Lo Que SoÑamos Nosotros

CAPITULO 5 - LA PRIMERA CITA

CAPITULO 5

LA PRIMERA CITA

Así esos días de espera se convirtieron en semanas, luego en meses, mientras seguían pasando los años, hasta llegar el cumpleaños número veintitrés de Amelia, a los pocos días de esa fecha ella recibió una carta, al abrir el sobre solo había una pequeña nota, “para tu próximo cumpleaños, estaré presente, iré por ti y cumpliré mi promesa Amelia”.

Amelia sonrió feliz, emitió un fuerte suspiro, la emoción inundó su pecho, la espera había llegado, ya pronto lo vería de nuevo, falta tan poco para que eso suceda, siguió sonriendo mientras doblaba la corta misiva y la guardaba dentro la gaveta de su escritorio al lado de sus otras cartas esas que nunca había enviado y que atesoraba con amor, las leerían juntos cuando él volviera, volvió a suspirar, dando la vuelta se dirigió hacia el closet donde reposaba el hermoso vestido que habían confeccionado para ella, era tan hermoso, pensaba mientras pasaba sus dedos delicadamente por los delicados cristales en forma de pétalos que adornaban la falda.

Volvió a sonreír, ya falta poco siguió diciendo, falta poco para que estemos juntos de nuevo.

el dia de su cumpleaños, terminada la cena, servido el postre y tomando tranquilamente el té en el salón de visitas, ambos por fin podían hablarse tranquilamente. Ya había recibido los elogios y felicitaciones de parte de sus suegros, que la miraban con el afecto de quienes veían a una hija después de una larga separación, no dejaban de admirarla y darle las gracias por ser parte de su familia, ella no hacía más que asentir con un leve movimiento de su cabeza, sintiéndose un poco avergonzada y aprensiva de tanta atención hacia su persona,

Santiago se levantó de su asiento, dio varios pasos acercándose a ella, parándose frente a Amelia, alargó su brazo tomándola con su mano, suavemente rodeando con sus dedos uno de sus brazos, tirando de ella hasta hacerla poner de pie, deslizando su mano suavemente a lo largo de todo su brazo llegó hasta su mano entrelazando sus dedos con los de ella, con un gesto que no permitía ninguna replicas por parte de los presente a su lado se dirigió a ellos, aunque solo miraba a los ojos de Amelia,

– con permiso debo hablar un momento con Amelia –, dándole un ligero tirón la separó de la audiencia familiar y se dirigió con ella hacia un lado del salón, donde estaban dos sillones de frente a la ventana abierta y que era el lugar preferido de los padres de Amelia para sentarse a leer después de la cena.

Esperó que ella tomara asiento y luego se sentó el siempre mirando a su cara, ambos se quedaron en silencio unos segundo, tratando de calmar sus corazones y que estos retornaban a la normalidad, sintiendo como la serenidad aquietaba sus latidos, dándole paso a la suave y sosiega emoción y sensación de plenitud en sus corazones acompasados y calmados, ellos no tenían miedo, se amaban sus ojos se los decían entendiéndose plenamente.

–Gracias por rescatarme, tus papás estaban muy emotivos –, le dijo ella, acercándose para que escuchara el susurro de su suave voz.

–Si ellos son así, están más que felices, por estar aquí, no veían el momento de regresar y yo tampoco, te extrañe mucho Amelia – Le dijo con sus oscuros ojos en intenta mirada, en su emocionado rostro de labios sonrientes,

–estaba a punto de golpear la pared, sí no dejaban de acapararte un momento–. le susurro medio en broma y medio en serio, en verdad sus padres no se cansaban de elogiar a Amelia, haciéndola sentir un poco abochornada a pesar de que sabia que eran sinceras sus palabras.

–Yo estoy más feliz que ellos–, le dijo Santiago rápidamente, afirmando con su cabeza y mirándola testificando con su mirada lo que decía con su boca. Aquí estaba Santiago, cumpliendo su promesa, tan apuesto y elegante en su traje gris y negro, alto, esbelto, su cuerpo lucía tonificado, espalda amplia y caderas estrechas, su traje perfilaba lo bien formado que estaba,

–Te he extrañado Amelia −le repitió muy serio esta vez,

− ha sido mucho tiempo, he venido a cumplir la promesa que te hice hace doce años, quiero cumplir con lo que te prometí a ti, no por mis padres o por los tuyos, la quiero cumplir por nosotros–, aun mirándola fijamente a los ojos.

Amelia asintió, escuchando y detallando los matices de su voz, un poco temblorosa, y que se hiso gruesamente varonil.

–Yo también te he extrañado mucho, Santiago, quería que lo supieras, yo te he esperado también–, le dijo ella, correspondiendo a su mirada con igual intensidad y sin ningún rasgo de timidez en ella.

–Tengo algo para ti–, le dijo él, llevándose una mano al bolsillo de su saco, sacando una pequeña bolsa de tela, extendiendo su mano se la dio, ella abriéndola sacó su contenido, era el pequeño lazo de cinta color blanco que le entregó el día de su viaje, el cual estaba sujeto de un pequeño gancho para ajustarlo a su cabello.

Ella extendió su mano hacia él, tomando con sus dedos el pequeño adorno , miró el pequeño objeto y sonriendo llevo su manos hacia su cabeza fijando el pequeño adorno en su cabellera, asintiendo con un leve gesto de inclinación de ésta le dio las gracias,

– Ya cumplí mi promesa de volver, ahora puedo darte el anillo de compromiso–, le pregunto con alegría, a pesar del temblor que agitó su cuerpo,

− Aún quieres ser mi esposa, puedo darte mi anillo de compromiso −, le preguntó con el amor pintado en su rostro,




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