Lo Que Una Plus Size Quiere.

Capítulo 4

De pronto un auto deportivo se detuvo frente a ellos dejando ver al mejor amigo y abogado de Stephen que lo primero que hizo fue mirar a su amigo y luego a las chicas. Había viajado a velocidad porque la curiosidad lo estaba matando así que cuando recibió la llamada de Stephen, él ya estaba en el pueblo de Velvet.

—¿Y este qué carajos pinta en este asunto? —El porte ofendido de la chica lo divirtió. Le causó gracia saber que no se amedrentaba.

  Volvió a tronar los dedos ganándose esta vez toda la atención del abogado.

 Velvet moría de vergüenza ante el espectáculo y sabía que jamás volvería a la universidad tras esto.

  Cada vez más gente se arremolinaba para saber lo que pasaba y Velvet solo quería morirse.

—Ya sabía yo que todo era mentira —dijo Samy—. Ella no podía tener un novio tal.

  Mérida iba a volver a decir algo pero la mirada de Velvet le dijo todo. Quería silencio e irse.

  Velvet pensaba disculparse con Stephen, ahora ya sabía su nombre, pensaba decirle que lo lamentaba pero fue interrumpida por el hombre en cuestión.

—Por supuesto que es mentira —dijo con semblante duro—. Yo jamás me fijaría en una chica así.

  El jadeo de las amigas de Velvet no lo detuvo sino que preso de la furia continuó a pesar de que su amigo le puso una mano en el hombro.

—Solo mírenla —continuó—. Y mírenme a mí. Soy demasiado para una chica sin gracia que fantasea con lo que nunca podrá tener. No es más que la inadaptada que cree que un día vendrá un príncipe a liberarla del dragón cuando estoy segura que el príncipe solo se la servirá en bandeja de plata. Ningún hombre en su sano juicio pondría los ojos en una chica como ella.

  Velvet acababa de entender lo que se sentía tener el corazón roto por primera vez. Había durante un año sembrado y cosechado miles de posibilidades, le había atribuido miles de cualidades pero justo ahora se daba cuenta de que el hombre que ella imaginó que sería no era más que un espejismo.

  Escuchó la risa colectiva y se sintió terrible, jamás podría volver a levantar las narices del suelo y se lo tenía bien merecido pero no por ello dolía menos.

—Espero que nunca en la vida se le ocurra acercarse de nuevo porque entonces...

—Porque entonces voy a perder la caballerosidad y le romperé la cara —interrumpió una voz potente y que hizo encogerse a muchos—. Si te acercas de nuevo a mi hija voy a hacerte pedazos hasta que comprendas que esa chica vale más que todas las que tú tengas juntas.

—No le permito que se exprese de mi madre y hermana...

—Me permites lo que se me hinchen las pelotas porque has tocado lo que más vale para mí. —Se acercó lo suficiente hasta quedar cara a cara con él—. Vas a tragarte toda tu mierda un día y voy a disfrutar verlo.

—Nunca volverá a verme a menos que ella. —Señaló a Velvet—. Vuelva a ponerse en mi vida.

—Le aseguro... —dijo Velvet conteniendo las lágrimas—, que me avergüenzo de lo que hice.

  Lo vio sonreír victorioso.

—De saber la basura que usted era —continuó—. Habría buscado cualquier monigote al fin y al cabo no hay diferencia entre las bestias y sí, soy fea y pecosa; gorda y todo lo que ha dicho y pensado pero valgo mucho como persona porque respeto, amo y sé querer a otro ser humano. Tengo un corazón que late con cariño para muchos, lo que no puedo decir de usted. Es el ser humano más asqueroso que existe y más miserable que pisa la tierra así que hagámonos un favor y jamás volvamos a cruzarnos.

   Se dio la vuelta jalando a su padre y seguido de sus amigas ante la mirada estupefacta de Stephen y su amigo.

  Él se dio cuenta entonces de lo desacertado de sus palabras y de que esa fue la peor forma de conocerla.

****

Cinco años habían pasado desde aquel episodio tan horrible y Velvet seguía recordándolo como si hubiera sido ayer.

   Se había tenido que mover de ciudad al no soportar las burlas de todos y frágil como era había estado a punto de romperse. Extrañaba a sus padres y a sus amigas y aunque las veía todo lo seguido que podía eso no evitaba que se sintiera sola; sin embargo no había podido olvidar la manera tan desalmada en que le habían dicho lo fea que era y nada había sanado la herida «tampoco es como que alguien hubiera querido hacerlo» pensó pero eso no quitaba que le doliera y mucho.

   En cinco años había crecido como persona y acababa de graduarse como diseñadora, en una ceremonia diferente a sus amigas, en una universidad diferente, aunque eso era lo de menos y lo sabía, lo que le preocupaba era que le auguraba un camino difícil pero no imposible, por lo que ahí estaba, parada frente a su primera entrevista sosteniendo fuerte su carpeta de diseños. Poniendo todas y cada una de sus esperanzas en ello, rezando para poder demostrar que era buena en eso.

   Sus amigas se mudarían con ella para empezar la misma búsqueda de empleos que ella.

   Sabían de sobra que en el pueblo no tendrían jamás un futuro, para toda la gente de allá ellas no eran más que costureras, así es como desvalorizan su trabajo de diseño. En cambio ellas ansiaban un día tener su propio taller.




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