Lo que se llevó el mar.

Solitaria

Desperté muy temprano, sabiendo que sin importar lo agobiante que había sido el día anterior; mi tía no permitirá que falte al instituto.

Mientras el agua fría caía en mi cuerpo, pensé en todo lo que ocurrió, como intenté ir con mis padres, las lágrimas derramadas, y las flores que tiré al mar; ese último recuerdo me hizo pensar en aquel chico estúpido de ayer, pero por más que me esforzaba no lograba recordar su nombre.

Me puse el típico uniforme de falda, camisa y medias largas con mi pelo suelto como de costumbre; ya estaba lista para un aburrido día de clases.

Ingresando al instituto veo a mi alrededor como todos se saludan. Pienso en todas esas sonrisas hipócritas y todos esos amigos falsos que solo están en las buenas; me siento bien, ya no tengo a esos hipócritas sonriendo me.

Camino en los pasillos mientras mis oídos quedan invadidos por la música de mis audífonos "Nota Suicida de Porta".

Como de costumbre entro a mi aula sin mirar a nadie a mi alrededor y sin alejarme del arte de Porta; hasta ver llegar al profesor, mientras los demás comienzan a hablar de temas absurdos como la moda actual o quién besó a quién.

Siempre suelo prestar atención a las clases y me considero una buena estudiante; les prometí a mis padres que me esforzaría en mis estudios, pero realmente no me esforzaba hasta que los perdí.

Llega la hora de tomar la clase de religión y con el día de ayer, la verdad no tengo ánimos de hablar del gran amor de un Dios que no hizo nada para impedir que el mar se tragara a mis padres; no suelo hacer esto a menudo, pero salí del aula antes de que llegara el maestro.

Me dirigí hacía las escaleras que llevan al techo de la escuela, es un lugar que se ha vuelto como un refugio para mí este último año; aprovecho que nadie viene y subo cuando necesito pensar sin el ruido de las demás voces insensatas.

Miro al cielo, aquellas nubes blancas que parecen moverse con suavidad y acompañadas del gran fondo azul, azul como el mar, el mar que fue creado por quien todos llaman Dios. ¿Será cierto que existe? y si así es, ¿por qué no hizo nada para impedir que me quedara sola?

—¿Por qué dejaste que pasara? ¿por qué no hiciste nada para impedirlo? ¿por qué no me llevaste con ellos? ¿qué clase de Dios amoroso eres? si no te importa dejar a una niña huérfana que apenas tenía 16 años y no estaba ni estoy lista para perderlos ¿cómo puedes permitir que sufra tanto? ¿por qué no me matas y acabas con esto? de por sí ya me has demostrado que no te importo.

Fue inevitable, me da furia tener tantas preguntas y no recibir ninguna respuesta. Me siento molesta por haber quedado viva; yo debí morir con ellos. Lágrimas caen de mis ojos, pero esta vez no me permito crear un charco de lágrimas, me limpio y bajo las escaleras; aún no termina la clase así que no puedo ir al aula.

Bajando las escaleras mientras aun limpio mis lágrimas, veo que alguien me mira, pero no percibo bien quién es, hasta que bajo al último escalón y noto que es el muchacho de ayer; el de las flores.

No sé que hace aquí, pero sinceramente no me dan ganas de hablar con él, así que camino a dirección contraria fingiendo que no lo he visto, pero casi al instante siento como alguien me agarra del brazo al mismo tiempo que me dice que me detenga, por un momento pensé que era un maestro pero al escuchar su voz; los nervios por ser llevada a la dirección se fueron.

—¿Qué haces aquí Daniel?

—¿Daniel?

—Lo siento, no recuerdo tu nombre.

—wouuu, eso duele.

—Tengo que irme.

—Espera, soy Diego y quiero saber porqué lloras.

—No estoy llorando.

—Pero lo estabas.

—¡Deja me en paz!

Caminé rápidamente lejos de él y entré a una de las aulas que estaban vacías para esperar a que termine la clase de religión.

Diego

La veo entrar ahí donde no hay nadie, tengo la impresión de que estar sola para ella es lo normal, pero qué me iba a esperar de alguien que perdió a sus padres; de seguro es difícil. Después de quedarme mirándola unos minutos decido entrar, no sé, pero simplemente no quería dejarla ahí sola.

—¿Mar qué haces aquí sola?

—No te importa, solo vete.

—¿No querías saber que hago aquí?

—Ya no me interesa.

—Estoy trabajando aquí para pagar mis estudios de la universidad; gané una beca, pero aun es difícil.

—Felicidades, ahora vete.

—¿Por qué me tratas así? solo quería acompañarte, que no estés como una solitaria.

—¿No te pasó por la mente que me guste estar así?

—A nadie le gusta estar solo.

—De seguro ya nana te contó y no sé si eres tonto o te haces, pero desde hace un año que estoy sola; créeme que ya me acostumbre.

—También me dijo que eras una chica muy alegre antes del accidente ¿qué paso con esa chica? me gustaría conocerla.




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