Capitulo 9

El Juicio de los Corruptos

La tercera pieza tendría que jugaras esa misma noche, había descubierto que su objetivo estaría en la ciudad esa noche en un bar bebiendo con algunos ejecutivos.

Camila entró al bar con la seguridad de una mujer que sabe exactamente lo que quiere y cómo conseguirlo. El vestido negro ajustado abrazaba sus curvas con elegancia calculada, lo suficientemente corto para llamar la atención sin parecer vulgar. Su peluca rubia caía en ondas sobre sus hombros, enmarcando un rostro que esta noche había moldeado con un maquillaje sutilmente inocente, labios rojos y ojos grandes y expresivos que contrastaban con la verdadera oscuridad de su alma.

Se deslizó hasta la barra, cruzó las piernas y pidió un cóctel suave, con una sonrisa coqueta en los labios. Su investigación había sido clara: Lucas Lancaster, el hijo de Martin Lancaster, caía rendido ante mujeres que parecieran débiles, tontas y juguetonas, un entretenimiento de una sola noche antes de volver con su familia como si nada. Camila estaba dispuesta a jugar ese papel hasta el final.

Lucas no tardó en notar su presencia. Desde su mesa privada, escoltado por hombres que compartían su misma arrogancia, la observó con un brillo de interés en los ojos. Era un hombre bajito y gordo, con una sonrisa que pretendía ser encantadora pero que solo le daba un aire depredador. La reputación lo precedía: un fiscal brillante con conexiones políticas poderosas, amigo cercano de un gobernador influyente y con suficientes secretos sucios como para derribar un imperio.

La primera jugada de Lucas fue enviarle un trago costoso, pero Camila simplemente sonrió y negó con la cabeza, dejando que la intriga creciera en su mente enferma. El juego había comenzado. En la siguiente media hora, recibió otros tres tragos que rechazó con elegancia, fingiendo una risa dulce y jugueteando con su copa a medio terminar. Lucas, como el hombre acostumbrado a que todo se le diera sin esfuerzo, se sintió desafiado. Y eso lo hizo caer más rápido.

Finalmente, no pudo resistirlo más. Se levantó de su mesa y se acercó con una copa en la mano, su sonrisa engreída tatuada en el rostro.

—No todas las noches se ve a una mujer tan encantadora como tú rechazando tragos de un caballero. —dijo con una voz untuosa, inclinándose ligeramente sobre la barra.

Camila soltó una risa cantarina, bajando ligeramente la mirada como si estuviera nerviosa.

—Oh, es que tengo que ser cuidadosa. Nunca sabes qué clase de intenciones tiene un hombre en un lugar como este. —Lo miró de reojo, con un destello de inocencia calculada en sus ojos.

Lucas sonrió más ampliamente, sintiéndose el depredador en la situación.

—Puedes estar segura de que las mías son completamente honorables… por ahora.

Camila se mordisqueó el labio, jugando con su cabello rubio falso, dejando que el silencio se extendiera lo suficiente para que la tensión creciera.

—Hmm… eso habría que verlo.

Lucas río suavemente, sintiéndose victorioso.

—Creo que podemos arreglar eso. ¿Qué te parece si seguimos conversando en un lugar más privado? —Su voz era baja, insinuante, como si le estuviera ofreciendo el mayor de los privilegios.

Camila hizo una pausa, como si estuviera debatiéndolo. Luego, con una sonrisa juguetona, tomó su copa y bebíó el último sorbo antes de levantarse.

—Lidera el camino.

Lucas creyó que la tenía exactamente donde quería.

Pero la realidad era que Camila había logrado justo lo que planeaba.

Observó a Lucas mientras salían del bar, su mano sudorosa rozando la parte baja de su espalda, creyéndose en control. Él la guió hasta el ascensor del lujoso hotel adjunto al bar, pasando por los pasillos alfombrados con una seguridad que delataba la frecuencia con la que realizaba este tipo de encuentros.

Cuando la puerta de la habitación se cerró detrás de ellos, Lucas se sirvió un whisky y le ofreció otro. Camila lo tomó, moviéndolo en su mano como si estuviera indecisa. Se acercó a él, dejando que su aroma embriagador lo envolviera mientras deslizaba un dedo por el borde de su copa.

—Brindemos —dijo con una sonrisa traviesa— Por la diversión de esta noche.

Lucas rió, encantado, chocaron las copas y bebieron. Camila apenas rozó el líquido con los labios, mientras él vació la suya sin pensar, Camila sonrió al verlo, no podía arriesgarse a poner el sonnifero frente a el, así que hace una hora había ingresado y alterado toda su colección de licores, la hubiera llevado o no a su habitación de hotel, el resultado sería el mismo. No tardó más de unos segundos en notar el efecto. Se tambaleó, parpadeando con fuerza.

—¿Qué… qué demonios…?

Camila lo observó caer de rodillas, su cuerpo perdiendo fuerza. Se inclinó frente a él, sosteniéndolo del mentón para obligarlo a mirarla a los ojos.

—Me alegro que seas una basura de persona Lucas.

Él intentó balbucear algo, pero su lengua se sentía pesada. Su visión se oscureció mientras su cuerpo se desplomaba sobre la alfombra.

Camila trabajo rápido, saco su laptop que también había escondido en su habitación de hotel, conecta un dispositivo USB a su teléfono y aparatos tecnológicos en cuestión de segundos, accede a todos sus archivos, correos electrónicos, mensajes encriptados y documentos privados.

Lo que encuentra supera sus expectativas, este tipo de hombres normalmente llevan la información con ellos, lo sabía porque hace unas semanas había ingresado a su oficina y casa, no encontró nada, así que solo quedaba una opción, siempre llevaba con el toda información y había acertado.

Lucas no solo es corrupto, es una pieza clave dentro de una red de sobornos, extorsión y lavado de dinero. En su teléfono hay registros de transacciones millonarias a cuentas en el extranjero, pagos a jueces para manipular casos y, lo más jugoso, conversaciones privadas con su amigo el gobernador, donde hablan abiertamente de manipular elecciones, destruir a opositores y eliminar pruebas en casos de alto perfil.