Sale la nube blanca, cautiva en un inmenso cielo, vuela nube blanca, no te dejes atrapar. Arrastrada por fuertes vientos a una tempestad inevitable.
Pasan los minutos eternos mientras ella se va oscureciendo, llena de temor, rayos y relámpagos desprenden de la nube gris, abatida y triste. Avanza sin importar lo que lleva detrás, en ratos llueve cuando ya se ha ahogado en su pena.
Lo que queda de ella, son aquellas gotas que empaparon al alma en pena que sufría lo mismo que la nube, son sus recuerdos los que habitan en el empapado saco del escritor que cuenta como la nube ahora descansa, sin pena, sin dolor.
Si es que la nube lloraba por su pena.
Pero, así es, la nube es solo la desesperación del escritor por justificar el dolor de su desolada alma.