Lo Que SoÑamos Nosotros

CAPITULO 10 - UNA ESPERA INFINITA

CAPITULO 10

UNA ESPERA INFINITA

Muchos meses después, Amelia seguía caminando por la avenida hacia su lugar favorito, se sentaba a

esperar, mirando al cielo donde el sol moribundo descendía con sus tonalidades naranjas pintando las nubes,

hasta que se despejaba la bóveda oscuro celeste que se llenaba de puntos borrosos a sus ojos, ella

continuaba esperando, sintiendo que no era cierto, que su Santiago regresaría,

–Te he esperado mucho tiempo, regresa ya, amor, regresa ya –, se decía Amelia, mientras dejaba caer sus

lágrimas sentada a un lado de ese camino que se sentía infinito, su mirada perdida, con esa mirada triste aun

llena de esperanza, que se perdía en la nostalgia y el dolor, la luz refleja en el agua tranquila del apacible

estanque hacía eco en esas palabras perdidas en la añoranza.

–Cada tarde esperaré tu llegada, aunque me pediste soportar tu ausencia, no es cierto, tu presencia sigue

intacta en mí, esperaré por ti siempre, pronto iré donde puedas encontrarme–, repetía Amelia para sus

adentros, con la angustia oprimiendo su corazón y su pálida y envejecida cara reflejando su dolor, su perdida.

Cada día, a la hora que el sol baña de colores rojizos, los contornos de las formas en las nubes, cambiando

sus tonalidades rojizas con cada segundo que pasa, se siente la espera en el ambiente mientras la brisa

suave refresca la tarde, moviendo y arrastrando lentamente las hojas caídas, haciendo fugases remolinos en

el pasto prolijamente cortado del parque,

Es el ambiente donde se da lugar la triste escena de la joven, sentada con la esperanza dibujada en sus ojos

de ver aparecer a su amado esposo.

Ha pasado mucho tiempo y la delgada figura que antes esperaba silenciosa, ya no se ve en la banca del

parque, ni recostada en la cerca de madera de la barda, ese rincón que nadie más quiso visitar y que solía ser

visitado por los jóvenes enamorados, que culminaron su triste historia de amor, separados por las tristes

circunstancias de la vida, su destino era separarse y sus almas debían volver a encontrarse.

Amelia ya no visitó más la rotonda, ni camino por la avenida donde paseaba en espera del encuentro con su

adorado Santiago, debido a la tristeza varios años después ella se marchó también, se fue en busca del lugar

donde el pudiese encontrarla, apenas cumplido su veintiocho años dejó esta vida, no quiso seguir viviendo y

en sus últimos momentos solo se volvió a dibujar en su rostro una sonrisa de esperanza, su espera

terminaría.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.