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CAPITULO 2 - LA ESPERA HA TERMINADO

CAPITULO 2

LA ESPERA HA TERMINADO

Amelia pertenecía a una familia que llego a ser adinerada por esfuerzo de sus progenitores, intelectuales, inteligentes y trabajadores, aprendió los gustos refinado de una buena educación impartida desde la infancia, de apariencia juvenil, alta y delgada, de rasgos exquisitos, piel clara, ojos grandes, redondos de tonalidades café con ligeros reflejos dorados, boca de labios generosos, nariz recta, en perfecta armonía con el resto de su cara, llevaba siempre su larga melena castaña, recogida en prolijo moño en la nuca, o en desordenada trenza durante las tareas manuales y sus quehaceres cotidianos en las labores del hogar, conformado por sus padres y sus dos hermanos.

Había llegado a la adultez, ya cumplido sus veintitrés años, conservando un juvenil aspecto de adolescente, había alcanzado su estatura definitiva de un metro setenta y cinco, debido esencialmente a su herencia paterna, era alta en comparación a otras jóvenes de su edad, brazos y piernas largas y esbeltas, cintura estrecha, pecho firme, caderas angostas, muy bien formada y tonificada por el arduo ejercicio característicos de sus tareas compartidas en la granja que tenía su familia.

Lo que le dio la fortuna de tener un cuerpo fuerte y tonificado que le daba la oportunidad de ser ágil al momento de levantar pesos o montar a caballo, todo eso sin perder su elegancia, al igual que su madre, quien siendo docente acreditada en la universidad regional, su elegancia y roce no la desmeritaba en nada la ejecución de los labores domésticas y su ayuda en la granja.

Asistió a la escuela regional de artes, a unos kilómetros de su residencia, a la cual iba caminado un largo trayecto diariamente, y el cual le servía para mantener una forma elegante de andar y mover su esbelto cuerpo, que no era ignorado por los jóvenes de la localidad.

Ya solo quedaban dos meses de clases para licenciarse en restauración de antigüedades, y luego de su graduación conocería a su prometido Santiago, al cual no había visto en más de diez años y que casi no conocía, pero que ambas familias ya lo habían acordado desde sus nacimientos,

Amelia estaba ansiosa, esperando que el regresara de la universidad, donde se especializaría en negocios, era dos años mayor que ella, por lo cual estaba contenta con el compromiso, solo tenía una fotografía de él, algo borrosa, que no hacía justicia a los recuerdos que tenia de los pocos encuentros de su niñez, ya que su familia había emigrado a otro país, donde había estudiado y donde residían desde entonces.

Siendo prometida desde que tenía memoria, ella y Santiago se conocieron prácticamente desde que estaban en el vientre de sus madres, las cuales habían sido amigas de toda la vida, al igual que sus padres y el restos de sus familiares, por lo cual siempre estuvo consciente de ese compromiso adquirido por sus abuelos y padres, vecinos de toda la vida, Era una promesa y esta no se rompería nunca.

Entre emocionada y ansiosa, espera el día de su llegada, terminó sus últimos exámenes de colegiatura, esperando el acto de graduación, hacia los preparativos de su vestido y de la cena que darían sus padres en su honor y a la cual asistirían sus familiares, sus suegros y Santiago que regresarían para estar presente en ese evento y anunciar su compromiso matrimonial.

− Falta poco, falta poco −, se oyó decir en voz un poco susurrante mientras caminaba de regreso a su hogar, con temor a ser oída por las personas cercanas a ella. Amelia estaba lejos de apreciar lo hermoso que se transformaba su rostro al dibujar su sonrisa de alegría pensando en su prometido, ya quería que llegara.

– Falta poco −, se repitió mentalmente.




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