Todo vuelve a donde debe, miras tus manos temblando, los nudillos rojos y un arder en tu interior que no se apaga ni con las palabras más dulces. Tiras del cabello ya maltratado, mientras aguantas no llorar, no gritar, el tacto te hace mal y sientes que eres capaz de cometer una estupidez.
Solo miras con odio y no sabes lo que haces, hasta que vea sus ojos cristalinos y con miedo se acerca a ti, temiendo lo peor.