Las probabilidades de que sea la persona a la que se refería Amanda son demasiado altas. También intento mantener la cabeza fría, estoy segura de que arruina a muchas personas por día, exagerando un poco. Pero no es un secreto que no es una persona bondadosa y amable que se diga.
Eso me lleva a preguntarme… ¿por qué no dudé de sus intenciones cuando esta mañana me detuvo para informarme del sospechoso?
Increíble, sin dudas.
Y hay otra cosa todavía más increíble que tener en cuenta… ¿por qué Matt conversaba con ella “ocultos”? ¿Y de dónde sacó esa familiaridad con la que trataba con ella?
Toda la situación de la desaparición de Anna Kenz está volviéndome loca. Empiezo a creer que la paranoia sí se contagia.
Tomo una respiración profunda, no queriendo ahondar todavía más en el tema. Pero sé que necesito hacerlo.
Si Amanda fue la causante de todo el lío en el que me veo metida… ¿por qué lo hizo? Tengo dos opciones…
O me aborrece lo suficiente como para inculparme…
…o está protegiendo a alguien de ser descubierto.
Intento recrear la conversación en mi mente, al menos lo que sí conseguí oír y entender.
Es obvio que un “situación” une a Matthew y a Amanda. Y si me explayo un poco más, puedo afirmar que no es una buena situación.
Permanezco en una banca bastante deteriorada, en silencio, permitiendo dirigir mis pensamientos a todas las posibles situaciones que puedan unir a ellos dos… Pero sé que sea lo que sea, no quiero saberlo verdaderamente.
Cuando la campana resuena por los pasillos, me levanto como un resorte y avanzo hasta mi siguiente clase.
Apenas entro a clase de psicología un silencio incomodo se crea simultáneamente. Todos me miran analizando mis pasos, temerosos.
Ignorándolos, tomo asiento junto a Alexia, que me mira con la boca abierta y los ojos destellando sorpresa.
—Andy, no quiero asustarte, pero todos creen que mataste a Riddle —suelta abruptamente cuando la observo. Sabía que no resistiría mucho más sin decirlo.
—Lo sé.
—Todos te tienen miedo. Incluso hay planes para secuestrarte y sonsacarte la verdad de tus motivos para hacerle eso a Anna.
Enarco una ceja, esperando a que diga que es una broma de mal gusto. No pueden ser tan tontos, ¿o sí?
—Alex, eso es bastante absurdo.
—¡No lo es! Si no supiese con certeza que no tuviste nada que ver, apoyaría esa idea.
Sonrío ladeadamente, mirándola como si fuese una chiquilla.
—No lo harías, porque está mal acusar y secuestrar sin saber con seguridad que es la persona indicada, la persona culpable —replico con seguridad, antes de quitar mi atención de ella para buscar a Matt.
—No está.
Cuando habla, descubriendo mis intenciones, le miro con sorpresa.
—¿Qué quieres decir con que no está? —pido que me aclare, frunciendo el ceño.
—Es mi compañero en la mayoría de las clases, ¿recuerdas? Se retiró en la anterior, no se sentía bien. Debe estar muy mal para retirarse por cuenta propia.
Desvío la mirada a mis manos entrelazadas, pensativa.
Sí, tan mal debe estar como para discutir con Amanda en el pasillo.
—¿Qué dices de darle un visita después de clases? Podemos llevar botanas y hacerle compañía.
—Me parece ideal. Sí, hagámosle una visita —respondo al tiempo que ingresa el maestro al aula.
—Estoy escribiéndole a Matt, le dije que iremos, aunque aún no responde.
—¡¿Qué hiciste qué?! —pregunto, deteniendo mis pasos y sujetándole del brazo para que se detenga ella también.
—Creí que era mejor si se lo decía primero, no creo que tenga nada que malo que lo haya hecho, Andy —habla inocentemente, acomodando su blusa rosa fosforescente con motas violeta.
—Nunca lo hemos hecho, ¿por qué empezar ahora? —inquiero, llevándome una mano a la frente. Adiós, buen plan.
Si llegábamos de sorpresa él no habría tenido la oportunidad de ocultar algo, o a alguien. ¡No lo sé! Ya tengo suficiente con sentir que mi mejor amigo, o el que era mi mejor amigo, ya que nos abandona de a poco, oculta algo malo.
Tomo una respiración profunda, aclarando mi mente lo suficiente como para retomar el camino al baño.
—De todas formas, ya me respondió. Dice que no quiere que vayamos hoy, que teme contagiarnos. Quizás mañana.
Entrecierro los ojos. Mentiroso.
Ante mi silencio, ella vuelve a hablar.
—No sé porque no me sorprende. Andrea, ¡él ya ni quiere que vayamos a su casa! Antes no le preocupaba contagiarnos —lloriquea con las mejillas encendidas por el enojo.
—Estoy segura de que tiene motivos razonables. Ahora entra y haz lo que tienes que hacer —le pido, señalando la puerta del baño.
Rueda los ojos ante mi falta de tacto y, después de sonreír, entra finalmente.
Me apoyo en la pared del pasillo para esperarla, viendo a Dev acercarse a grandes zancadas.