Lo que sucedió con Anna Kenz

Capítulo 21

Me mantuve con la cabeza gacha y la boca sellada todo el transcurso de clases, aunque me gustaría poder admitir que hice frente a todo aquel que me juzgaba e insultaba, yo también soy humana. Estoy cansada.

Es sorprende que todavía el director no me hubiese llamado para finalmente quitarme a patadas del instituto para siempre, tal y como sé que desea. No entiendo por qué eso no me hace sentir agradecida en lo absoluto.

Aunque me hago a la idea.

A pesar de estar extremadamente exhausta, estresada y destruida, este fue el primer día en una semana en el que asistí clase por clase y me molesté en hacer anotaciones tal y como debería de haber sido siempre. Necesitaba tener la cabeza ocupada y aunque nunca me molesté en creerlo, el estudio es una buena salida.

Dev me había llamado antes de que iniciara mi primera clase, quería que fuéramos al café a dos cuadras abajo del colegio. Sin Marc.

Él había dicho que teníamos que conversar sobre algo importante, y que quería saber qué había averiguado ya. Quise reír cuando lo oí, habitualmente me habría burlado y le habría colgado. Esta vez solamente colgué y me concentré.

Me crucé con Matt tantas veces en el día, tantas…

Él le había dicho a Alexia que fue a buscarme a casa y que yo lo eché. Eventualmente, Alexia, tan dulcemente impulsiva, me facilitó la tarea de no tener que hablar. Básicamente, me ignoró.

Me levanto del asiento dejando todas mis cosas regadas por la mesa para poder entregar el libro con el trabajo del día terminado. La maestra me da una mirada breve, casi sorprendida y corrige rápidamente. No estoy segura de que le agrade que esté tan cerca.

Me encojo de hombros cuando me da otra mirada interrogativa y simplemente cojo mi libro firmado.

Eventualmente, cuando regreso a mi asiento, el cuaderno sobre mi mesa tiene un gran “psicópata” escrito encima.

Respiro, respiro, y vuelvo a respirar tan profundamente como puedo, aun con eso sintiendo que la rabia mi hierve la sangre. Estoy cansada.

¿Qué tanto puede durar una persona sintiéndose así? ¿Es que soy tan débil?

Arranco la hoja sonoramente luego de escribir en ella y con la cinta sobre el escritorio la pego en el pizarrón.

Alexia puede ser impulsiva, pero yo lo soy todavía más. Sé que acabo de arruinarlo todo pegando esa nota a la vista de todo el curso, pero ya simplemente me da igual.

El “nunca molestes a un psicópata” se lee claramente. ¿Es mi sentencia de muerte? Quizás.

Salgo de clase después de guiñarle un ojo a la maestra. Creo que nunca estuvo tan feliz como cuando me vio alejarme por el pasillo.

Miro mi reloj. Veinte minutos para la salida.

No tengo planeado ni por asomo ir con Dev a ningún lado, así que simplemente me acerco a la zona de tercer ciclo y espero pacientemente hasta que suena la campana.

No me detengo a observar la reacción de todos los niños que salen de sus aulas para ir a casa, estoy buscando a alguien en especial. Y sé que cuando me vea lo sabrá.

Es exactamente como sucede. Su rostro sonriente pierde lentamente la alegría y una mueca agria en forma en sus labios. Intenta pasar de largo, pero la detengo sin esfuerzo.

—Hola a ti también, Jessica. Creo que tenemos una charla pendiente.

A penas empiezo a tirar de ella hacia el final de pesillo, ella empieza a pronunciar todo tipo de groserías.

—Puta mierda, Andrea, ¿vas a secuestrarme verdad? —pregunta, con el rostro rojo por el miedo, sin embargo, no se suelta de mi agarre a pesar de que no estoy haciendo el mínimo esfuerzo en detenerla si decide largarse a correr de nuevo.

Ruedo los ojos.

—No seas estúpida, por favor.

La escucho bufar en respuesta.

—Que ayudaran a mi amigo no significa que confíe en ti.

Me encojo de hombros deteniéndome finalmente, cerca de una ventana donde puedo ver a todos los alumnos largándose lentamente.

Estamos solas, o eso creo. No me fio por completo, por lo que cojo el móvil ante su atenta mirada. Veo un mensaje de hacer dos horas, pero lo ignoro estoicamente y busco el reproductor de música.

Cuando una canción al azar empieza a oírse a un volumen lo suficientemente alto como para sofocar nuestras voces mínimamente pero sin llamar del todo la atención, centro mi atención en ella y hablo:

—No me importa si confías en mí o no. Si no fuera por nuestra ayuda, tu amigo habría agonizado hasta la inconsciencia. Me debes esto —en cierto modo, estoy amenazándola y chantajeándola. ¿Qué puedo decir? En casos extremos medidas extremas, eh.

—No pienso decir nada, pierdes el tiempo —responde altanera. No se parece en nada a la chica “tímida” que llevó Marc hace días en la oficina del director.

Sonrío por primera vez en el día, enarcando una ceja burlona.

—Estoy siendo buena, linda. Puedo no ser quien tiene a Olive y Anna, pero tampoco soy alguien a quien te gustaría como enemiga. Habla. Ahora.

Un rastro de duda daña su expresión de chica segura por un momento, pero se recompone cruzándose de brazos con suficiencia. No pronuncia palabra alguna, evidenciando su respuesta.




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