CAPITULO 8
VIVIENDO SU CORTA VIDA MATRIMONIAL Y FAMILIAR
Luego de la ceremonia hicieron su cambio de residencia a su nueva vivienda que habían adquirido para ellos,
una casa adecuadamente cerca del centro de sus trabajos, aunque pequeña la casa constaba de dos
habitaciones, dos salas de baño, cocina comedor, salón recibidor, decorados sencillamente y en el cual los
detalles le daban un toque elegante, dos sofás uno frente a otro, la mesa de centro, pequeñas mesas con
flores a cada lado de los sofás,
Los libreros adosados a las paredes, se sumaban a la decoración, dándole un aspecto agradable a la
habitación, un escritorio doble, donde ellos discutían en armonía sobre sus respectivas obligaciones y tareas
de sus trabajos, un sala comedor, con una hermosa mesa de madera con seis sillas, regalo de sus padres,
Un mueble con la platería y las vajillas regalos de sus familiares, la cocina prolijamente limpia con sus
despensas, hornillas relucientes y sus ollas y sartenes colgados al frente de la isla que separaba ambos
ambientes.
Al día siguiente abrieron la puerta de su casa, dando inicio a su matrimonio que para ellos fue una luna de
miel permanente, porque ellos poco a poco lo fueron convirtiendo en un hermoso hogar, ambos empezaron a
trabajar en el museo de la ciudad, que era propiedad de la familia de Santiago y el cual había sido manejado
por el padre de él, dejando su administración a su hijo y a su nuera, ya que ambos se habían preparado
como administrador e historiadora de arte y curadora de antigüedades para ejercer esas funciones
Amelia y Santiago se veían después de salir de sus respectivas oficinas, caminaban lentamente los cinco
kilómetros que separaba el centro de la localidad donde habitaban y los suburbios, donde habitan las familias
acomodadas de las granjas a los alrededores, o pasean en la bicicleta de dos asientos que Santiago había
traído desde el exterior,
Ambos hacían todo el trabajo doméstico, cocinaban y limpiaban la vajilla ambos, formaban una pareja
armónica y equilibrada, que cada día se conocían más, aprendiendo a resolver sus diferencias sin llegar a
conflictos.
Se aman tiernamente, pero también con pasión y anhelo, cada día se gustaban y desean mas como hombre y
como mujer, ya solo los recuerdos de los pequeños de la infancia se estaban transformando en una
apasionada y enamorada pareja.
Sus ojos, gestos y caricias cada vez se acompañaban al deseo y erotismo que compartían cada noche que se
hacían el amor, eran intensamente felices y querían seguir siéndolo por el resto de sus vidas.
Había pasado ya un año y cuatro meses de su boda y ya tenían la costumbre de salir todos los días a caminar
después de cenar. La avenida que transcurría frente a las residencias de la familias de la zona, se ampliaba
formando una pequeña rotonda que separa la avenida de un prado boscoso y extenso terreno lleno de pinos,
eucaliptos y arbustos diversos, delimitaba la avenida una cerca de madera que rodeaba el camino, desde
donde las personas miraban el paisaje y las puestas de sol,
ese era el lugar y el momento que Amelia y Santiago visitaban diariamente, refrescados con la brisa de la
tarde y maravillados de las tonalidades que los rayos del sol moribundo pintaban las nubes y los borde de las
montañas, haciendo el lugar mágico y diferente con cada estación.
Se quedaban muy quietos, sus manos entrelazadas mirando el lento descenso del disco luminoso, era su
momento del día preferido y esperado, armónica y simultáneamente volteaban cada tanto a verse a los ojos
profundamente, expresando la satisfacción que sentían por su amor y su vida juntos, hasta que el sol
completaba su descenso y la noche tendía su manto, con un suspiro de satisfacción ambos volteaban
silenciosamente hacia el camino de regreso a su hogar. Sin decir nada con un entendimiento mutuo de que
ellos no necesitaban palabras para expresarse lo que ambos sentían.