Aidan apretaba fuertemente el vaso en su mano, la rabia le recorría, estaba tan enojado que la conversación con su abuelo solo lograba irritarlo más, puso el vaso con todo el cuidado que fue capaz de reunir sobre el escritorio, si seguía sosteniéndolo solo había dos opciones, o se desangraba por las cortadas infligidas a su mano al romperlo de lo fuerte que lo apretaba, o lo incrustaba en el cuello de su abuelo, y ninguna de las dos parecía muy atrayente. Respiro hondo antes de contestar lo más calmado posible.
-no me casare con esa señorita – mascullo entre dientes, mirándolo con enojo.
-ya pacté el compromiso – dijo este con paciencia, parecía que le hablaba a un niño.
- ¡pues cásate tú! –casi grito.
Estaba colérico, su abuelo no tenía el derecho de obligarlo a casarse con nadie de ese modo. Nada más llegar a su casa lo primero que se había encontrado era con su madre felicitándolo por su compromiso, del cual no estaba ni enterado, para luego recibir la grata noticia por parte de su abuelo. Simplemente estaba teniendo un mal día, o más bien semana, no estaba de humor para lidiar con ese tipo de cosas, se negaba a casase con alguien que le impusiera su abuelo, después de todo era el quien tendría que soportar a dicha señorita el resto de su vida.
-lo haría, pero ya no estoy en edad de lidiar con niños, esa tarea te toca a ti. –contesto como si de verdad el tuviera una oportunidad de engendrar un hijo a sus 85 años de edad.
-no me casare, esa mujer es una descerebrada –resoplo un tanto más calmado.
-lo aras, leidy Anny Ross, es una dama impecable, hija de un doble masques, uno de los títulos más ambiguos del reino, su crianza es perfecta, su belleza es inigualable, tiene una excelente reputación. -enumero como quien ofrece un caballo –asi que te casaras con ella.
-me niego, no lo hare, cuando decida casarme será con la mujer que yo elija, no con quien tu decidas, así que más te vale que vallas avisándole al marques que busque con quien casar a su hija porque yo no lo are. –dictamino, antes de salir del despacho azotando la puerta.
Camino hacia las caballerizas dispuesto a largarse del lugar solo para encontrar algo incluso más desagradable, una de sus hermanas estaba coqueteando descaradamente con el ruso, era lo único que le faltaba.
- ¡Elizabeth! –grito
Su hermana rápidamente se separó, mirándose levente avergonzada por haber sido encontrada apunto de besar a un caballero. Enojado, camino hacia el lugar y la tomo del brazo sacándola del lugar, la arrastro hasta su habitación, mientras ella se quejaba.
- Cállate –susurro furioso, su hermano noto lo enojado que estaba este que decido callar. –me puedes explicar ¿por qué te estabas comportando como una cualquiera en las caballerizas?
- No me estaba…
- ¡¡Cállate!! –su grito la sobresalto, nunca lo había visto tan enojado. – no me des escusas tontas y contesta de verdad.
- Yo… yo…-no supo que contestar
- No te das cuenta que si hubiera sido alguien más el que los hubiera encontrado probablemente estarías con la reputación arruinada, siendo tachada de mujerzuela por todo Londres.
- Él se hubiera tenido que casar conmigo. –susurro débil, le tenía miedo a su hermano en ese momento, nunca habían sido cercanos, pero en ese momento de verdad asustaba.
- ¡¿Eres tonta o qué?! ¿Qué crees que hace aquí? –grito –esconderse por haber deshonrado a alguna mujer, si lo hiciera contigo solo tendría que tomar un barco de nuevo, a él no le afectaría en nada, pero tú te quedarías con una reputación arruinada, y sin posibilidades de volver a pisar un salón de baile. Es algo de lo que ni siquiera tu gran dote, ni nuestra familia te podrá defender.
Ella se quedó en silencio, no había pensado en nada de eso, dio por hecho que Alexey Romanov era un hombre de honor, que, si se entregaba a él, se casaría con ella, pero su hermano tenía razón, nada lo aseguraba.
- Lo siento –susurro
- Más te vale. -Dijo serio, pero al percatarse que su hermana, la siempre orgullosa e impenetrable estaba a punto de llorar, el instinto de hermano mayor que rara vez aparecía lo hizo abrazarla. –debes ser consiente de quien eres, eres una Stone la sociedad está pendiente del más mínimo error que cometas para destruirte, debes tener cuidado, y si lo que quieres es un esposo hay otros modos de hacerlo. Eres descendiente de hombres de honor y orgullo, tú también debes tenerlo. –le dijo con suavidad mientras seguía abrazándola.
La algarabía a su alrededor lo estaba turbando, gente gritaba, reirá, escuchaba gemidos, y gritos, se levantó de la suave superficie aturdido, no recordaba donde estaba, abrió los ojos lentamente hasta que por fin pudo recordar, la decoración es tonos rojos insinuantes, las mujeres con poca ropa, las caras botellas de licor se lo decían, estaba en alguno de sus establecimientos. O de zarina sería más propio decir, voluptas.
Se levantó, mareado y dándose cuenta que estaba desnudo, no le importo, estaba en un burdel, uno en donde podía hacer casi cualquier tipo de perversión, solo había tres cosas prohibidas en ese lugar.
La zoofilia, la necrofilia y la pedofilia
Camino con lentitud hasta el despacho del lugar, era grande y cómodo, pero sobre todo alejado del bullicio de afuera. La cabeza le dolía horrores y eso le daba una idea de lo mucho que se había embriagado la noche anterior, aunque con el olor de su cuerpo se atrevía a decir que no era lo único que había consumido, probablemente también había ingerido opio o coca. Los brazos y espalda le ardían lo que significaba que se había follado a una mujer y la muy descarada le había arañado. Suspiro con fastidio.
Llevaba un poco más de una semana en esa rutina, todos los días trabajaba, aparentaba que todo estaba bien, pero al caer la noche corría a ese o cualquier burdel de la ciudad para perderse en alcohol, drogas y mujeres, despertando a la mañana siguiente en ese mismo estado. Pero es que el descubriendo lo había dejado aturdido, perdido, no sabía quién era su padre, el responsable de perder todo lo que más le había importado en la vida, no sabía ya nada, durante más de diez años había buscado respuestas y ahora en un instante todas las certezas que creía tener desaparecían.