Lo Que Sea Por Amor

01

ADRIANA

Es de noche y el maldito de Sócrates me dejó plantada, infeliz. Me puse mi mejor lencería para verlo, sin embargo, él, no ha llegado, reconozco ese ridículo sonido, es mi adorado hermano, más bien parece una libélula que me quiere chupar la sangre.

—¿Dónde estás, Adriana? Necesito dinero. Es sábado y tu hermanito menor, quiere divertirse.

—Deberías saber lo que significa la palabra tra ba jo, de verdad que no tienes remedio—Es Sanders mi hermano menor, yo no entiendo, nuestros padres fueron buenos, nos criaron por igual, nunca sentí que hicieran diferencia, yo Salí de la escuela, estudié una carrera, en cambio, él, no sabe qué hacer con su vida, solo divertirse con sus amigos, buscar dinero fácil y las chiquillas descerebradas con las que se relaciona.

—Hermanita, déjame vivir mi juventud, solo son doscientos dólares.

No le digo nada y le termino transfiriendo el dinero, no debería, pero, desde la muerte de nuestros padres hace tres años, me siento relativamente responsable de él. Hace mucho frío, no llevo una chaqueta.

—Muñeca, preciosa, ¿qué haces, solita? Ven y diviértete con nosotros. —Yo los miro de mala manera, porque siempre pasan estas cosas tan clichés, ven a una mujer sola y ya se hacen ideas.

—No gracias, así estoy bien, sigan su camino.

—Qué arisca, no seas sobrada, ven con nosotros.

—¡Que no les dije! —Volteo a mirarlos feo y que capten el mensaje, pero en eso siento que uno de ellos me toma del brazo, intento forcejear con este idiota, pero es más corpulento y fuerte que yo.

—Te vas a divertir, te lo aseguro.

De pronto siento que casi estoy perdida, cuando alguien como saliendo de las sombras con un palo en la mano, empieza a golpear las motos y luego amenaza con llamar a la policía, los sujetos se van y yo siento un alivio.

—¿Cómo te sientes? ¿Te hicieron algo?

Cuando lo miro a los ojos, puedo ver un hombre precioso, de ojos verdes, cabello negro o eso creo, tiene una ligera barba y su mirada, ¡Por dios! Siento que me quemara, ¿Cómo es posible eso? Hace que olvide por completo lo sucedido con esos cerdos.

—¿Puedo invitarte un trago? En agradecimiento

Es lo primero que sale de mi boca, luego me siento algo nerviosa, un hombre así, tan guapo, tan estilo galán de telenovela, dudo que me haga caso.

—Claro, si esto hace que olvides el mal momento, vamos, me llamo Luck, ¿tú eres?

—Adriana, vamos, creo que ahí hay un bar cercano a unos metros, no sé si es de tu gusto.

—¿Mi gusto? ¿Por qué lo dices?

—Tu traje, es italiano, lo puedo ver a simple vista. Los pliegues de su camisa, la seda que usa.

Y a si nos la pasamos caminando mientras, llegábamos al lugar, no digo que sea uno lujoso o un antro de mal vivir, pero sus luces de neón, no lo hacen ver muy sofisticado.

—Después de ti — Todo un caballero, si me hubiera reunido con el idiota que tenía planeado, ya estaría saludando a todo el mundo dejándome de lado. En cambio, Luck, me sonríe y no sé sin querer queriendo o queriendo, me toca de la cintura, y sentí esa electricidad. Creo que también la sintió porque me quedo viendo raro.

Nos sentamos, agradezco la música no muy alta porque empezamos a conversar de cualquier cosa. Dice que terminó ahí porque su auto se averió y que la grúa le dijo que tardaría horas en llegar. Yo le conté de mi cita frustrada y decimos que es algo casi como el destino. Pasa como una hora y luego ponen un poco de música moderna y lo invito a bailar, la vida es para vivirla, no para abrumarse por los problemas que hoy estén.

Sus enormes manos tocan mis caderas y yo me restriego en su cuerpo. Solo tengo veinticinco años, necesito vivir la vida, mis movimientos lo incitan. Siento su aliento en mi nuca, mi mano va a su cara, qué suave es su piel. No hemos bebido tanto como para decir que el alcohol nos hace comportarnos como dos personas totalmente diferentes, o bueno, no lo sé, porque hasta hace unas horas no lo conocía.

—Bailas muy bien.

—Tú no te quedas atrás guapo —le respondo, todo mi cuerpo está sudando, qué calor hace aquí, tengo una idea de cómo calmar todo esto. Me giro y poso mis manos sobre su cuello, es tan alto, me siento como una muñequita, aprovecha la oscuridad, la sombra, delineo sus labios, juego con él, no puedo ver cien por ciento sus ojos, pero puedo sentir como es que lo hace, no hay necesidades más palabras, cuando su boca se posa sobre la mía, devora mis labios de manera majestuosa y yo solo puedo pensar que quiero más que solo besos, de una manera salvaje, mi mano va a su entre pierna, lo acaricio por encima de ella, puedo sentir su dureza rápidamente, está tan excitado como yo.

—Se siente muy bien, tus manos.

—¿Dónde está tu auto? — Le digo, a lo que él me toma de la mano y me lleva hasta él. Entramos y las palabras sobran, para lo que estamos haciendo, sus manos por debajo de mi vestido, como arranca mis lindas bragas con encaje blanco esta noche, según yo quería ser la sexy empleada de servicio. Él toca mis pechos, yo no lo resisto, me quito el vestido como puedo. Estoy sentada en sus piernas, siento su erección llegar a mi coño húmedo y mojado a su causa, besa mis pechos, mientras yo gimo. Estamos en una parte apartada del estacionamiento, nadie nos oye, ¡qué bien se siente! Sus labios, sus manos, yo me mueve más hasta sentir la punta de su miembro rosar mi centro.



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En el texto hay: deseo, amor, dolor

Editado: 19.08.2025

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