He contado sus lunares más de una vez, en su cuello, en su rostro, en su pecho, y creo que no me canso de besarlos.
¿Quién sabrá de ellos? ¿Alguien los habrá visto?
Me preguntó lo que guardan detrás, el calor de esa piel morena que me gusta acariciar, tan suave y llena de un aroma embriagante que me hace falta cada vez que no está cerca.
Sus lunares la constelación que busco unir con la yema de mis dedos mientras marco su piel con besos que me dejan desearas de su sabor.
De su risa, suspiros y tacto, de su ser.