió despreocupado—, está bien “Gus”, ya veré que hago.

 

Viernes 5:35 pm.

Carlos se encuentra atrapado en el tráfico de la ciudad y todavía se encuentra lejos de su destino. Mientras escucha la radio, mira su reloj ansiosamente.

 

Viernes 5:45 pm.

Muchas de las personas que caminaban por la calle Álamos, voltearon al escuchar un estruendoso choque entre un camión de carga y un automóvil compacto. Todo el mundo se acercó a mirar el accidente que provocó un caos general en el ya complicado tráfico de la concurrida calle.

 

Al día siguiente. (4:14 pm)

Carlos abre sus ojos y lo primero que mira es el plafón de su cuarto. Voltea hacia el viejo buró que se haya a la izquierda de su cama, mira la hora en el reloj que se encuentra colgado en uno de los muros de la habitación y pensó.

—Ya es tarde, seguramente Carolina olvidó despertarme, ¡Tengo hambre! ¿Que habrá en el refrigerador?

Carlos se levanta de la cama un tanto adolorido, pero se pone sus pantuflas y se dirige a la cocina de su casa. Los cuartos de esta, se mira un poco oscura. Carlos se siente adormilado y al llegar al refrigerador, lo abre y vuelve a pensar.

— ¡Rayos, no quiero huevo!

Carlos toma un bote de leche y se sirve un vaso, luego de que se acerca a uno de los gabinetes de la sombría cocina y toma el recipiente de vidrio de uno de ellos, un momento después, Carlos vuelve a la cama, enciende el televisor y se queda dormido.

 

Al día siguiente. (9 am.)

El trabajo de Carlos requiere mucha atención. Él prefirió estudiar administración de empresas antes que estudiar psicología como su padre, el prestigiado doctor Héctor.

Carlos se encuentra sentado escribiendo un reporte en su computadora portátil en la sala de su casa, en una mesa de trabajo. Esta habitación, aunque recibía la luz que entra por un gran ventanal, parece estar envuelta en un manto de sombras. Repentinamente, el dedicado administrador, escucho la voz de una mujer que le dice suavemente como si le susurraran al oído. “¡Hola! ¿Como estas?”. Carlos endereza su cuerpo, mirando hacia el frente, sin mover su testa, gira su vista hacia su derecha y después hacia su izquierda, al no escuchar nada más, nerviosamente gira su cabeza y dice suavemente.

 

— ¿Eres tú Carolina...? ¿Miguel?

Carlos no recibe respuesta, toma un poco de agua de un vaso de cristal que se haya junto a su computadora, se encoje de hombros y sigue trabajando.




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