Lo que sucedió con Anna Kenz

Capítulo 8

Respiro hondo… una vez más…

El sonido de un vaso al caer retumba desde el piso de abajo hasta mi habitación, no es la primera vez que oigo algo caer.

Inflo mis mejillas y suelto el aire, empezando a sentirme estresada. No puedo aceptar que, de algún modo u otro, realmente quiero saber si Anna está bien.

A pesar de todo.

Esta vez no hay música que amortigüe el silencio… o la falta de éste porque esta vez no hay más que la espesa tensión que cae sobre mi cuerpo sin dejarme dormir y el sonido de engranajes en mi cabeza.

Me levanto y me aseguro de que el seguro esté puesto en la puerta. Me acerco titubeando a mi escritorio y busco en mi caja de accesorios. Sé que está mal recordar el pasado, más cuando este no es más que turbio y… simplemente el pasado, y como oí en algún sitio, debería pisarlo.

Empiezo a creer que va a terminar pisándome a mí.

No necesito buscar demasiado para hallarlo. Lo cojo entre mis dedos, observándolo como si no lo hubiese visto antes, y vuelvo a tumbarme en la cama dejando todo desarreglado y con el pasado en la palma de mi mano.

Acaricio la cadena entre mis dedos, impregnándome de lo que dejé atrás… solo por unos minutos.

El dije baila cuando dejo colgar el collar, no puedo hacer más que observarlo en todo su esplendor, saludándome de nuevo. No estoy segura de cuánto tiempo llevo sin verlo, o de cuánto tiempo llevo viéndolo, pero si alguna vez sentí empatía, ya no más.

Dejo caer mi mirada una vez más en el dije en forma de corazón y el perfecto trébol de cuatro hojas que se resguarda dentro de éste antes de enrollar la cadena sin cuidado alguno de que pueda llegar a enredarse y lo guardo en el estuche de mi gafas de sol.

El trébol de cuatro hojas no da suerte, Anna. Tal vez ya lo hayas comprobado.

 

 

Al fin un receso normal…

Estamos Matt, Alexia y yo sentados sin más.

Ellos dos conversan, puesto que ya arreglaron sus “diferencias”. Yo solo me llevo comida a la boca, mastico trago y vuelvo al principio. Tengo la suerte de que estos dos chicos saben a la perfección cuando es adecuado hablarme y cuando no.

Ahora mismo no lo es. Desperté con un dolor insoportable en la costilla izquierda. No es la primera vez que pasa, soy conocida como la chica que adora hacer poses imposibles al dormir y eso me cuesta mi buen humor muchas veces. Y más aún ahora que necesito saber qué relación tiene Matt con Amanda y que ocultan. Después de dos días de haberse “enfermado”, él al fin volvió a clases. Debo decir que hizo un buen trabajo fingiendo una enfermedad, más que nada porque no nos permitió verle. Odio sospechar de mi amigo.

 

La cosa empeoró cuando pillé a Dev mirándome y AlExia no se aguantó la emoción de decirlo, dando saltitos con su trasero al estar sentada, haciendo que las cosas extrañas que cuelgan de la manga de su abrigo produzcan un sonido realmente irritante.

¿Y eso está de moda? Todavía no descubro que son, ¿cascabeles, tal vez?

No me pondría jamás lo que lleva puesto, ese estampado de flores gigantes rosas y rojas no va conmigo.

—¡Por Dios! ¿Puedes dejar de ver mi atuendo así? Casi puedo ver la crítica en tus ojos —se queja mirándome con la cara apoyada en un puño y los ojos entrecerrados.

—Lo haría si pudiera, Exis, pero capta toda mi atención. Estoy jugando a adivinar de que planeta lo encargaste —bromeo con ella a sabiendas de que no va a enojarse a pesar del apodo que usé.

—No hables, Rea, ese sweater del año 50 a.c no te ayuda para nada —susurra antes de guiñarme el ojo y ladear la cabeza con aires de victoria.

Buah.

—Mi sweater puede ser del año 50 a.c, pero todavía con eso es…

—Estoy tan estupefacto que acabo de interrumpir a Andrea sin sentir el mínimo miedo de que me asfixie con su sweater. Tú le dijiste Exia —me señala Matt, con los ojos bien abiertos al igual que la boca—. Y ella te dijo Rea…

Nos observa pasando su mirada de una a la otra, todavía sorprendido y agitando sus manos, aparentemente esperando a que hagamos algo. Ambas la miramos cruzándonos de brazos, yo, además, intento ocultar mi recelo y no mirarlo con dudas tanto como puedo.

—¿Acaso tengo que decir “ a la una, ¿listas? ¡Fuera!” para que empiecen a arrancarse las extensiones? Perdieron la chispa, guapas…

Me quito de enfrente el pelo de cayó en mi rostro cuando me incliné hacia él, incrédula.

—¿Dijo extensiones, soldado Exis?

—Efectivamente, capitán, eso fue lo que dijo —responde ella, haciendo el gesto militar típico.

—Entonces creo, querido Hew, que vas a tener que comprar más del gel que usas para el crecimiento de cabello —tras la insinuación, me olvido de todo mal humor, sospecha y de las miradas indiscretas de Dev y ahora también de Tony.

Matthew me mira falsamente horrorizado y empieza a correr con Alexia y yo siguiéndole de cerca.

Aquí, en secreto, su apodo es el más horrible que pude ponerle a alguien. Lo siendo Hew, fue con cariño.




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