Lo que volvio olvido

Capitulo 8

Ecos de venganza

El caos se apoderó de Black Hollow en cuestión de segundos.

Gritos. Jadeos ahogados. Alguien se desplomó contra el suelo, incapaz de sostenerse en pie ante la visión macabra que los esperaba en la plaza del pueblo. Otros simplemente corrieron en dirección opuesta, como si apartarse de la escena borrara la imagen de sus mentes. Pero era imposible.

El aire estaba impregnado de un hedor espeso y metálico, un cóctel de sangre, carne chamuscada y putrefacción. Dos cuerpos pendían de lo alto de la estructura central de la plaza, una antigua fuente de piedra que servía como punto de encuentro para los habitantes del pueblo.

El sheriff llegó apenas unos minutos después, con la respiración agitada y la mano temblorosa sobre el arma en su cinturón. No era un hombre que se asustara fácilmente. Black Hollow había tenido su cuota de tragedias, pero nada como esto. Nunca algo tan calculado, tan violento.

—Santo Dios… —susurró, llevando una mano a la boca.

Los agentes que lo acompañaban no podían apartar la vista de los cuerpos, sus rostros pálidos y crispados. Uno de ellos corrió hacia un rincón y vomitó.

—Llama a los forenses —ordenó el sheriff, con la voz endurecida—. Y aseguren la escena. Quiero que nadie toque nada.

Pero lo cierto era que la escena ya estaba impresa en las mentes de todos.

Desde la cafetería, Camila observaba el espectáculo con una taza de café en la mano. Mantuvo el rostro inexpresivo, fingiendo el mismo desconcierto que los demás, pero por dentro, algo dentro de ella vibraba con satisfacción.

Les había tomado más tiempo del esperado encontrar los cuerpos. Casi se preguntaba si los habitantes de Black Hollow eran demasiado estúpidos o simplemente demasiado ciegos para notar la podredumbre en la que vivían. Pero ahora no había más escapatoria.

Ahora el infierno estaba aquí.

Los murmullos crecían entre los clientes de la cafetería, la especulación trepando como un veneno en la sangre de la gente.

—Dios mío… ¿Quién podría hacer algo así?
—Debe ser un forastero. Nadie en este pueblo sería capaz de algo tan…
—¿Y si es alguien de aquí? ¿Y si hemos estado viviendo junto a un asesino todo este tiempo?
—¡No digas eso!

Camila ocultó una sonrisa detrás del borde de su taza. La semilla del miedo había sido plantada.

Las sirenas retumbaban por todo Black Hollow.

El centro del pueblo, que solía estar repleto de personas disfrutando del aire fresco de la mañana, ahora era un caos de voces nerviosas, susurros y miradas paranoicas. Los habitantes de Black Hollow se miraban unos a otros, tratando de encontrar un culpable entre ellos.

Camila terminó su café con calma, dejando la taza sobre la barra antes de deslizarse fuera de la cafetería. El sol de invierno hacía que la brisa fuera cortante, pero el frío era lo último en lo que pensaba. Sus ojos se enfocaron en el movimiento de los policías asegurando la escena del crimen, las cintas amarillas rodeando la fuente, los rostros desencajados de quienes se habían atrevido a mirar demasiado tiempo los cadáveres colgando.

No pudo evitar pensar que era hermoso.

No la violencia en sí, sino lo que significaba. El silencio cómplice del pueblo estaba quebrándose. Ya no podían esconderse detrás de su hipocresía, de sus vidas falsas. Ahora, cada uno de ellos tenía que enfrentarse al hecho de que los monstruos no desaparecen solo porque cierras los ojos.

—Camila.

La voz de Mauro la sacó de sus pensamientos. Estaba a su lado, con una chaqueta gruesa y una gorra cubriendo parte de su rostro. No podía permitirse llamar la atención, no después de haber sido introducido en Black Hollow de la forma en que lo fue.

—¿Ya lo viste? —preguntó él en voz baja.

Camila asintió sin apartar la vista de la escena.

—Hermoso, ¿no? —murmuró.

Mauro no respondió. Sabía que discutir con ella sobre su concepto de "belleza" era inútil.

—¿Qué harás con Samantha?

Camila chasqueó la lengua, irritada. No le gustaban las variables que no podía controlar, y Samantha era una de ellas. Si bien la chica estaba completamente rota y aterrada, había demostrado ser lo suficientemente fuerte para sobrevivir a Jhoan todos esos años. Eso significaba que en cualquier momento podría convertirse en un problema.

—Depende de ella —respondió finalmente—. Si me estorba, me encargaré.

Mauro la miró de reojo, analizando sus palabras. Sabía que para Camila, "encargarme" no significaba precisamente algo bueno.

—¿Estás segura de que no puedes simplemente dejarla ir?

Camila soltó una risa seca.

—No es tan fácil. No puedo arriesgarme a que diga algo — dijo — No al menos hasta que termine.

Mauro suspiró, frotando su rostro con una mano.

—A veces me pregunto si tienes un límite.

Camila le dedicó una mirada inexpresiva.

—Lo tenía —dijo con simpleza—. Pero lo mataron.

Mauro no respondió. No hacía falta.

El sonido de unos pasos apresurados los hizo girarse. Una mujer con el rostro desencajado venía directo hacia ellos. Su cabello rubio estaba despeinado y su abrigo apenas cubría su camisón. Había salido corriendo de su casa sin pensar en nada más que en la desesperación que la carcomía.

—¡Camila! —exclamó con la voz temblorosa.

Camila la reconoció de inmediato: Amanda Rivers, la esposa del primer hombre que había asesinado, había sido un buen movimiento hacerse amiga de ella hace unas semanas, Amanda era una mujer tímida y sumisa casi retraía, no hablaba o se llevaba con nadie en el pueblo lo que la ayudo a acercar a ella con facilidad, las personas solas son más fáciles de manipular.

—¿Dónde está mi esposo? —preguntó la mujer, sus ojos brillando con una mezcla de pánico y esperanza.

Camila se tomó un segundo para evaluar la situación antes de responder con la voz más calmada que pudo fingir.



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En el texto hay: vengaza, final, vengaza odio y secretos

Editado: 29.05.2025

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