CAPITULO 30
UNA VENTANA DEL PASADO CONECTAD CON NUESTRO FUTURO
Ava despertó muy relajada y con cierta languidez en todo su cuerpo, se sentía descansada y viva, se prepara
un café, algo de desayuno , con la idea de empezar a trabajar en el material de la exposición, dispuso a
trabajar primero en las fotografías que aún estaban en su maletín, pasó las manos por la cubierta de cuero
con cariño, lo abrió sacando el sobre que contenía las añejas fotografías, los colocó sobre el escritorio,
encendió la lámpara de luz blanca, saco su lupa y el fronto luz, además de encender el scanner con la
finalidad de digitalizar las muestras,
– Hojas blancas, un rotulador, bolígrafos y unos clips para sujetar las fotografías en cada hoja −, se decía en
voz baja mientras acomodaba todos sus implementos de trabajo sobre el escritorio
Fue por una nueva taza de café y regresó al escritorio, contó las fotografías,
− quince en total −, dijo en voz alta mientras anotó el numero en una hoja formateada, asegurándose de no
perder ningún detalle del registro, que meticulosamente realizaba con cada pieza que estudiaba, colocando la
fecha y la hora, enumeró cada fotografía en su respectiva página, describió el aspecto físico de cada una
asegurándose de describir con detalle cada una de las características del estado físico de cada foto y de lo
que aparecía en cada una de ellas.
Ya tenía una tres y un poco más de horas trabajando, cuando se estiró, reconociendo la rigidez de sus
músculos cuando llevaba mucho tiempo sin moverse, vio el resto de las fotografías,
–quedan tres aún–, se dijo, decidió prepararse un nuevo café como excusa para levantarse de la silla, se
dirigió a la cocina, encendió el hervidor de agua, tomó una tasa colocándole dos medidas de café, estiró los
brazos sobre su cabeza e hiso girar su torso hacia los lados y en círculos, esta acción logro apaciguar su
rigidez y cansancio.
Vertió el agua en la taza, removió el contenido y tomando la taza se dirigió al balcón dedicándose a saborear
el aromático líquido. Sonriendo después de tomar el primer sorbo, su sabor era exquisito, terminó de tomar su
café, fue a la cocina lavó y seco la taza, colocándola en su lugar, dándose vuelta regresó al escritorio,
sentándose para continuar con su análisis.
Era la penúltima pieza, estaba descolorida y amarillenta, pero aún se apreciaba claramente la imagen, al igual
que la última, en esas dos fotos estaban un joven oficial del ejército, y en la otra el mismo joven allá al lado
joven tomados de la mano mientras se miraban, acercó el lente de aumento para ver los detalles de los
rostros de la personas de la foto, ajustó la luz y el ángulo del lente, lo que logró darle más nitidez y claridad a
la imagen que estudiaba.
Empezó desde el inferior de la fotografía, dejando el rostro de último en su descripción, fijó su mirada en el
ángulo fuerte de la mandíbula, impolutamente afeitada y de rasgos fuerte, boca de labios firmes y ligeramente
sonrientes, nariz recta y pómulos elegantemente pronunciados, llego a los ojos oscuros e intensos debajo de
unas cejas pobladas y frente amplia, cabello oscuros prolijamente cortados, dándole ese aspecto de hombre
maduro para su edad, tendría aproximadamente entre veintisiete a treinta años, se veía elegante en su
uniforme,
– sus facciones me son tan familiares–pensó Ava, bajo el ángulo del lente para ver a menor aumento la cara
del soldado.
Ava quedó impresionada, el parecido era notable, los mismos ojos de intensa mirada, me veía claramente en
las profundidades de esos ojos, cada vez que tenía el sueño con los amantes, tomé la fotografía dándole
vuelta, para buscar información, si había algo escrito.
“Para mi amada Amelia”
“Santiago Carrizales “
“Julio 07 1920”
Justo la fecha de mi cumpleaños, pero un siglo antes. El destino no se equivoca y no es casualidad que esta
foto llegue a mí precisamente hoy.
Ava temblaba fuertemente, sintió un frío intenso recorrer su espalda, tomando la fotografía se dirigió a la sala
sentándose en el sofá, cerró los ojos, sintiendo que con esa acción lograría hacer desaparecer y borrar la
imagen que vertiginosa aparecían ante sus ojos en forma repetida.
Era él, el hombre de mis sueños, el de la fotografía y él que inexplicablemente era mi vecino. En ese