829-365-7621 _ 6:30 a.m.
Hola, Mar
Mari _ 7:00 a.m.
¿Quién eres?
829-365-7621 _7:02 a.m.
Soy tu querido Diego.
Lo agregué a mis contactos para saber cuando ese tonto me esté enviando mensajes y así dejarlo en visto, pero después de saber quien era no le quise contestar. Por cierto, tendré que hablar con la loca de mi nana para que deje de dar mi número; un día de estos terminaré secuestrada y será su culpa.
Me bañé y me preparé con tiempo para desayunar, aunque siendo sincera esta parte del día no me gusta mucho. Antes mi madre me preparaba el desayuno y mi padre hacía bromas para enfadarla, pero al final siempre terminábamos riéndonos juntos; ahora es totalmente diferente y el hecho de que haya pasado un año no hace que el desayuno sea más fácil.
—Mari, te preparé tu desayuno favorito "cereal con leche y moras".
—Gracias tía Elena, Me encanta.
El desayuno estaba delicioso, tanto que no me había fijado en la pequeña caja morada que había cerca de mí.
—Tía ¿Qué hay en esta caja?
—Tu regalo de cumpleaños.
Escuchar eso me molestó bastante, sé que lo hace porque me quiere, mas no comprendo cómo es tan imposible para ella entender que odio mi cumpleaños, qué no me interesa celebrarlo y menos recibir regalos.
—No lo quiero y ya deja de hacer cosas que no te he pedido; no eres mi madre.
—Sé que no lo soy pero te quiero y sé que te gustará este regalo ¡por favor, solo míralo!
—No voy a verlo y no quiero discutir contigo; si te hace feliz me lo llevo, pero no lo quiero.
Puse el regalo en mi bolso y me dirigí hacia el colegio. No me gusta hacer sentir mal a las otras personas, pero siento que todo en mí ha cambiado, de tal manera que se me hace imposible controlarme y cuando me molesto que es casi siempre, digo cosas que pueden herir y aunque luego me sienta culpable; un perdón no puede arreglar todo.
Voy caminando por los pasillos y escucho una voz llamándome, ya sé quién es, suspiro con molestia y me giro hacia Diego, él siempre tiene una sonrisa en la cara, eso lo envidio; él es muy guapo y que me busque y quiera estar conmigo me parece algo tierno, pero no quiero dejar que nadie vuelva a entrar en mi vida, no después de saber como se siente perder a quien amas, no quiero amar a nadie más, no quiero aferrarme a las personas y que de la nada desaparezcan.
—¿Qué quieres Diego?
—¿Por qué no respondiste mi mensaje?
Busqué en mis bolsillos mi celular mientras me hacía la desentendida, entré al chat de Diego y giré la pantalla para que él pueda verla.
—¡Ah sí! es cierto te dejé en visto.
—Ya eso lo sé, pero dime porqué.
Guardé mi celular, me di la vuelta y solo le dije:
—porque no me dio la gana.
Seguí caminando sin mirar atrás, dirigiéndome a mi primera clase; si me sentí mal por lo dura que fui con él, pero es mejor alejarlo ahora que no me importa que cuando ya sea tarde y me haga sufrir.
Las clases fueron algo normal y un poco aburridas como siempre, con la excepción de la clase de literatura y filosofía que para mí son las mejores de todas. El timbre del recreo sonó y todos salieron súper rápido como si mínimo estuvieran entregando dinero en los pasillos, sin embargo, yo salí con toda mi calma; siempre estoy sola y en los recreos no es la excepción.
Me senté en un banco en el jardín cerca de la cafetería mientras escribía y me tomaba una botella de agua; estaba haciendo un poema "Ahogada", algo que no le mostraría a nadie pero que me hacía relajarme y dejar de pensar en todo lo que me agobia.
Sentí como si alguien me mirara desde atrás, así que volteo y para mi sorpresa era Diego; a quién engaño ya no me sorprendía nada, no sé que tiene conmigo; ya siento que está en todas partes y es molesto.
—Mar, quiero hablar contigo.
—Yo no.
—No me iré de aquí hasta que hables conmigo.
Me paré y me dirigí hacia él, me acerqué tanto que podía sentir su respiración; se quedó en shock por mi acercamiento mientras yo estaba preparando algo para él. Con mis manos detrás de mí, abrí la botella de agua y rápidamente se la tiré en la cara, la botella estaba casi llena por lo que terminé mojándolo bastante y haciendo un charco de agua en el suelo.
Me giré para alejarme con cara de victoria, pero casi al instante él me agarró del brazo y con fuerza me llevó hacia él, provocando que por el agua en el suelo me resbalara cayendo prácticamente a sus pies, ¡mierda, ni una simple broma me sale bien, que vergüenza!
—Ay, Mar tan rápido caíste a mis pies. —Con voz arrogante.
Todos nos estaban mirando, no hice más que pararme, recoger mi libreta que se había caído conmigo y alejarme como si nada; ya no me importaba las miradas de los demás, pero mi cara escondía algo. "Me duelen las nalgas por ese estúpido de Diego".
Editado: 24.07.2020