Lo que se llevó el mar.

Mojada

Escuché con atención cada palabra que salía de sus labios, lágrimas amenazaban por escapar de esos bellos ojos, quería calmarlo, pero no sabía cómo hacerlo.

—Al igual que tú, yo no pude despedirme. Tú perdiste a tus dos padres, yo también; aunque mi padre no haya muerto, desde el accidente nunca volvió a ser el mismo, siempre ha estado molesto conmigo; me odia y nunca supe porqué.

—Aún así eres feliz.

—No del todo linda, pero hago lo que puedo.

Una lágrima salió de sus ojos y luego otra, él mira como el sol se esconde y mi atención se queda en esas lágrimas mientras pienso en algo para animarlo un poco como él siempre ha intentado hacer conmigo.

Recuerdo aquella canción que encontré después de ver la tumba de mis padres "Sin despedir" y me acerco despacio hacía Diego para cantarle y de alguna manera calmarlo.

—Te fuiste sin despedir, pensando solamente en ti. ¿Qué le digo a mi corazón? si el no entiende de razón y pregunta por ti.

Sigo cantando y él me mira a los ojos, una mirada suave y a la vez tierna. Continuo y su mirada cambia de dirección hacia mis labios, intento no ponerme nerviosa, pero es difícil; él calla mi canto con sus labios; un beso lleno de dulzura y muy lento haciéndome saborear cada segundo, la intensidad va subiendo y se coloca sobre mí causando que me acueste, sus manos comienzan a viajar por mi cuerpo, empiezan en mis muslos y van subiendo a mi abdomen, su boca ataca mi cuello y en este punto ya me siento como su presa; pero qué importa me gusta ser la víctima cuando se trata de él, "vamos Marina, recuerda, no enamorarse, nada de eso, ¡reacciona!". En lo que peleo con mi yo interno sus labios se dirigen a mi abdomen haciendo un camino de besos que luego reforzó con su lengua.

Me cuesta admitirlo, pero esto está creando un charco entre mis piernas y el causante de eso ni piedad me tiene; sube mi blusa y antes de que sus manos ataquen mis senos, le mordí el labio tan fuerte que se alejó de mí y aproveché para correr hacía la orilla.

—Marina ¿eso qué fue? ¿por qué hiciste eso?

—No quiero.

—Está bien lo siento, no debí apresurar me tanto, perdón.

—No quiero enamorarme, no quiero sentir nada por ti.

—Mar... yo... auch mi labio. —Tocándose el labio.

No me había dado cuenta de lo fuerte que lo mordí, su labio inferior estaba sangrando, eso me hizo sentir culpable. Pensé que estaría molesto conmigo, pero solo comenzó a reír, fue directo al agua y se sumergió. 

Me hizo seña para que lo siguiera, pero no quería mojarme, no más de la cuenta, tal vez él no lo sepa pero ya estaba bastante mojada; mierda, Diego porqué provocas eso en mí. No sirvió de nada negarme, este chico es más fuerte que yo y como si pesara lo mismo que una pluma me cargó y me llevó al agua con él.

Me sumergió junto con él y en cuanto subimos me agarró de la cintura acercándonos más; abrió la boca para decir algo, pero yo me apresuré y con mi pulgar acaricié su labio, pasé mi dedo por donde lo había mordido y le pedí disculpas en un tono que solo él podría escuchar por estar tan cerca de mí; sin darme cuenta ya nuestros rostros estaban casi pegados, a punto de empezar otro descarrilado beso, pero vi algo a la distancia y lo empujé.

—¡Marina, vas a matarme, tu y tu nana acabarán con este cuerpecito!

—Perdón es que...

—Ya sé, no quieres enamorarte, ¡pero no seas tan violenta, ten pena por esta alma inocente!

—Ay, ya no seas tan dramática, quería decirte que hay un cachorro y está solo en la arena. —Señalando dónde está el perrito.

—¿Dramática?

—Sí, pareces una niñita.

—No pensaste eso cuando causé que te mojaras en la arena. —Con una mirada juguetona.

Inmediatamente me sonrojé, pensaba que él no se había dado cuenta.

—Me encanta verte rojita por mí.

—¡Diego, el cachorro!

Ambos fuimos despacio con el perrito para no ahuyentarlo. El cachorro es blanco con mucho pelaje, no tiene collar y se ve hambriento; decido llevarlo conmigo ya que no veo a nadie por aquí.

—Te llamaré Nieves.

—¿Nieves?

—Es blanca.

—¿Es hembra?

—Sí, y es hermosa.

—Tú eres más hermosa.

—¡Diego ya, me pones nerviosa!

Él guardó la manta escondiéndola de nuevo en la roca, me puso su chaqueta que estaba en la arena y nos dirigimos a su casa para que ambos nos cambiáramos; él obviamente en su casa y yo donde nana, como a veces voy a quedarme a dormir ya tengo ropa guardada allá e incluso nana me preparó mi propia habitación.

Al entrar le expliqué porqué estaba mojada sin los detalles sobre lo que paso con Diego, ella quedó encantada con Nieves y se quedó jugando con ella mientras yo me cambiaba.

Ya estaba lista y solo faltaba secar mi cabello cuando escuché unos toques en la ventana. Era Diego, quería que le abriera; entró en la habitación y sin permiso se lanzó sobre mí haciéndome caer en la cama, iba a protestar, pero me calló con un beso rápido y comenzó a hablar.




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