Lo que se llevó el mar.

Petalos de rosa

—Hola, Elena ¿cómo sigue mi niña?

—Hola, Lucia ella ya está mejor, ya en una hora le darán el alta; por suerte la encontraste a tiempo, si no te tuviera como nana no sé que sería de ella.

—No tienes que agradecer me y sabes que Marina también es afortunada de tenerte.

—Gracias Lucia, puedes pasar a verla.

Veo a mi nana hablando con mi tía y ya empiezo a sentirme culpable, lo único que no me gusta es ponerla triste; después de todo ella no me dejó sola como lo hicieron mis padres.

—Mi niña, cuántas veces te he dicho que no te hagas daño ¿acaso me quieres dejar sola?

—Claro que no nana, es solo que...

No pude decirle que quería que el mar me llevara.

—Ese lugar era muy especial para tus padres, no creo que les guste la idea de que vayas para hacerte daño; ellos solo querían tu felicidad.

—Es difícil, el mar me los arrebató, pero no puedo odiarlo.

—Mi niña, termina este día en mi casa, quiero mostrarte algo.

Después de salir del hospital con todas las miradas puestas en mí, decidí aceptar la invitación de mi nana e irme a su casa, después de todo ese lugar por más triste que sea; no dejará de ser especial para mí.

Llegamos y después de una conversación muy linda y un té súper rico, ella fue a buscar lo que dijo que me mostraría, veía como buscaba en su mesita de noche, pero no me dijo nada y ya muero de curiosidad por saber lo qué planea mostrarme.

—Hola, Luci vine a ver como esta...

Un chico muy apuesto entró a la casa y al verme se quedó sin palabras; la verdad ni yo supe qué decir. Tiene unos hermosos ojos marrones claros que iban muy acorde con sus labios, es más alto que yo y de piel morena con un pelo súper suave, castaño como el mío; me miró de tal manera que ya sentía como mis mejillas se pintaban de rosa.

—Ho-la so-y Ma-rina.

—Ay, nieta mía ¿no me digas qué este bobo te dejó sin palabras?

Ay, nana porqué eres así;  ya podía sentir como me ponía roja de la vergüenza y él solo sonreía; yo Muriéndome de pena y el muy cabrón disfrutando del momento.

—Hola, soy Diego el vecino de Luci.

—Soy Marina, su nieta por decirlo así. Nana ¿qué me ibas a mostrar?

Me enseñó una foto de mis padres sosteniendo me en brazos. Me dijo que ese fue el día de mi nacimiento.

Ya sabía como fue la historia de mi nacimiento pero no había visto esa foto, estaban tan felices. No me di cuenta de que estaba llorando, hasta que mis lágrimas mojaron la foto.

—¡Qué llorona! solo es una foto de cuando eras bebe; que estupidez llorar por eso.

Y en ese preciso momento todo lo lindo que tenía Diego se fue al demonio; salí de ahí hacía el puente para que no siguiera viéndome como tonta.

Luci

Este tiene que ser idiota o se hace ¿cómo puede ser tan torpe?

—¡Auhhh! ¿Por qué me pegas un zapato?

—¡Por idiota!

Me miró como si no entendiera; estos jóvenes parecen que no razonan. Vi un periódico y comencé a pegarle por tarado.

—Doña lucí espere, ¡me va a matar!

—Sus padres murieron y hoy se cumple un año de su muerte.

—Perdón, no sabía nada.

—Hoy también es su cumpleaños, buen tarado. —Le pegué de nuevo con el periódico.

—Ve a disculpar te si no quieres que te pegue el otro zapato.

—Ya, ya voy ¡pero que violenta!

—¡Vete ahora! —Le lancé el periódico a la cabeza)

—¡Me va a matar!

Diego

Al salir para buscar a Marina y evitar la muerte causada por zapatos y periódicos, la vi en el puente mirando el mar; se veía tan linda con su pelo largo y castaño, dejando que la brisa lo acariciara "no sabía nada, fui un tonto con ella".

Me acerqué y ella se quedó mirando hacía abajo, ni se movió, lo que se sintió un poco raro; esperaba que me mirara y así disculparme.

—Lo siento mucho Marina, te juro que no sabía nada.

—Descuida, no es importante.

—¿Cuántos años cumples?

—17, Pero no es un buen día.

—En mi familia hay una pequeña tradición, la hacemos cuando perdemos a alguien.

—¿Cuál es?

No le respondí, me la llevé al pequeño jardín que tenía lucí en su entrada y quité algunas flores.

—Te va a matar.

—Ya lo intentó y vaya que sus zapatos duelen. —La hice reír, eso me gustó)

Fuimos nuevamente al puente, nos sentamos y les di las flores.

—¿Es tu manera de disculparte?

—Sí, pero las flores son para tus padres.




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