De los cuentos cortos que a veces son largos y de los cuentos largos que a veces son cortos, se pueden decir y hablar muchas cosas.
El destino está ahí, pero solo podremos verlo si seguimos andando el tiempo suficiente para que el destino se canse y deje de huir de nosotros.
En espera del transporte, un hombre trataba de no llorar en plena calle, al haber tenido un disgusto muy fuerte, apenas un minuto antes, con la que una vez fue, la mujer de su vida.
Todo había terminado entre ellos por un mal entendido, pero la molestia del momento, no permitieron a ella, darse cuenta del gran error en el que se encontraba.
Los ojos inundados de lágrimas del pobre hombre no le dejaban ver las letras que indicaban la dirección del autobús que se aproximaba, así que, con mucha pena, sacó un trozo de papel de su chamarra de piel y secó un poco las huellas de su dolor y así poder mirar con claridad.
Una vez que el hombre abordó el vehículo y se acomodó en el asiento más lejano posible, miró por la ventana un poco hacia el cielo y no pudo contener más sus lágrimas, que como cascada, llegaron hasta su boca que permanecía entre abierta, a la vez que apretaba con fuerza sus dientes como si mordiera ferozmente algo que no quisiera perder, sintiendo el sabor salado de su llanto.
Los meses pasaron, el hombre siguió su vida un poco triste todo el tiempo, sin embargo, a nadie dijo de su dolor, ni a los amigos ni a los familiares.
Un día cualquiera, un compañero de trabajo de aquel hombre entró a su oficina y le informó que el jefe de ambos lo necesitaba en la sala de juntas. El hombre acudió de inmediato y al entrar a la sala, el jefe ordenó al hombre tomar asiento.
— ¡Disculpe que lo saque de sus ocupaciones señor Martínez, pero requiero de un servicio especial! Ella es mi sobrina Guadalupe y le voy a pedir que la apoye poniéndola al tanto de las operaciones que realizaba el señor Días, él ya no va a poder seguir trabajando con nosotros y le pedí a Lupita que me ayude, en lo que conseguimos a alguien de tiempo completo para sustituir a Días.
El hombre apenas volteó a mirar a la mujer y dijo respetuoso a su jefe que le sonreía, debido a que ese hombre era el mejor de la empresa.
— ¡Será como usted quiere señor!
— ¡Gracias señor Martínez, acompañe a mi sobrina a la oficina de Días para que se instale por favor!
El hombre se puso en pie e indicó con su brazo a su nueva discípula temporal el camino.
Al llegar a la oficina, Guadalupe trató de hacerle la plática, pero el hombre se portaba un poco cortante, pero la linda chica continuó hablando y tratando de hacer sonreír al hombre hasta que la chica sacó un pequeño porta retratos de su gran bolso y guardó silencio mientras lo acomodó en el escritorio.
Ella suspiró, bajó la vista y una lágrima cayó sobre el escritorio, donde la mujer apoyaba ambas manos, mientras permanecía con la cabeza baja.
El hombre reaccionó preguntando.
— ¡Se siente bien señorita!
— ¡Si, perdón, es que lo extraño!
— ¡Se a lo que se refiere, pero a veces, no vale la pena llorar por los que nos dejan! Yo tuve una novia y me dejó por una tontería y le puedo asegurar, que no vale la pena llorar por nadie.
— ¿Cuál es su nombre Martínez?
—Carlos.
— ¿Puedo tutearte?
— ¡Como quiera!
— ¿Te dolió perder a tu novia por lo que haya sido?
— ¡La verdad, no me gustaría discutir eso con usted!
— ¡Claro, y no lo discutiremos! ¡Pero me has visto llorar y quiero que sepas bien porque lo hice! Ahora contéstame, ¿Te dolió?
— ¡Sí!
— ¿Has tratado de hablar con ella para arreglar las cosas?
— ¡Sí!
— ¿Y has logrado hablar con ella?
— ¡Muy poco!
— ¿La quieres todavía?
— ¡No lo sé!
— ¡A mí me dolió perder a Arturo! He tratado de hablar con él, pero no es posible y todavía lo quiero como el primer día en que lo besé.
El hombre no entendía aun lo que sucedía, así que la muchacha se paró frente a él y lo miró a los ojos y prosiguió hablando.
— ¡Mi tío Hugo, me trajo aquí para que me distrajera y olvidara lo que sucedió! ¡A mí me dolió perder a mi novio, el del retrato! ¡Pero ya no puedo hablar con él porqué ha muerto! ¿No vale la pena llorar por él?
— ¡Perdón señorita, no lo sabía!
— ¡Lo sé Carlos! Tú puedes volver a mirar a la que extrañas, sin importar de quien ha sido la culpa de su dificultad y haces bien tratando de no llorar, realmente, todo problema es trivial si lo comparas a la muerte. Ahora, ayúdame a instalarme y dime que tengo que hacer para ayudar a mi tío.
El hombre cambió su actitud y con una gran sonrisa comenzó a platicar más amistoso con Lupita. En ese momento, el hombre se percató que la mujer era muy linda y que tenía los ojos claros como las aceitunas.
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Editado: 01.05.2021